Tomás Navalpotro (El fin de Venus)

 



EL FIN DE VENUS

 

Pufff, otro día más viviendo en este infierno” pensó Menelik al salir del régimen de descanso programado para conseguir reponerse ante la ausencia de ciclos nocturnos.

 

Desde hace 2.000 años la situación en Venus ha ido empeorando. Las erupciones volcánicas son cada vez más frecuentes y la temperatura del planeta no cesa de aumentar. El último episodio volcánico destruyó el ochenta y cinco por ciento del planeta y los pocos supervivientes se afanan en conseguir recursos, cada vez más escasos, y en encontrar una vía de escape antes de que sea demasiado tarde.

 

Menelik es un pequeño venusiano de siete años que vive con sus padres en el refugio de Coupon desde que tenía un año.  Antes, cuando su hermano Tiaret vivía, su casa era una continua maraña de conversaciones cruzadas, carreras para llegar a la escuela a tiempo y anécdotas sin igual.  Sin embargo, desde que Tiaret falleció trágicamente en la última erupción de hace tres años, un manto de tristeza se ha apoderado de todos los rincones de la casa. Menelik ya no recuerda cuándo fue la última vez que vio sonreír a sus padres y aunque intentan ocultarle su preocupación por evitar que Menelik corra la misma suerte que su hermano, el temor se refleja en sus rostros.

 

Eso es parte del infierno que vive Menelik, a lo que se suma la creciente temperatura, que actualmente ronda los 90 grados y la escasez de agua y alimentos, cada vez más preocupante.  Tras las últimas catástrofes volcánicas que produjeron la destrucción de los cultivos y mayor parte de la industria del planeta, apenas quedan recursos para los pocos supervivientes. El banco de suministro de agua sufre en los últimos tiempos más atentados que durante toda su existencia.

 

La falta de seguridad amenaza con desencadenar una guerra civil que acabaría con los venusianos antes de que lo haga la hambruna.

 

A todo esto, se suma la progresiva degradación de la atmósfera, apenas respirable y del creciente calor sofocante que avanza inexorable y amenaza con devorar el planeta. Los venusianos se lamentan de haber enojado a la Gran Bola Amarilla provocando que, en su ira incontrolable, intente acabar con ellos.

La vida es cada vez más difícil. La muerte acecha en cada rincón.

 

No quiero salir de la cama. No quiero volver a escucharlo”, se lamentó Menelik angustiado. “Ayer la maestra en la escuela y las noticias no cesaron de repetirnos que la vida tal y como la conocemos está llegando a su fin.

 

“Después de que la maestra nos informara de lo anterior estuve hablando con mi amigo Rodak en el recreo y me contó lo que había escuchado en el telediario. Según él, en el noticiario habían dicho que en el planeta de al lado, al que al parecer han llamado Tierra, hay vida. El que nos fuéramos allí es la mejor opción si queremos sobrevivir porque parece que hay recursos para todos. Pero dicen que el tiempo es escaso y a pesar de los esfuerzos de la AVS (Agencia Venusiana de Seguridad) no se consigue avanzar.  Decenas de los mejores científicos están trabajando en ello. La AVS intentó construir una réplica artificial de Venus, que pudiera cobijar a todos los venusianos, pero este proyecto fracasó porque el confinamiento de todos en un espacio tan limitado y pequeño solo adelantaría lo inevitable, la guerra civil.

 

Por ello, pensaron que el establecimiento en otro lugar con condiciones más aptas para vivir sería la mejor opción. Con ese objetivo, hace un año lanzaron un cohete con destino a La Tierra, pero fue interceptado por motivos que aún hoy se desconocen. Además, no sabemos qué encontraremos en ese planeta. Sabemos que hay vida, pero desconocemos cómo son los seres que allí habitan y sus intenciones.

 

Una cámara instalada en el satélite Bakena XX , enviado de expedición, mostró imágenes de unos seres muy extraños: parece que son muy grandes, unos van solos y no tienen brazos pero sí una cabeza muy grande, además de una cola sin utilidad. Otros van en grupo y tienen plumas, pero son más pequeños. Luchan entre ellos, si bien, a diferencia de nosotros, usan sus dientes y garras o cuernos. Usan un idioma muy raro, solo gritan y alguno hasta puede volar. Su comportamiento no es muy inteligente, aunque no se sabe si están solos.

 

El satélite sí pudo llegar hasta ese planeta, aunque no parece posible todavía que una nave de transporte pueda realizar con éxito un viaje hasta allí cargada de cientos de venusianos y enseres.

 

Por otra parte, hay rumores de que la AVS capturó y tiene escondidos algunos de estos seres para su estudio, aunque hoy en día no puedes creer nada de lo que dicen, a no ser que haya pruebas de lo contrario.”

 

-¡Menelik!- la voz de su madre sacó al niño de su ensimismamiento- ¡Menelik, baja que vas a llegar tarde!.

 

Menelik bajó y tras tomarse un apresurado desayuno se dirigió al colegio. Antes de ello se despidió de su madre asolado por un terrible presentimiento tras las noticias del día anterior.  Las calles estaban inusualmente silenciosas y vacías ese día. Una cortina de calurosa niebla dificultaba la visibilidad y el avance. Se trataba de un humo diferente al de otras ocasiones: era denso y el olor a azufre penetraba en los pulmones a pesar de la máscara protectora frente a gases.  

 

Menelik se quedó atónito ante una conversación que escuchó de camino a la escuela. El reloj del Apocalipsis marcaba tres horas. Todos sabían lo que eso significaba. Según los expertos, este reloj vaticinaba cuándo se produciría el Apocalipsis. Estaba custodiado por patrullas reales que disparaban a cualquiera que se acercara a menos de cien metros de la Sala del Reloj. Eso significaba que dentro de tres horas estallaría el Apocalipsis. A Menelik le sorprendió que la gente aún se creyera tales estupideces que se difundían desde la casa real. Estaba convencido de que estas sandeces solo eran una artimaña del Rey para tener sometida a la población a través del miedo. Era imposible que un reloj, por muy tecnológicamente avanzado que fuera, pudiera determinar la extinción de una especie tan desarrollada intelectualmente.

 

Al llegar a la escuela, como todas las mañanas, hicieron la rutina de ejercicios y de manera extraordinaria, la maestra les explicó el protocolo de evacuación en caso de que ocurriera alguna catástrofe. Menelik no podía creer que su profesora fuera tan ingenua como para creerse las patrañas divulgadas por el Rey. El día transcurría normalmente hasta que en la tercera hora de clase la alarma se activó y empezó la evacuación. No se lo podía creer; por una vez lo que había dicho el rey era cierto. El suelo temblaba, el humo cubría el cielo y la lava se expandía por la superficie del planeta. Menelik corrió a su casa, pero cuando llegó era demasiado tarde. Los cuerpos de sus padres, con el rostro tan deformado que eran irreconocibles, yacían inertes en la puerta de entrada. No pudo hacer otra cosa que llorar y gritar ante tal desgracia. Después se serenó con la certeza del que sabe lo que le espera irremediablemente. Se tumbó a su lado y exhalando su último aliento mientras era devorado por la lava, sonrió. Al fin iba a vivir feliz en el otro mundo en compañía de sus padres.

 

 

Tomás Navalpotro Conde 1º BACH A 11/2020


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