Blas Leyra (190 y mi padre)

 


 

190… Y MI PADRE

Tengo nueve años. Las ventanas de mi cuarto dan a la estación de tren de Santa Eugenia. Dice mi madre que la casa entera retumbó aquella mañana, pero yo no lo recuerdo. Sí sé que me levanté rápido porque oí los gritos de mi madre viendo la televisión. Había como una nebulosa flotando en el aire. No era humo. Vi llegar a las ambulancias. A la Policía. Pensaba que algo iba mal, porque todo el mundo me rehuía. Y yo preguntaba, pero nadie contestaba. ¿Y papá?

 

Hay cosas que no recuerdo bien, pero sí que yo iba por la casa tratando de encontrar respuestas. Mis tías y mis tíos vinieron a casa. Todos hablaban bajo, había mucho murmullo, muchas llamadas, puertas cerradas.

—¿Tú crees que le ha pasado algo a mi padre?, le pregunté a mi tía Inés esa misma noche.

—No sé, tú duérmete.

—Papá se ha ido al cielo, me dijo la tía Ana al día siguiente.

—¿Y por qué?

—Porque ha habido personas malas que han puesto unas bombas y se lo han llevado.

– ¿Y por qué?

—Eso es complicado de explicar.

—¿Y por qué?

 

A partir de ese día hubo muchos porqués sin respuesta.

Tardé tiempo en saber que ese 11 de marzo de 2004 en Madrid tuvo lugar uno de los atentados terroristas más sangrientos vividos en España nunca, que en él murieron 191 personas y 1.857 resultaron heridas; que fueron 10 explosiones en cuatro trenes distintos de la red de cercanías; que todo ocurrió entre las 7.37 y las 7.40; que hubo varias explosiones: primero tres bombas en Atocha, después dos en El Pozo y cuatro en la calle Téllez, y en Santa Eugenia solo una; que quedaban tres días para unas elecciones generales… pero sobre supe todo que mi padre nunca más volvería.

 

Habría estado bien que alguien me hubiera contado la verdad. Con toda su crudeza. Por mucho daño que hiciera. Pero como no me lo contaron, me puse a investigar por mi cuenta. Me puse a leer y a leer. Vi artículos que no me hicieron ningún bien. En los periódicos, en Internet... Siendo una cría. Ponía ‘atentado de 11-M’ o ‘trenes’ meses después y veía cosas tremendas.

 

Con 11 años mi madre me llevó al psicólogo, porque decía que no lloraba. Con 12 vivía una auténtica obsesión. Me veía en Youtube todas las imágenes de las cámaras de seguridad de Atocha, me volví a ver todos los diarios de ese día, anuarios, recortes, revistas... Quería enterarme de la verdad. Me debían una verdad.

 

De tanto leer me aprendí los nombres y apellidos de todas y cada una de las víctimas: Eva Belén Abad, Óscar Abril, Liliana Guillermina Acero, Florencio Aguado, Juan Alberto Alonso … por orden alfabético. Y también los nombres de los terroristas: Jamal, Otman, Hassan….

 

Mi padre se llamaba Esteban de Benito. Era técnico de Telefónica. Tenía 39 años el día que tomó su último tren. Era del Atleti. De él, además de muchas fotos, conservo otras cosas: su carné del gimnasio, su cartera, una pulsera de oro, un jersey suyo de color beige, de pico y con una cenefa azul en el puño. Me queda enorme, pero me lo pongo en casa porque me hace sentir bien.

 

Tuve que ser fuerte, pero aprendí de mi madre.  Ella es la mujer más fuerte del mundo. Superó un cáncer hace poco. Le quitaron el útero. Ha sido capaz de sacarnos adelante a mi hermana y a mí. No le he visto una lágrima jamás. Ni en aquellos años. Ni en éstos.

  

Dejé de montar en tren ocho años. Hasta el 11 de marzo de 2012. Ese día, a la misma hora en la que fueron los atentados, cogí el mismo tren que solía coger mi padre. Desde Santa Eugenia hasta Atocha. Recuerdo que había mucha gente con los ojos cerrados.

 

Pero yo lo miré todo. Y lo recordé todo.

Papá, te echo de menos.

(Adaptación de la entrevista de Pedro Simón a Vera de Benito en el diario El Mundo con motivo del X Aniversario de los atentados del 11-M)

  

Blas Leyra Rodríguez, 4ª F

3 de febrero de 2021


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