Pablo Soriano (El huérfano)


EL HUÉRFANO

 

Érase una vez un niño llamado Luis, que tenía quince años, y un día llegó de clase enfadado. Se habían reído de él por tener una relación tan cercana con su madre, y como consecuencia, enojado se encerró en su habitación al llegar a casa.

 

Luis no tenía padre, porque murió hace 9 años cuando su tienda se incendió, con él dentro. Era muy pequeño para asimilarlo, así que no lo tomó muy enserio. Su madre trabajaba 16 horas al día para poder mantener a su hijo. La madre, Alejandra, estaba deprimida porque tenía que cuidar de su hijo sola, lo único que la mantenía en pie era el amor de su hijo, siempre la abrazaba, le daba besos, dormía de vez en cuando con ella…Pero desde ese día no fue el mismo.

 

Su madre fue a su habitación para saber qué pasaba y poder ayudarle, él no le contestaba. Los días siguientes fueron rutinarios: “Llegar del cole, encerrarse y salir solo para comer, pero cuando su madre no estaba cerca”. Ella seguía sin saber por qué estaba actuando tan diferente. Fue al psicólogo para saber qué estaba haciendo mal como madre, el especialista le respondió que eso era normal en adolescentes, pero ella creía que había algo más que eso.

 

Se tomó un día libre para poder entrar en la habitación de Luis, y ver si descubría algo. Estuvo buscando horas y horas, hasta que…abrió un cajón y vio una libreta que ponía: “PROHIBIDO LEER”. Se pensó si leerlo o no, pero al final lo acabó haciendo porque quería encontrar una respuesta a lo que estaba pasando. Cuando lo abrió, observó que era un diario. Por tanto, ella buscó las páginas que relataban la última semana. Y las encontró.

 

Cuando leyó lo que ponía, se quedó paralizada y se le cayó el libro al suelo. De repente, se escuchó como Luis había llegado a casa, Alejandra rápidamente puso todo en su sitio y se marchó corriendo. Se fue a una cafetería para asimilar lo que había leído, llorando sin parar. La gente pasaba al lado suyo, pero nadie se paraba para preguntarla que le pasaba, y eso podría haber cambiado toda la historia.

 

Cogió el coche y dio vueltas por la ciudad hasta llegadas las 2 de la mañana. Entró cautelosamente para no despertar a Luis, y como antes, si su hijo se hubiese levantado y salido de su habitación porque escuchaba pasos a tales horas, esta historia no se estaría contando. Alejandra fue directa a la cocina, cogió un papel y un boli, y escribió una carta dirigida hacia su hijo.

 

Ya por la mañana, Luis salió de la habitación para prepararse el desayuno y vestirse para poder ir al colegio. Vio la carta encima de la mesa, pero no la leyó porque tenía bastante prisa y pensaba que era para su madre. Llegó por la noche debido a que había quedado con sus amigos, al entrar le pareció raro que su madre no le saludase, aunque Luis siempre la ignoraba, aun así, fue a su habitación y se encerró en ella. Al despertarse, observó que la carta seguía en el mismo sitio que ayer, pero seguía pensando que su madre era la destinataria de aquella carta. Por la tarde, llegó de clase y aún permanecía la carta encima de la mesa, esta vez no pasó de ella, sino que se acercó y la leyó en voz alta, decía así:

 

 “Hijo ya te haces mayor lamentablemente. Recuerdo aquellos tiempos en los que te columpiaba en el parque, viajábamos, cuando te sentías solo, venías y me abrazabas dándome dos besos, diciéndome: “Te quiero más que a nada en el mundo”. Esas palabras eran las que me mantenían en pie, tantas risas y momentos hemos vivido juntos que no recuerdo ninguno malo, eras un pilar importante en mi vida. No puedo expresarte cuanto lo siento, no sabía cómo te sentías. El otro día entré en tu habitación y vi que tenías un libro con el título de PROHIBIDO LEER; lo siento mucho, pero lo abrí porque quería saber qué te pasaba; leí como escribiste en mayúsculas: “¡TE ODIO MAMÁ!, ¡OJALÁ TE HUBIESES MUERTO TÚ, Y NO PAPÁ!”. En ese momento, se me partió el corazón, sentía que no servía para nada en la vida. Llegaste tú a casa y me fui corriendo, pensando en cómo hacer para mejorar tu vida y no fastidiarla más, lo único que se me pasó por la cabeza era dejarte en paz, a partir de ahora te quedarás con tus abuelos, y así ya no te arruinaré la vida. Esta carta hijo es para decirte adiós y que lo siento por haber sido tan mala madre. Y lo único que intentaba era hacerte feliz, espero poder cumplir esa promesa haciendo lo que tú deseas, que me vaya. TE QUIERO Y ADIÓS”

 

Luis al acabar de leerla, cayó de rodillas al suelo, gritando: “¿¡POR QUÉÉÉÉÉ, MAMÁ!?”. Le llevó años asimilar lo que había pasado, mientras tanto seguía viviendo con sus abuelos. Cuando cumplió los dieciocho años se independizó, con el dinero que le había dejado su madre. Años después se casó con una mujer que había conocido en la universidad. Tuvieron una hija, y su objetivo era poder hacer lo que su madre siempre quiso, hacer a su hija feliz. Llamó a su hija Alejandra, en honor a su madre. Cuando cumplió los cincuenta le detectaron un tumor terminal, y le comentaron los médicos que solo le quedaban dos meses de vida. El último día de su vida escribió una carta dirigida a su madre, y decía así:

 

“Mamá, te quiero. Nunca tuve la oportunidad de pedirte perdón por lo que escribí, estaba enfadado con todo el mundo. No sabes cuánto me arrepiento de no poder decirte te quiero por última vez, ¡quiero verte ya! Pero ya no puedo soportarlo más, ahora que ya me he ido, te esperaré con papá, con los brazos abiertos, para poder estar los tres reunidos de nuevo. TE QUIERO”.

 

Pablo Soriano González      05/02/2021      2ªEVALUACIÓN

 

Comentarios

  1. Muy bonito tu relato Soriano, para el siguiente que sea un poquito más alegre...

    ResponderEliminar
  2. La trama un poco triste pero todo bien master

    ResponderEliminar
  3. Ete relato eh muy bueno. Peo podria seh mejó

    ResponderEliminar

Publicar un comentario