EN
EL CIELO
7 de diciembre de 2014.
Te fuiste y me dejaste sin aire en los pulmones. Me sentí diminuta al pensar
que te ibas a un lugar del que no regresarías nunca. Me dio rabia al pensar que
allí serías más feliz.
Todavía recuerdo lo que
me dijo mamá cuando te marchaste: no te preocupes, allí arriba, en el cielo,
estará bien. Son esas palabras que se te quedan grabadas en el corazón y que
recuerdas cada vez que te levantas. Intenté hacerme fuerte con todos los buenos
recuerdos contigo, pero no era suficiente porque cada vez faltabas más. Ya no
podía escuchar tus sabios consejos que me dabas. Me enseñaste a amar, a escuchar, a ser fuerte y que los
pequeños detalles a las personas podían ocupar la mayor parte de su corazón.
Fuiste muy valiente en
tu camino al superar cada obstáculo que se te presentara aunque supusiera dolor
y esfuerzo. Luchaste hasta el final por tus nueve hijos como si cada uno de
ellos fuera cada pedazo de tu corazón y les mostraste lo que era la verdadera
felicidad. Eras la esperanza hecha en carne y hueso y se la diste a muchas
personas. Eras pura magia. Fuiste la estrella que brilló hasta el final, sin
parar y no tuviste ningún miedo al hacerlo. Pero lo más importante es que
fuiste una de las que más brillo en mi firmamento y una de las más importantes.
Brillaste en mi camino y te estaré agradecida hasta el final.
Pero también me
enseñaste que en el camino iba a haber golpes, unos más fuertes que otros, pero
que iban a estar quisiera o no. Que lo más importante no era lo fuerte que yo
golpeara, sino lo fuerte que era cuando me golpeaban, Que a veces el miedo se
podía apoderar de mi vida y tomar las riendas hasta destruirme. Por eso me
mostraste que no podía dejar que pasara algo así, que no podía permitir que el
miedo fuera como una cuerda en mi cuello que asfixiara mi vida.
Aun así y si te digo la verdad, yo he tenido miedo. De
fallar, de perder, incluso de olvidar. De quedarme estancada abajo y pensar que
nunca podría llegar arriba. Mirarme al
espejo y ver que no era suficiente. Pensar que cada fallo se podía acumular y
que reconstruir mis pedazos iba a ser completamente imposible. Que al mostrarme
como yo era, podía perder a la gente que más quería.
Es por eso que me
enseñaste algo que a mí algunas veces me costaba ver: CREER. Creer en mí. Que a
pesar de todo, tenía que hacerlo, para
así poder crecer. Creer hasta el final de mi camino. Aceptarme como soy. Amarme
y así entonces poder amar a los demás.
Y de
lo que estoy segura, es que podremos volver a vernos allí donde te encuentras,
donde la felicidad es infinita.
Muchísimos besos y
abrazos
Te quiere
Tu nieta, Patri
Patricia Chamarro Nº12
28 de enero de 2020
2º evaluación
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