EL
HUÉRFANO
Érase una vez un niño
llamado Luis, que tenía quince años, y un día llegó de clase enfadado. Se
habían reído de él por tener una relación tan cercana con su madre, y como
consecuencia, enojado se encerró en su habitación al llegar a casa.
Luis no tenía padre,
porque murió hace 9 años cuando su tienda se incendió, con él dentro. Era muy
pequeño para asimilarlo, así que no lo tomó muy enserio. Su madre trabajaba 16
horas al día para poder mantener a su hijo. La madre, Alejandra, estaba deprimida
porque tenía que cuidar de su hijo sola, lo único que la mantenía en pie era el
amor de su hijo, siempre la abrazaba, le daba besos, dormía de vez en cuando
con ella…Pero desde ese día no fue el mismo.
Su madre fue a su
habitación para saber qué pasaba y poder ayudarle, él no le contestaba. Los
días siguientes fueron rutinarios: “Llegar del cole, encerrarse y salir solo
para comer, pero cuando su madre no estaba cerca”. Ella seguía sin saber por
qué estaba actuando tan diferente. Fue al psicólogo para saber qué estaba
haciendo mal como madre, el especialista le respondió que eso era normal en
adolescentes, pero ella creía que había algo más que eso.
Se tomó un día libre para
poder entrar en la habitación de Luis, y ver si descubría algo. Estuvo buscando
horas y horas, hasta que…abrió un cajón y vio una libreta que ponía: “PROHIBIDO
LEER”. Se pensó si leerlo o no, pero al final lo acabó haciendo porque quería
encontrar una respuesta a lo que estaba pasando. Cuando lo abrió, observó que
era un diario. Por tanto, ella buscó las páginas que relataban la última
semana. Y las encontró.
Cuando leyó lo que ponía,
se quedó paralizada y se le cayó el libro al suelo. De repente, se escuchó como
Luis había llegado a casa, Alejandra rápidamente puso todo en su sitio y se
marchó corriendo. Se fue a una cafetería para asimilar lo que había leído,
llorando sin parar. La gente pasaba al lado suyo, pero nadie se paraba para
preguntarla que le pasaba, y eso podría haber cambiado toda la historia.
Cogió el coche y dio vueltas
por la ciudad hasta llegadas las 2 de la mañana. Entró cautelosamente para no
despertar a Luis, y como antes, si su hijo se hubiese levantado y salido de su
habitación porque escuchaba pasos a tales horas, esta historia no se estaría
contando. Alejandra fue directa a la cocina, cogió un papel y un boli, y
escribió una carta dirigida hacia su hijo.
Ya por la mañana, Luis
salió de la habitación para prepararse el desayuno y vestirse para poder ir al
colegio. Vio la carta encima de la mesa, pero no la leyó porque tenía bastante
prisa y pensaba que era para su madre. Llegó por la noche debido a que había
quedado con sus amigos, al entrar le pareció raro que su madre no le saludase,
aunque Luis siempre la ignoraba, aun así, fue a su habitación y se encerró en
ella. Al despertarse, observó que la carta seguía en el mismo sitio que ayer,
pero seguía pensando que su madre era la destinataria de aquella carta. Por la
tarde, llegó de clase y aún permanecía la carta encima de la mesa, esta vez no
pasó de ella, sino que se acercó y la leyó en voz alta, decía así:
“Hijo ya te haces mayor lamentablemente.
Recuerdo aquellos tiempos en los que te columpiaba en el parque, viajábamos,
cuando te sentías solo, venías y me abrazabas dándome dos besos, diciéndome:
“Te quiero más que a nada en el mundo”. Esas palabras eran las que me mantenían
en pie, tantas risas y momentos hemos vivido juntos que no recuerdo ninguno
malo, eras un pilar importante en mi vida. No puedo expresarte cuanto lo siento,
no sabía cómo te sentías. El otro día entré en tu habitación y vi que tenías un
libro con el título de PROHIBIDO LEER; lo siento mucho, pero lo abrí porque
quería saber qué te pasaba; leí como escribiste en mayúsculas: “¡TE ODIO MAMÁ!,
¡OJALÁ TE HUBIESES MUERTO TÚ, Y NO PAPÁ!”. En ese momento, se me partió el
corazón, sentía que no servía para nada en la vida. Llegaste tú a casa y me fui
corriendo, pensando en cómo hacer para mejorar tu vida y no fastidiarla más, lo
único que se me pasó por la cabeza era dejarte en paz, a partir de ahora te
quedarás con tus abuelos, y así ya no te arruinaré la vida. Esta carta hijo es
para decirte adiós y que lo siento por haber sido tan mala madre. Y lo único
que intentaba era hacerte feliz, espero poder cumplir esa promesa haciendo lo
que tú deseas, que me vaya. TE QUIERO Y ADIÓS”
Luis al acabar de leerla,
cayó de rodillas al suelo, gritando: “¿¡POR QUÉÉÉÉÉ, MAMÁ!?”. Le llevó años
asimilar lo que había pasado, mientras tanto seguía viviendo con sus abuelos.
Cuando cumplió los dieciocho años se independizó, con el dinero que le había
dejado su madre. Años después se casó con una mujer que había conocido en la
universidad. Tuvieron una hija, y su objetivo era poder hacer lo que su madre
siempre quiso, hacer a su hija feliz. Llamó a su hija Alejandra, en honor a su
madre. Cuando cumplió los cincuenta le detectaron un tumor terminal, y le
comentaron los médicos que solo le quedaban dos meses de vida. El último día de
su vida escribió una carta dirigida a su madre, y decía así:
“Mamá, te quiero. Nunca
tuve la oportunidad de pedirte perdón por lo que escribí, estaba enfadado con
todo el mundo. No sabes cuánto me arrepiento de no poder decirte te quiero por
última vez, ¡quiero verte ya! Pero ya no puedo soportarlo más, ahora que ya me
he ido, te esperaré con papá, con los brazos abiertos, para poder estar los
tres reunidos de nuevo. TE QUIERO”.
Pablo Soriano González 05/02/2021 2ªEVALUACIÓN
Muy bonito tu relato Soriano, para el siguiente que sea un poquito más alegre...
ResponderEliminarLa trama un poco triste pero todo bien master
ResponderEliminarEte relato eh muy bueno. Peo podria seh mejó
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