Santiago Hernández (En un momento)




EN UN MOMENTO:

Era un día corriente, o eso parecía, estaba volviendo a mi casa, hacía frio,  ya eran las 9 de la noche y la calle estaba llena de gente cenando en diferentes restaurantes. Sin duda esa era mi calle favorita de todo París. Cada vez que pasaba por allí encontraba algo nuevo que me llamaba la atención, me estaba bebiendo un batido de vainilla, mi sabor favorito, mientras disfrutaba de esa calle y esa gente que tanto me gustaba. Y sin darme cuenta, pasó algo que me cambió la vida.

Hubo un estruendo muy fuerte, y por un momento toda la calle se quedó en silencio. Al momento, todo el mundo comenzó a gritar y a correr por todos lados. Yo me quedé en blanco, no podía moverme y no podía reaccionar. Pasaron unos segundos, que fueron como horas hasta que me di cuenta de lo que estaba pasando.

Pensé en correr a casa, pero aún me quedaban 10 minutos andando y decidí hacer lo mismo que la gente de mí alrededor, esconderme en alguna tienda o restaurante. De repente, otra vez ocurrió, solo que esta vez eran muchos sonidos fuertes y secos pero más cortos, me estaban retumbando en mis oídos y supuse que eran disparos que no debían de estar muy lejos.

Al alzar la vista, vi esa heladería en la que tantas tardes había pasado, decidí esconderme allí pero al llegar, la puerta ya estaba cerrada, pude ver a varias personas escondidas allí dentro, detrás del mostrador y debajo de las mesas pero ninguno se levantó a abrirme la puerta. Aporreé la puerta un par de veces, gritando que por favor me abrieran, pero solo me miraban y nadie se movió. La angustia y la impotencia se apoderaron de mí.

Salí corriendo sin saber bien hacia donde me dirigía, decidí bajar la calle. Cada poco tiempo se escuchaban más disparos, gritos y explosiones. Entre ese jaleo escuché unas voces que parecía que me llamaban, me di la vuelta y vi a cuatro personas asomadas desde la puerta de un restaurante de pizzas en el que había estado un par de veces y me dirigí allí lo más rápido que pude.

Nada más llegar, cerraron la puerta y me dijeron que me escondiese rápido. Decidí tumbar una mesa en el suelo  y esperar a que todo pasara. Desde mi escondite se podían escuchar los disparos de fondo y sabía que esos sonidos no se me iban a borrar de la cabeza nunca.  También podía ver a toda la gente que había escondida en ese local, a  los dos camareros escondidos detrás del mostrador, una pareja mayor en la cocina, dos niños de entre 4 y 6 años llorando asustados al lado de sus padres y más personas  detrás de las mesas como yo.

Estuvimos un gran rato allí sentados,  todos en silencio. Podía escuchar respiraciones agitadas y de vez en cuando algún llanto.  Yo estaba al lado de una de las chicas que me habían gritado desde la puerta jugándose la vida. Decidimos llamar a la policía para que nos intentaran rescatar de allí pero las líneas estaban saturadas y era imposible contactar con alguien. Yo solo quería despertarme de esa pesadilla.

Durante todo el tiempo que estuve allí, pensé en mi familia, en mis amigos, en que hubiera pasado si no me hubieran abierto la puerta de este local, etc. Pero de repente vi pasar a un hombre con un arma en la mano, quien  tras echar un vistazo, decidió romper el cristal con el arma y entrar en el local. En ese momento se desató el pánico pero yo no era consciente de lo que estaba viviendo y me quedé completamente paralizado.

El hombre observó por encima todo el local y se dirigió hacia la persona que más cerca tenía, parecía un hombre de unos 50 años, le apuntó y le disparo en la frente. Los oídos me empezaron a pitar y el disparo retumbaba en mi cabeza.

Después de esto, se dirigió a la siguiente persona. Estaba llorando muy fuerte y la vi cerrar los ojos por última vez. Ella era una de las personas que me había ayudado a esconderme en ese local,  me había salvado la vida y no había podido cruzar palabra con ella. Y otra vez ese sonido.

No podía creer que en unos momentos iba a acabar todo, el hombre disparó a la siguiente persona y a la siguiente. Ahora me tocaba a mí.

En cuanto le vi acercarse, me vinieron a la mente muchos recuerdos, en unos solos segundos pude ver a mi abuela, a mis padres, mi 18 cumpleaños, el viaje con mis amigos, a mi hermana pequeña, y un largo etcétera. Abrí los ojos y se me escapó una lágrima.  Pude ver al hombre apretando el gatillo y los cerré otra vez instintivamente.

No pasó nada durante un par de segundos, pensé que ya había acabado todo pero abrí los ojos y vi al hombre con una cara extrañada, esa cara que permanecerá siempre en mi memoria. Se puso a gritar como loco y volvió a intentar disparar, pero no pudo. El arma se había encasquillado y esa bala no llegó a salir nunca.  Se hizo el silencio de nuevo y el hombre salió corriendo.

Santiago Hernández del Valle. 1ºA
Febrero 2020
2ª evaluación

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