MIS
HERMANOS
De niño mi hermano mayor
y sus amigos me parecían gigantes a los que nunca iba a alcanzar. Tenía siete
años cuando me pegaban y se reían de mi en el cole y ellos siempre me
defendían, capaces de grandes actos como enfrentarse a chavales de 2 años más
que ellos solo porque me habían robado el bocadillo.
Juan, mi hermano mayor, era el que más jugaba conmigo, me subía a sus hombros o
se ponía a jugar al fútbol conmigo. Andrés, mi hermano de en medio, estaba más
ocupado con internet o viendo tele. Solía ponerse celoso cuando mamá me
compraba chuches y a él no.
La vez que más los asusté fue cuando me caí del balcón de la casa del pueblo y
me quedé desmayado en la calle. Estábamos jugando con la pelota, ellos abajo
lanzándomela y yo arriba. El balón se quedó a medio camino y yo haciendo un
esfuerzo para cogerlo resbalé con la barandilla y caí de un 2º piso. No
recuerdo cómo me llevaron al hospital, solo recuerdo despertando con mamá y Juan
mirándome preocupados.
Cuando fui creciendo Juan y sus colegas ya no me parecían tan gigantes, pero
una diferencia de 3 años sigue siendo diferencia. A Andrés lo admiraba porque
jugaba bien a los videojuegos y casi llegó a ser profesional, tenía mucho
tiempo libre ya que era siempre de los primeros de su clase sin cansarse mucho
estudiando. Con el tiempo sus ocupaciones los alejaron un poco de mí. Nunca me
dejaron de decir Pablito, aunque pasaran los años, ni de hablarme de vez en
cuando para saber qué estaba haciendo y cómo estaba.
Andrés fue el primero en irse de la casa cuando tenía 23. Le contrato una
empresa tecnológica o algo así dijo antes de irse. Pablito, me dijo un día, si
no aprovecho esta oportunidad no sé si volveré a tenerla. Andrés estaba pálido cuando
le tocó la entrevista y cuando me vio llegar me abrazó muy fuerte. Todo va a
salir bien, le dije automáticamente, y fue la primera vez que yo dije algo para
que se sintiera mejor, en lugar de ser al revés.
Juan se casó un par de años después con su novia de secundaria. Estaba
enamorado. El día que se fue de la casa, lleno de sus cosas, se volteó y me
dijo, vas a ser siempre mi hermanito, ¿okey? Yo estuve algo triste unos días
hasta que él llegó a casa una noche que tenía libre en el trabajo y se puso a
jugar a la Play conmigo.
Mis dos hermanos, ahora ya independientes y con responsabilidades, se me
volvieron a hacer otra vez gigantes.
Yo ya estaba estudiando la ESO cuando mamá enfermó. Después de buscar varios
doctores uno nos dijo que tenía una enfermedad terminal y que le quedaban 4
meses de vida. Fue empeorando rápido y no comía ni bebía, se pasaba todo el día
durmiendo. Cuando se puso grave la llevamos al hospital y nos pusimos muy
tristes. Finalmente se fue una tarde de octubre.
Nunca había visto a Juan y Andrés llorar. Lloramos un montón durante 1 mes.
Cuando vas al cementerio se termina, la dejas ahí y te vuelves solo. Así me
sentí cuando regresaba. Mis hermanos se encargaron de decirme que no me preocupara
que ellos iban a apoyarme para seguir estudiando.
El día que fue el entierro ellos fueron a casa y papá se sintió mejor. Fuimos a
jugar al basket al parque de la plaza y no notamos el tiempo hasta que
oscureció. Cuando se fueron me sentí solo, pero abracé a papá y me sentí mejor.
Me gradué de bachillerato al año siguiente. Intenté escribir algo corto porque
no me gustan los discursos largos y aburridos que hacen dormir a la gente.
Dije, frente a toda la gente, que de chico miraba gigantes a mis hermanos.
Nunca se los había dicho que seguían siendo gigantes para mí.
Después de la graduación fuimos al cementerio, dejamos unas rosas y después
regresamos a la casa. Pedimos hamburguesas y Juan sacó una botella de champán.
Nos dijo que iba a ser papá. Ese día nos pusimos un poco sensibles y terminamos
llorando y cantando muy felices.
Pablo Holgado 05/02/2021 2ª Evaluación
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