Javier Chacón (Una comida familiar atípica)


 

UNA COMIDA FAMILIAR ATÍPICA

 

Aún recuerdo ese calor sevillano “infernal” que sin ser todavía verano nos dejaba casi sin respiración. Mi familia y yo paseábamos cerca de la Giralda de Sevilla a orillas del río Guadalquivir esperando con gran ilusión encontrarnos, como todos los años por esas fechas, con África, la prima de mi padre y como no con sus hijos, nuestros adorables y divertidos “primos sevillanos”.  Se hicieron esperar, pero tan ansiada espera merecía la pena. Besos, abrazos y la confirmación de tan esperado plan: “Tasca Manolo” para comer los riquísimos y únicos flamenquines rellenos de salmorejo. Pero este año iba a ser diferente a los demás y ya os aseguro que lo fue.

 

Tras la euforia del reencuentro, mi tía África, como así la llamamos, nos anunció que su hermana -obviamente también prima de mi padre- vendría  junto con su marido e hija a comer con nosotros. Mi padre con cara de asombro mostró gran alegría pues hacía más de una década que no la veía. Mis hermanos y yo, intrigados, preguntamos disimuladamente a mi madre quiénes venían a la comida, pero de forma inmediata y fulminante nos respondió con una penetrante e inquisidora mirada que sin pronunciar palabra entendimos que no era el mejor momento de preguntar.

 

Así nos dispusimos camino a la Tasca, la intriga se fue disipando a medida que nos íbamos acercando al restaurante y nuestro pensamiento sólo se iba centrando  en la imagen del inmenso y colosal flamenquín. La imagen del flamenquín desapareció de repente cuando al entrar vimos sentados a la desconocida prima de mi padre, junto con su marido e hija. Vestidos como si de una boda se tratara contrastaban con nuestros vaqueros y camisetas de algodón. Justo en ese momento, empecé a darme cuenta de quién se trataba: debía ser esa prima, Mavi, de la que alguna vez había escuchado hablar a mis padres sobre su elevado nivel económico que tanto contrastaba con el de mi tía África. Esa prima casada con un gran empresario que vivía en un palacete en el centro del Barrio de Triana.

 

De nuevo abrazos, besos y más besos. Todo apuntaba a una divertida y amena comida, pero estaba equivocado. Las ganas de nuestros mayores por ponerse al día después de tanto tiempo, hacían que las conversaciones se quedarán a medio terminar, excepto aquella en la que el gran empresario se dispuso a contar con gran pasión su trayectoria profesional en la empresa en la que llevaba trabajando más de 8 años. En un principio, mi hermano y yo, no entendíamos nada pues creímos que trabajaba en un estanco vendiendo sellos, pero pronto empezó a hablar de inversión, tipos de interés, mercado, accionistas,… lo que distrajo nuestra atención. Minutos después  llegó el camarero con el ansiado flamenquín por lo que toda la conversación de la mesa giro entorno a lo riquísimo que estaba cada uno de los platos que de forma intermitente iba trayendo el camarero.

 

De pronto, apenas habíamos empezado con los postres y el café, sonó una llamada que salía del bolsillo del pantalón del marido de la prima de mi padre. Un silencio se hizo en la mesa y en casi todo el restaurante. De pronto, éste  sacó un artilugio pequeño y rectangular y empezó a hablar. ¡Se trataba de un móvil que, en aquella época, era privilegio de unos cuantos! Del silencio a la expectación y de ésta al susurro y de ahí, de nuevo al bullicio propio del restaurante, excepto nuestra mesa que permanecía en silencio ante la cara blanca y pálida del empresario.

 

Una llamada corta, pero suficiente para tener que abandonar de forma precipitada la comida familiar. Una despedida seria y escueta y un “luego te llamaré” a su mujer, precedieron a una huida rápida en su espectacular Jaguar que por arte de magia estaba ya esperándole en la puerta.

 

Terminamos los postres y el café y aunque la idea era ir a pasear todos juntos por la preciosa Plaza de España, las dos primas de mi padre preocupadas por la situación, decidieron no acompañarnos. Con destinos distintos, nos despedimos hasta supuestamente vernos en verano en el apartamento de mis abuelos en Fuengirola. Digo supuestamente pues el reencuentro fue más pronto de lo esperado.

 

Mis padres sin ser conocedores del motivo de la llamada, pronto se percataron de lo ocurrido. Sus sospechas se confirmarían tan sólo un par de horas más tarde cuando, tras el paseo por la Plaza de España, al llegar a la habitación del hotel  y poner las noticias, todas ellas hacían referencia a la empresa del marido de la prima de mi padre: “FORUM FILATÉLICO era intervenido por un agujero patrimonial de 3.500 millones de euros”.

 

No habíamos terminado de ver las noticas, cuando mi tía África llamó a mi madre para quedar en la recepción del hotel.

 

No tardó ni quince minutos. Sólo mis padres bajaron a verla. La cara de mi madre cuando volvió a la habitación reflejaba la gravedad de la situación.

 

¡Era de prever! ¡Era cuestión de tiempo! Fueron las palabras de mi madre.

 

De las noticias deduje que el trabajo del marido de la prima de mi padre peligraba. Pero tras escuchar a mis padres, lo que menos preocupaba en esos momentos a mi familia era su trabajo.

 

¿Cómo hacía apenas unas cuantas horas, podía semejante empresario expresar tanta satisfacción y orgullo por su empresa? Mis padres nos explicaron que miles de personas, clientes de su empresa, estaban arruinadas. La empresa les prometió rentabilidades muy altas de la revalorización de los sellos en los que decían que invertían el dinero de sus clientes, sellos que en muchos casos ni existían.

 

Pero no sólo había arruinado a miles de clientes, sino también asimismo y a su propia familia.  Se había convertido en la víctima de su propia mentira.

 

Los ahorros de toda una vida de su suegro desaparecieron en cuestión de segundos así como sus planes de futuro como jubilado y, por contra, aparecieron todo tipo de sentimientos derivados de la impotencia por la confianza depositada en su yerno todos estos años.

 

Fueron días, semanas, meses e incluso años muy duros. Después de lo ocurrido no quedaba más que el consuelo de pensar que la salud es lo más importante.

 

Han pasado más de 15 años. Aquella llamada de teléfono de la que fui testigo cambió en cuestión de segundos la vida de la prima “rica” de mi padre. Tras varios intentos por salvar su matrimonio, hoy está divorciada, vive con sus padres e hija en un modesto piso de un modesto barrio de Sevilla. De su marido poco sabemos. El tío de mi padre recuperó parte de sus ahorros. Y nosotros, desde entonces en la Tasca Manolo disfrutamos de la compañía de la que ahora llamamos tía Mavi y de nuestra nueva  prima sevillana, Lucía.

 

Javier Chacón 1º”B” bachillerato

2-10-2020

 
Y termino con uno de los tantos refranes de mi abuelo Luis: “Nadie da duros por pesetas” o mejor dicho “Nadie da euros por céntimos”.


Comentarios

  1. Qué buen relato señor Chacón, me sirvió como inspiración de vida. El mejor de todos.

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  2. Increíble es la palabra que lo define, que dotes literarias tiene este chico, sigue así.

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  3. La verdad que las figuras utilizadas son sinceramente exquisitas y dignas de admirar de un niño. Siga así que llegará muy lejos.

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