FUEGO EN LAS ANTÍPODAS
-
Tom, Tom - gritó el pequeño Bruno. Pero no obtuvo respuesta. Se encontraba
solo, atrapado y sin escapatoria. Puede que todo hubiera acabado para Bruno
pero antes de nada rebobinemos 15 días atrás.
Bruno
era un niño como cualquier otro, jugaba al tenis en un club de su ciudad natal,
Brisbane, y era un niño prodigio en este deporte. Tenía solo 12 años pero como
decía su madre, Federer había tenido suerte de nacer 30 años antes que él.
También era un gran fan del Rugby, deporte popular en su país, pero su notable
menudez le impedía sobresalir en este deporte tan exigente físicamente. Su
equipo favorito, los Hawks, llevaba un tiempo en la segunda división, pero
Bruno seguía yendo a cada uno de sus partidos.
Bruno
vivía con su madre en un pequeño pueblo cercano a Brisbane, su padre murió 6
años atrás cuando, ejerciendo su honorable trabajo como bombero, se vio
atrapado en un incendio que acabó con su vida y era por esto por lo que Bruno
tenía pánico al fuego. Otra de las mayores pasiones de Bruno era montar en
bici, todos los martes y jueves por la tarde al terminar el colegio, se iba con
su amigo Tom al monte para dar un paseo en bici. Tom y él eran inseparables,
habían compartido clase desde los 4 años y ambos eran fanáticos del tenis, como
no iba a ser de otra manera también tenían sus pequeños piques. Solían jugar
partidos de tenis todos los fines de semana y en ocasiones por culpa de estos,
habían estado días sin hablarse pero a pesar de ello, eran como hermanos.
Tras
dos semanas desde el último partido de tenis que habían jugado, decidieron
repetir la hazaña pero esta vez, se apostaron algo diferente, el reto consistía
en una carrera. Quien perdiera la carrera debía regalarle al otro la mejor
raqueta del mercado, y claro, los dos querían esa raqueta, pero el ganador del
partido partía con ventaja en esta carrera, ya que para llegar a la cima del
monte, el ganador podía hacerlo en bicicleta mientras que el perdedor debía
subirlo corriendo. Bruno a pesar de ser notablemente más bajo que Tom, le había
ganado en las 8 últimas ocasiones que había jugado al tenis contra él, así que
era el claro favorito. Sin embargo, aquel día, el resultado fue diferente. Tom
consiguió ganar a Bruno y en consecuencia, la apuesta tenía que ser cumplida. Decidieron
esperar un día para realizar la carrera ya que al día anterior habían dado todo
lo que tenían para ganar el partido y necesitaban recuperarse. Aquella noche
mientras cenaban, Bruno vio en las noticias que todo el país estaba siendo
afectado por los terribles incendios que habían comenzado una semana atrás al
noroeste de Australia. Aunque Brisbane se encontrara al noreste de Australia,
el fuego arrasaba todo a su paso a una velocidad vertiginosa por lo que la
madre de Bruno advirtió a este que nada de escapadas con Tom, porque era
peligroso. Pero Bruno no era de los típicos chicos que obedecían a la primera,
y aún menos era de los que incumplían una promesa, por lo que al salir del
colegio, sabía que era lo primero que iba a hacer. Aunque la idea del fuego
aterrara a Bruno, no creía posible que este pudiera llegar a Brisbane, ya que
se encontraba a 60 km de su ciudad natal pero no sabía lo que estaba por venir.
A
la mañana siguiente Bruno se despertó y se arregló como otro día cualquiera.
Una vez hubo terminado el colegio se encontró con Tom en la pista de tenis,
punto donde habían quedado en esperarse. El día estaba soleado pero cada vez
soplaba un viento más intenso, a pesar de este fenómeno que ambos creían
insignificante, Tom y Bruno decidieron seguir adelante. Al terminar la cuenta
atrás, Tom dio un grito de salida y empezó la carrera, apenas le dejó 20
segundos de ventaja y posteriormente, salió tras Bruno. No tardó en pillarle y
cuando habían pasado alrededor de 3 minutos desde el comienzo de la carrera,
Bruno había perdido el rastro de Tom. Pero aún así no dejó de correr. Llegó un
momento en el que Bruno no podía más, se sentía exhausto, y el sudor le caía en
forma de goterones por sus mejillas. Además el viento no favorecía el
transcurso de la carrera, soplaba un viento caluroso que lo único que generaba
era más agotamiento en Bruno. Cuando apenas quedaba un kilómetro para la meta,
Bruno se paró en seco, no podía más. Decidió sentarse a los pies de un árbol y
cerrar los ojos, intentando así, recuperar las pulsaciones. Pasó un minuto y
Bruno comenzó a ver humo a lo lejos, empezó a gritar el nombre de Tom lo más
fuerte que pudo pero no obtuvo respuesta, Bruno no pensaba irse sin antes
encontrar a Tom.
Decidió
continuar cuesta arriba a pesar de que aquel humo negro que se veía a lo lejos
parecía cada vez más cerca. 2 minutos después de que Bruno saliera en busca de Tom,
el humo negro pasó a ser fuego y Bruno empezó a dudar si seguir en busca de Tom
o dar marcha atrás, el fuego se encontraba cada vez más cerca y Bruno gritó una
última vez – Tom, Tom, donde estás, hay que irse ya -. Tom no contestó por lo
que Bruno decidió dar marcha atrás y correr lo más rápido que pudo, sin embargo
el viento soplaba cada vez más fuerte y el fuego se acercaba más a Bruno. En
ese momento Bruno se acordó de su padre, deseaba haberle podido conocer. No
obstante, Bruno no tenía pensado morir, al menos no aquel día. Pero ya era
demasiado tarde, Bruno estaba rodeado, el fuego estaba cada vez más cerca y con
ese viento jamás podría escapar. Se le saltó una lágrima y empezó a pensar en
su madre, se preguntó por qué no la hizo caso, quería volver a verla y pedirle
perdón, decirle que ya había aprendido la lección, que nunca lo volvería a
hacer, pero ya era demasiado tarde.
El
fuego se encontraba a escasos 20 metros de Bruno.
Pero
de repente escuchó una voz familiar a lo lejos, era la voz de Tom. Pudo
distinguir como se acercaba un camión de bomberos a toda velocidad, uno de los
bomberos que se encontraba en su interior le agarró del brazo y le arrastró
hacia dentro del camión. El conductor apretó el pedal del acelerador y salió de
allí lo más rápido que pudo. Un minuto después, el fuego había cubierto el
pedazo de carretera en el que Bruno se encontraba hace unos instantes.
En
recuerdo de los devastadores incendios acontecidos en Australia que han
arrasado un total de 10.3 millones de hectáreas, provocado la muerte de 29
personas y de aproximadamente un billón de animales.
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