Juan Asúa (Nada es lo que parece)


 

NADA ES LO QUE PARECE

 

Todo ocurrió una calurosa tarde de verano en una tranquila urbanización de un pequeño pueblo de la costa de Murcia. Era mediados de agosto y la urbanización, como todos los años, estaba repleta de vecinos y veraneantes que entraban y salían hacia la playa, las calas o a caminar por el paseo marítimo. Todo dentro de una aparente normalidad.

 

Había, sin embargo, un detalle que hacía que algo fuera diferente, un olor realmente fuerte que comenzaba a notarse por toda la urbanización. Pasados los días el olor continuaba invadiéndolo todo y era cada día más fuerte e insoportable, así que, un grupo de vecinos comenzó a inquietarse por ese horrible olor y empezó a investigar de donde podía proceder.

 

Las averiguaciones comenzaron con los pesticidas, abonos y otros productos para el cuidado del jardín, pero de ahí no provenía ese particular olor, continuaron con el gas y los productos de cuidado de la piscina, pero tampoco era esa la procedencia del olor, por lo que los vecinos decidieron ir piso por piso de los dos edificios para identificar la procedencia del olor.

 

La búsqueda comenzó por el edificio A pudiéndose comprobar que el olor no venía de ninguna de las dos letras, A y B, de los pisos de ese edificio por lo que, la búsqueda continuó por el edificio B, el mas lejano a la entrada. El grupo de vecinos continuó su búsqueda en el edificio B, recorriendo del bajo hasta el cuarto. Fue precisamente, en la letra C del edificio B, última planta revisada, donde pudieron comprobar que un horrible olor a carne podrida salía por debajo de la puerta.

 

Uno de los vecinos comenzó a llamar insistentemente a la puerta para comprobar si el olor venía realmente del interior de la casa, pero, tras unos cuantos intentos, se marcharon sin éxito ya que nadie respondió a la llamada. Justo cuando el grupo abandonaba el edificio, sin saber que ocurría, llegaba el presidente de la comunidad que, tras ser informado de lo que ocurría, les contó a los vecinos que en ese piso vivía una señora, sola, a la que llevaba casi un mes sin ver y cuyo coche no se había movido del garaje.

 

Los vecinos comenzaron a preocuparse, preocupación que se incrementó cuando, la vecina del primero A,  comentó que su hijo adolescente, que pasaba las noches estudiando en una habitación cuya ventana da a la puerta de entrada de la urbanización y del parking, le había comentado que algunas noches de esa misma semana había visto cómo, un señor muy alto y con gorra, a eso de las tres de la mañana, sacaba arrastrando, bolsas de basura negras que parecían muy pesadas y que a su paso dejaban un rastro húmedo. Las bolsas las introducía en una furgoneta blanca que salía a toda velocidad por las pequeñas calles empinadas en las que se encuentra la urbanización. 

 

Los vecinos comenzaban a apelotonarse a la entrada de la urbanización ante el fuerte el olor y las noticias que corrían ya por todas las casas. Una vecina adolescente, cuya hora de llegada a casa eran las 3 de la mañana, pudo confirmar que había visto una furgoneta blanca abandonar, a gran velocidad, la zona cercana a la urbanización cuando ella llegaba a casa por la noche.

 

Ante las nuevas noticias, que la vecina no abría la puerta y que el olor era cada vez más insoportable, el presidente de la comunidad decidió llamar a la Guardia Civil, que afortunadamente tiene una casa cuartel en el mismo pueblo, por lo que se personó en la urbanización a los diez minutos de recibir la llamada.

 

Los vecinos les contaron en detalle todo lo que había ocurrido en los últimos días, los testimonios de los dos vecinos adolescentes y como el olor no cesaba y tenían la certeza de que venía del piso a cuya propietaria no había sido vista en el último mes.  Tras realizar numerosas preguntas, subir personalmente a la casa de la que procedía el olor y, poder comprobar las marcas de suciedad dejadas por las bolsas de basura húmedas, los guardias civiles decidieron que era momento de entrar en la vivienda ante el riesgo de que pudiera estar ocurriendo algo grave en su interior.

 

Comenzó entonces a correr el rumor de que en ese piso había un cadáver. Era el momento de ver como acceder a la vivienda, la primera opción fue llamar al administrador de la finca por si pudiera tener copia de las llaves, no hubo éxito, la segunda, llamar al vecino de cuarto B por si se pudiera acceder por su terraza, tampoco hubo éxito ya que ese vecino pasa sus vacaciones fuera del pueblo, por lo que la Guardia Civil, llamó a los bomberos del parque más cercano para que fueran a abrir la vivienda.

 

La llegada de los bomberos se hizo esperar, fue muy emocionante e hizo que, a los vecinos de la urbanización se unieran vecinos de las urbanizaciones cercanas para ver lo que estaba sucediendo.

 

Tras explorar distintas formas para entrar en la casa, los bomberos vieron como única opción descolgarse por la azotea por lo que, dos bomberos, bien protegidos con sus cascos y arneses, se descolgaron desde la azotea hasta la terraza de la casa para poder acceder por la puerta de cristal que da a la terraza. En ese momento ya era de noche, por lo que los bomberos eran iluminados por un foco desde el jardín que hacía la entrada a la vivienda fuera casi de película. El olor en la vivienda era tan fuerte que los bomberos solo pudieron abrir todas las ventanas y atravesar la casa corriendo hasta la puerta principal para abrirla y dar acceso a la guardia civil. El olor y la falta de higiene de la vivienda era tan horrible que se tuvo que unir a la pareja de la Guardia Civil y bomberos un equipo de guardias civiles con equipos de protección, mascaras protectores y gafas que fueron los encargados de explorar el interior de la vivienda.

 

Tras una larga exploración se resolvió uno de los misterios, el olor a carne podrida sí provenía del interior de la vivienda, pero no procedía de un cadáver, sino de grandes cantidades de carne podrida desperdigada por toda la vivienda, de restos de comida dentro de una nevera y congelador abiertos y de cantidades inmensas de basura localizadas por todas partes.

 

Resuelto el primer misterio aún quedaban por resolver otros misterios, ¿dónde estaba la vecina?, ¿quién era el señor de la gorra y la furgoneta blanca?, y ¿por qué se acumulaba tanta cantidad de basura en la vivienda?

 

Cuando la guardia civil había resuelto el primer misterio, todo lo ocurrido ya había llegado al centro del pueblo, a escasos diez minutos andando de la urbanización, y así es cómo se enteró de lo ocurrido el joven hijo de la dueña del cuarto C. A todo correr desde el centro del pueblo el hijo se dirigió a la urbanización para hablar con la guardia civil y, nervioso y jadeante, resolvió el resto de los misterios.

 

Su madre tenía el síndrome de Diógenes lo que le hacía acumular gran cantidad de basura que justificaba el estado de su casa, ante la gravedad de la situación su madre había sido internada en su psiquiátrico para curarse y por eso no se le veía por la urbanización desde hace tiempo y, ante la vergüenza que le producía la situación era él, por las noches, el que, a escondidas de los vecinos, con una gorra limpiaba la casa sacando la basura en grandes bolsas, que metía en la furgoneta blanca.

 

Hasta esa semana la situación había pasado desapercibida, pero, al comenzar la limpieza, el olor que se acumulaba en la casa se espació por la urbanización y el gran secreto salió a la luz. Sin duda una tarde de verano interesante en la que lo que sucedió al final no era ni parecido a lo que se pensó en un principio ni, mucho menos, a lo que la imaginación de los vecinos pudo inventar a la largo de esa larga tarde.

 

Juan Asúa

4º ESO E

2ª Evaluación

Febrero 2021


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