Cecilia Vilches (Yo en dos caras)


YO EN DOS CARAS

Todo empieza con 14 años cuando mis padres me dicen que mi hermano se va a ir a estudiar al extranjero un año. En ese momento deseaba que mi hermano se fuera y que iba a estar sola en casa cuando mis padres no estuviesen.

 

Todo bien hasta que empiezo tercero de la eso. Un nuevo curso con las mismas amigas, pero diferentes profesores. Empecé a suspender y como era hija única en ese momento todas las miradas iban hacia mí. Pasé el primer trimestre y me quedaron dos, pero enseguida las recuperé y no les di mucha importancia. Seguía entrenando de lunes a sábado sin saltarme ningún entreno hasta que llegaron las notas del segundo trimestre. Suspendí cuatro asignaturas y no me sorprendió. Los que se sorprendieron fueron mis padres. Ese mismo día mi padre me iba a ir a recoger de natación y pensé que no me iba a echar la bronca, pero como buen padre, su deber era echarme la bronca ya que estaba punto de repetir el curso si no cambiaba.

 

Tuve que de seis días de entrenamiento pasar a tres y estudiar más pero aun así no aprobaba. Mi entrenador me decía que tenía que ir más a entrenar y cada vez que no iba me mandaba un mensaje. Echaba de menos a mi hermano, le necesitaba en casa. Lo que estudiaba no me gustaba y eso hacía que me diera más igual las notas. Terminé el curso sin ninguna para septiembre. Ese era mi objetivo ya que el año que viene me iba a tocar a mí irme a Canadá. El verano que tuve antes de irme a Canadá no fue de los mejores ya que me recordaban que tenía que sacar buenas notas y que mis padres no iban a estar ahí para decirme si lo estaba haciendo bien o mal.

 

 Ahora me tocaba a mi irme al extranjero sin nadie y hablando un idioma que yo apenas entendía. Llegue a Canadá sintiéndome sola y que iba a estar sola durante todo el año. Empecé a tener muchas más inseguridades y me costó muchísimo abrirme. Conocí a mi familia que estaba compuesta por una madre y otra estudiante de intercambio de Alemania. Al principio me daba vergüenza hablarlas. Poco a poco fui abriéndome más con ellas y finalmente se convirtieron en mis mejores amigas.

 

 Iba con mi hermana alemana al colegio todos los días y siempre nos contábamos cotilleos sobre la gente del colegio. Empecé a entrenar desde las 6:00 de la mañana hasta las 8:00 y luego por la tarde de 13:30 a 16:00. Eran muchas horas dedicándome a lo que más me hacía feliz que era la natación. Me encantaba levantarme temprano para ir a entrenar con mis amigas. Empecé a darme cuenta de que los estudios son muy importantes y que podía perfectamente congeniar mis estudios con la natación.

 

Hice muchos amigos tanto canadienses como de diferentes partes del mundo. Me sentía super identificados con los extranjeros porque estaban viviendo la misma experiencia que yo. Pero a finales de diciembre principios de enero empecé a echar de menos a mi familia real y con lágrimas en los ojos les escribí una carta que nunca les llegó porque no tuve el valor para poder enviársela. Hacía videollamada con ellos los domingos y les contaba anécdotas de todo lo que me pasaba. Mi vida en Canadá era de persona independiente, y cada cosa que mis padres hacían por mí, ahora me tocaba a mí hacerla sin ellos.

 

Se acercaba el 26 de junio que era el día que volaba hacia Madrid. No me quería ir. Sentía que Canadá era mi sitio perfecto para vivir. Pero como dicen, todo lo bueno se acaba. Un mes antes de irme de Canadá me puse unos retos para el año porque iba a empezar primero de bachillerato. Uno de esos retos era ir a entrenar de lunes a sábado y a la vez sacar buenas notas.

 

Finalmente volé y me reencontré con mi familia. Llegué de Canadá con una mentalidad completamente diferente a la que tenía antes. Me apunté a unas clases de junio para que en bachillerato no me fuera tan mal. Este verano fue muy diferente a los demás, pero sin duda fue uno de los mejores veranos que he tenido.

 

Llegó el 8 de septiembre, cuando una tragedia pasa. Justo el día siguiente empezaba el colegio. No tenía fuerzas para ir. Mis padres lo entendieron y me dejaron no ir al colegio. Ya, un martes empecé el colegio y yo estaba muy nerviosa de como me iba a salir el curso. Los retos que me puse en Canadá los estaba consiguiendo. Estaba yendo a entrenar todos los días y las notas que sacaba eran buenas. Mis padres se sorprendieron al ver mis notas. No se lo creían. ¿Qué cosa te puede hacer más feliz que ver a tus padres orgullosos de ti?

 

Me cambié de club para entrenar más y mis amigas siempre me preguntan que como es que tienes tiempo para entrenar más y sinceramente siempre digo que si te organizas todo es posible. Gracias a todos los cambiamos que he hecho en mi vida y todas las consecuencias que he tenido que asumir puedo decir que soy feliz y que no debería de existir el miedo al cambio, pero siempre dejando la puerta abierta en caso de que el cambio que esperabas no vaya como tú quieres.

 

La vida muchas veces te pone obstáculos, pero tienes que afrontarlos. Yo solo vivo para que el día de mañana recuerde todo el esfuerzo de le dediqué a las cosas y mejor vivir el momento que pensar en el futuro. No tengo planes de futuro, pero sí que hay que empezar a elegir nuestros caminos.

Cecilia Vilches 1A 04/02/21

 

 

 

 

 

 

 

 

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