NADA
ES LO QUE PARECE
Todo ocurrió una calurosa
tarde de verano en una tranquila urbanización de un pequeño pueblo de la costa
de Murcia. Era mediados de agosto y la urbanización, como todos los años,
estaba repleta de vecinos y veraneantes que entraban y salían hacia la playa, las
calas o a caminar por el paseo marítimo. Todo dentro de una aparente normalidad.
Había, sin embargo, un
detalle que hacía que algo fuera diferente, un olor realmente fuerte que
comenzaba a notarse por toda la urbanización. Pasados los días el olor
continuaba invadiéndolo todo y era cada día más fuerte e insoportable, así que,
un grupo de vecinos comenzó a inquietarse por ese horrible olor y empezó a
investigar de donde podía proceder.
Las averiguaciones
comenzaron con los pesticidas, abonos y otros productos para el cuidado del jardín,
pero de ahí no provenía ese particular olor, continuaron con el gas y los
productos de cuidado de la piscina, pero tampoco era esa la procedencia del olor,
por lo que los vecinos decidieron ir piso por piso de los dos edificios para
identificar la procedencia del olor.
La búsqueda comenzó por
el edificio A pudiéndose comprobar que el olor no venía de ninguna de las dos
letras, A y B, de los pisos de ese edificio por lo que, la búsqueda continuó
por el edificio B, el mas lejano a la entrada. El grupo de vecinos continuó su
búsqueda en el edificio B, recorriendo del bajo hasta el cuarto. Fue
precisamente, en la letra C del edificio B, última planta revisada, donde
pudieron comprobar que un horrible olor a carne podrida salía por debajo de la
puerta.
Uno de los vecinos
comenzó a llamar insistentemente a la puerta para comprobar si el olor venía
realmente del interior de la casa, pero, tras unos cuantos intentos, se
marcharon sin éxito ya que nadie respondió a la llamada. Justo cuando el grupo
abandonaba el edificio, sin saber que ocurría, llegaba el presidente de la comunidad
que, tras ser informado de lo que ocurría, les contó a los vecinos que en ese
piso vivía una señora, sola, a la que llevaba casi un mes sin ver y cuyo coche
no se había movido del garaje.
Los vecinos comenzaron a
preocuparse, preocupación que se incrementó cuando, la vecina del primero
A, comentó que su hijo adolescente, que
pasaba las noches estudiando en una habitación cuya ventana da a la puerta de
entrada de la urbanización y del parking, le había comentado que algunas noches
de esa misma semana había visto cómo, un señor muy alto y con gorra, a eso de
las tres de la mañana, sacaba arrastrando, bolsas de basura negras que parecían
muy pesadas y que a su paso dejaban un rastro húmedo. Las bolsas las introducía
en una furgoneta blanca que salía a toda velocidad por las pequeñas calles
empinadas en las que se encuentra la urbanización.
Los vecinos comenzaban a apelotonarse
a la entrada de la urbanización ante el fuerte el olor y las noticias que
corrían ya por todas las casas. Una vecina adolescente, cuya hora de llegada a
casa eran las 3 de la mañana, pudo confirmar que había visto una furgoneta
blanca abandonar, a gran velocidad, la zona cercana a la urbanización cuando
ella llegaba a casa por la noche.
Ante las nuevas noticias,
que la vecina no abría la puerta y que el olor era cada vez más insoportable,
el presidente de la comunidad decidió llamar a la Guardia Civil, que
afortunadamente tiene una casa cuartel en el mismo pueblo, por lo que se
personó en la urbanización a los diez minutos de recibir la llamada.
Los vecinos les contaron
en detalle todo lo que había ocurrido en los últimos días, los testimonios de
los dos vecinos adolescentes y como el olor no cesaba y tenían la certeza de
que venía del piso a cuya propietaria no había sido vista en el último
mes. Tras realizar numerosas preguntas,
subir personalmente a la casa de la que procedía el olor y, poder comprobar las
marcas de suciedad dejadas por las bolsas de basura húmedas, los guardias
civiles decidieron que era momento de entrar en la vivienda ante el riesgo de
que pudiera estar ocurriendo algo grave en su interior.
Comenzó entonces a correr
el rumor de que en ese piso había un cadáver. Era el momento de ver como
acceder a la vivienda, la primera opción fue llamar al administrador de la
finca por si pudiera tener copia de las llaves, no hubo éxito, la segunda,
llamar al vecino de cuarto B por si se pudiera acceder por su terraza, tampoco
hubo éxito ya que ese vecino pasa sus vacaciones fuera del pueblo, por lo que
la Guardia Civil, llamó a los bomberos del parque más cercano para que fueran a
abrir la vivienda.
La llegada de los bomberos
se hizo esperar, fue muy emocionante e hizo que, a los vecinos de la
urbanización se unieran vecinos de las urbanizaciones cercanas para ver lo que
estaba sucediendo.
Tras explorar distintas
formas para entrar en la casa, los bomberos vieron como única opción
descolgarse por la azotea por lo que, dos bomberos, bien protegidos con sus
cascos y arneses, se descolgaron desde la azotea hasta la terraza de la casa
para poder acceder por la puerta de cristal que da a la terraza. En ese momento
ya era de noche, por lo que los bomberos eran iluminados por un foco desde el
jardín que hacía la entrada a la vivienda fuera casi de película. El olor en la
vivienda era tan fuerte que los bomberos solo pudieron abrir todas las ventanas
y atravesar la casa corriendo hasta la puerta principal para abrirla y dar
acceso a la guardia civil. El olor y la falta de higiene de la vivienda era tan
horrible que se tuvo que unir a la pareja de la Guardia Civil y bomberos un
equipo de guardias civiles con equipos de protección, mascaras protectores y
gafas que fueron los encargados de explorar el interior de la vivienda.
Tras una larga
exploración se resolvió uno de los misterios, el olor a carne podrida sí
provenía del interior de la vivienda, pero no procedía de un cadáver, sino de
grandes cantidades de carne podrida desperdigada por toda la vivienda, de
restos de comida dentro de una nevera y congelador abiertos y de cantidades
inmensas de basura localizadas por todas partes.
Resuelto el primer
misterio aún quedaban por resolver otros misterios, ¿dónde estaba la vecina?, ¿quién
era el señor de la gorra y la furgoneta blanca?, y ¿por qué se acumulaba tanta
cantidad de basura en la vivienda?
Cuando la guardia civil
había resuelto el primer misterio, todo lo ocurrido ya había llegado al centro
del pueblo, a escasos diez minutos andando de la urbanización, y así es cómo se
enteró de lo ocurrido el joven hijo de la dueña del cuarto C. A todo correr desde
el centro del pueblo el hijo se dirigió a la urbanización para hablar con la guardia
civil y, nervioso y jadeante, resolvió el resto de los misterios.
Su madre tenía el síndrome
de Diógenes lo que le hacía acumular gran cantidad de basura que justificaba el
estado de su casa, ante la gravedad de la situación su madre había sido
internada en su psiquiátrico para curarse y por eso no se le veía por la
urbanización desde hace tiempo y, ante la vergüenza que le producía la
situación era él, por las noches, el que, a escondidas de los vecinos, con una
gorra limpiaba la casa sacando la basura en grandes bolsas, que metía en la
furgoneta blanca.
Hasta esa semana la
situación había pasado desapercibida, pero, al comenzar la limpieza, el olor
que se acumulaba en la casa se espació por la urbanización y el gran secreto
salió a la luz. Sin duda una tarde de verano interesante en la que lo que
sucedió al final no era ni parecido a lo que se pensó en un principio ni, mucho
menos, a lo que la imaginación de los vecinos pudo inventar a la largo de esa
larga tarde.
Juan Asúa
4º ESO E
2ª Evaluación
Febrero 2021
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