HASTA QUE NOS VOLVAMOS A VER
17 de enero de 1917
Querido Will, siento la obligación de escribirte, aunque no tenga
mucho que contar. No puedo evitar preguntarme todos los días si estarás bien,
me aliviaría mucho recibir una respuesta, sé que me escribirás tan pronto como
puedas, pero el tiempo pasa tan despacio sin ti a mi lado, espero ansiosa el
fin de esta terrible guerra.
No pienses que estamos demasiado preocupados por ti, sabemos
que Dios está cuidándote para que puedas regresar sano y fuerte a casa, donde
te esperamos con anhelo. Por nuestra parte, estos días no han sido fáciles,
cada vez hay menos pan en la mesa y los ánimos están bajos, nuestra querida
vecina Lucy lleva mucho tiempo sin recibir una respuesta de su prometido,
escríbeme también sobre él si tienes la oportunidad.
Estos días están siendo soleados, me paso los días en el
jardín viendo el columpio en el que tantas horas pasaste, y a veces tu hermana
pequeña se olvida de que no estás y va corriendo hacia tu cuarto solo para ver
que faltas con lágrimas en los ojos. Papá está muy callado últimamente, te echa
mucho de menos y eso no ayuda a la enfermedad que día a día le quita el brillo
de sus preciosos ojos azules.
A pesar de que nos haces tanta falta que incluso se nos ha
olvidado como era vivir con alegría, con tus escandalosas risas y nuestros
deliciosos pasteles que no han vuelto a saber igual desde que marchaste, y a
pesar de que me tenga que tragar ese nudo en la garganta que me crea la idea de
saber que no estás cerca nuestro, no podemos estar más orgullosos de ti, estás
sirviendo a tu país con gran valor y con ese corazón que siempre te aplastó
porque no te cabía en el pecho.
Te quiero tanto que no puedo expresarlo en mis cartas, por
favor, vuelve pronto a casa, echa talento a las cosas que hagas y lucha con
esos valores tan preciados que solo un ángel como tú tiene. Que Dios te bendiga
cada día y que te de fuerzas y protección para ser capaz de responderme a esta
carta y de volver a darme uno de esos abrazos sofocantes.
Te quiere,
Mamá
4 de febrero de 1917
Querida mamá, espero que no recibas esta carta, pues si eso
sucede significará que ya no estoy en esta vida. Siempre he tenido la sensación
de que esta vida era solamente la de paso, ahora estoy con Dios viéndote desde
el cielo a ti y a papá, en cada paso que toméis.
Me duele profundamente no ser capaz de daros un último
abrazo, daría lo que fuera por ser capaz de explicaros lo mucho que os quiero,
siempre habéis sido un pilar en mi vida que me ha apoyado en la miseria, que me
ha corregido en mis errores, que me ha enseñado a ser fuerte en las penurias,
que me ha mostrado lo que es ser feliz y lo que es querer a tu pareja como os
queríais vosotros.
Necesito que seáis fuertes por mi hermana, os necesita como
os necesité yo y sé que lo seréis. Papá le ganará a su enfermedad y tú
recuperarás esa sonrisa que es capaz de iluminar una habitación entera, mi
hermana me recordará como un hombre que le enseñó que en esta vida es más
fuerte un corazón grande que mil armas, y que, por ello, siempre odié la
guerra, muchos hombres con pólvora y sangre en las manos en vez de amor y
alegría.
Espero que esta guerra termine pronto en victoria y la
abundancia vuelva a los hogares, quiero que sepáis luché hasta el final tal y
como me enseñasteis, y que solo me arrepiento de no haberos podido contar las
historias de esta terrible batalla en persona.
Mamá, no mires mi columpio con tristeza, míralo con la misma
sonrisa con la que lo mirabas cuando jugaba con él. Eres una mujer fuerte que
siempre ha puesto a los demás por delante, te admiro como a nadie y anhelo el
día en el que nos reencontremos, gracias por darme el regalo más bonito del
mundo, la vida, y los valores y pasión necesarios para amarla.
A mi familia estaré siempre mirando desde el cielo, no
estéis tristes ni enfadados, ya que ahora estoy con los abuelos leyendo y
escribiendo poemas como los que me enseñó papá. Hasta que nos volvamos a ver me
despido.
Os querrá siempre
Vuestro hijo, Will
Martina de Miguel, 1-A, 04/02/21
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