Ainhoa Soto (Con el agua al cuello)


 

CON EL AGUA AL CUELLO

Un jueves cualquiera del 2020, me levanto de la cama, a la ducha, el agua esta helada. Salgo y hace aún más frío, los pelos de mis brazos se erizan debido al aire que corre por la habitación. Camiseta. Pantalones. ¿Unos zapatos elegantes? Venga sí, unos zapatos elegantes. Café. Dios como quema. Chaqueta. Llaves. Mierda me he dejado las del bar. Dios no me lo puedo creer el bus. Veinte minutos hasta que pase el siguiente. Pues nada a esperar.

 

Ocho y media de la mañana y Fernando me esperaba en la entrada, pido disculpas y abro la puerta. Ahora toca limpiar, preparar y servir. Enciendo la televisión y no paran de hablar de ese maldito virus que ha surgido en China. Cambio de canal al de MTV para dar ambiente con buena música. Son las diez y media y ya comienza a venir la clientela. Manos a la obra. Una empanada de jamón y queso. Un batido de chocolate. Café con leche. Pan con mantequilla. Puf a un niño se le han caído las tostadas. Pues nada otra vez a hacerlas. Barrer, fregar. Comienzan a venir más y más personas. Se nos ha acabado el pan y los huevos, así que me pongo la chaqueta y voy a toda prisa al ahorra más de la esquina. No tardo nada en encontrar los huevos, de tanto venir ya me sé dónde está cada cosa.

 

 Hoy es jueves, por lo tanto hoy no me voy hasta las nueve, tengo muchas cosas que hacer, a Fernando le toca ahora servir y atender y a mi en la cocina. Yolanda no llega todavía y tendría que estar aquí hace aproximadamente quince minutos. Llega. Delantal y a servir se pone inmediatamente. Son las ocho y veintitrés, y el bar esta vacío, como de costumbre un jueves. Mañana me toca solo jornada de tarde hasta las once, pero como es viernes seguro que acabo cerrando a las dos de la madrugada.

 

Viernes trece de marzo. Que gustito levantarse a las doce del mediodía, me meto a la ducha. Salgo y me pongo los pantalones mientras veo las noticias. Esta el presidente hablando de la situación en España, al parecer ha llegado aquí hace tiempo el bicho ese, no le doy importancia. Tengo que entrar hoy a las tres y media. Nada más llegar me encuentro a Fernando trabajando cuando hoy era su día libre. Como bien he dicho antes, los viernes hay mucha más gente, jóvenes, chavales que salen de clase, adultos. En fin, son las once y media y tengo que sacar más mesas y sillas a la terraza. Tres copas con puerto de indias y Sprite, dos de coca cola con Brugal. Unas alitas de pollo con patatas. Ronda de chupitos. Alcohol, alcohol y más alcohol. Hay un chico vomitando todo el alcohol en el baño y parece que está echando el hígado por la boca.

 

Son las tres de la mañana y Yolanda está en la barra y mientras hablando con un muchacho. Estoy barriendo y los escucho hablar de un posible confinamiento. Todo el mundo a su casa, bares, restaurantes, zonas de ocio… Todo cerrado durante quince días. Quince días va a suponer mucho dinero perdido. Todo va a salir bien, añade Yolanda.

Mentira. Estamos ya a abril y han alargado el confinamiento. Se acercaba Semana Santa y esa semana la teníamos de esperanza para recuperar todo el dinero perdido durante esos quince días. Pues no hubo semana santa. La situación no mejoraba nada, absolutamente nada. Antes tenía el dinero justito para pagar los gastos de mi negocio y de mi apartamento, ahora ni para un café tengo. Me di cuenta de que mi situación no mejoraba cuando estaba haciendo la compra y me negaron la tarjeta, tuve que pagar con el poco dinero en efectivo que tenía.  Comencé a ir a sitios donde te daban ayudas, y estaban a reventar. Vecinos y conocidos míos del bar hacían la misma cola que yo para tener un plato de comida. Las ayudas que darían para negocios como el mío no llegaron.

 

Veinte de mayo y anuncian que dentro de poco podrán abrir bares. Veintiséis de mayo, es el día. Me arreglo y a primera hora ya estamos Fernando, Yoli y yo con las pilas puestas. No lo he mencionado, pero Samuel, uno de los camareros ha dejado su puesto de trabajo, sinceramente me venía de perlas porque no tenía ni idea de cómo iba a pagarles a los tres.

 

El primer día apenas viene gente, pero sacamos algo de dinero, nada mal. Yo voy a trabajar todos os días excepto el viernes, ellos van turnando días, pero los viernes, sábados y domingos tienen que venir durante toda la jornada de tarde. Siento que les estoy quitando tiempo de su juventud, tienen veinticuatro y veintisiete años, quitarles el fin de semana de descanso me parece cruel, pero los necesito, y ellos a mí también. Los viernes no los tengo libres del todo, voy a aprovechar mis habilidades en matemáticas para darle clases particulares a la hija de mi vecina. A cambio me va a pagar quince euros la hora. Algo es algo.

 

Ya estamos a mediados de julio y llevamos esto de levantar el negocio con el dinero justo. La semana pasada a Fernando le subieron el alquiler de la casa, no lo pudo pagar. Ahora esta viviendo conmigo, y nos repartimos los pagos. Es una buena forma de afrontar la mala situación que llevamos. Vamos regular con el bar, con el paso del tiempo se ha ido llenando y ya vamos teniendo más clientela, no la misma de antes porque no se puede pero vamos arrancando y saliendo del fango. Hoy estoy de buen humor, voy a publicar un tweet: ¡¡Arrancando como se pueda siempre con una sonrisa!!

 

Septiembre. La madre de Fernando esta fatal. Parece que ha pillado el Coronavirus. Va a casa de sus padres a cuidar de sus hermanos mientras su madre esta en la UCI. Me quedo sola. Veinte de septiembre en la bar y Yoli pone las noticias. Nuestro barrio otra vez a casa, nuestro bar vuelve a echar el cierre. Está pasando esto otra vez. Y esta vez no se como voy a levantarlo todo. Fernando no me puede ayudar con los gastos de la casa y ya llevamos desde finales de octubre con la carta de que como no paguemos nos desahucian. Voy con agua al cuello.

 

Ya es octubre y ya puedo volver a trabajar y además he conseguido que me dejen aguantar en casa una semana más y podre pagar este mes y el anterior. Soy un desastre pero no sé que pretenden que haga si ni una sola ayuda he recibido. Me enciendo un cigarro antes de subir a la casa de la vecina. Cuando la estaba explicando los problemas con sistemas de ecuaciones, suena mi teléfono, es Yoli, acaban de ponerles una multa por exceso de personas en la terraza. Entre 600 y 3.000 euros de multa. Necesito pensar. Voy abajo, pienso y pienso en como voy a resolver todo esto. Estoy acorralada. El agobio me hace sudar y noto como las gotas de sudor corren por mi frente. Calo tras calo, no me doy cuenta de cuantos cigarros llevo. Llego a la conclusión de que lo tengo todo perdido. Ni si quiera puedo recurrir a mi familia porque llevo meses sin preocuparme por ver a mis padres.

 

Estoy en la azotea de mi bloque de viviendas, y a la par que se consume mi cigarro las lágrimas caen por mis mejillas.  No hay color en nada, todo se asemeja al humo del cigarro, triste, gris y espectral. Soy una egoísta por todo. Con Yoli y Fernando, con mi propia familia. Tengo más miedo a mi situación actual que a la muerte. Cojo el teléfono, y publico un tweet que dice: Perdón por mi egoísmo y por dejaros solos. El aire corre en mi contra, y de la nada… Oscuridad.

 

 

Ainhoa Soto García, 1ª Bachillerato A, 1 de noviembre de 2020

 

 

 

 

 

 

 

 


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