Belén Fdez-Ordás Caballud (Un amigo más allá de la imaginación)


 

UN AMIGO MÁS ALLÁ DE LA IMAGINACIÓN

 

Mis primeros recuerdos se agolpan en mi memoria como un torbellino de niebla sin definir, pero ya, en esos recuerdos, algunos de hace más de 40 años, aparece Guille. ¿Quién es Guille os preguntaréis? Guille no era nada y a la vez lo era todo.

 

Se le pasará decían, es una fase repetían. Escuchando estas frases me pasé mi infancia. La primera vez que escuché una de estas frases fue con tres años, pero todavía no tenían ese matiz despectivo que fueron adquiriendo a lo largo del tiempo, sino que tenía un tono amable y cariñoso.

 

No sé en qué momento apareció Guille en mi vida, pero el caso es que apareció y se convirtió en mi primer amigo. Un amigo único y sorprendente ya que solo le veía yo. Los adultos decían que Guille no era más que un amigo imaginario, yo no estaba de acuerdo, porque, para mí, algo que es imaginario no influye en la realidad y Guille no tenía nada que ver con esa definición.

 

Por más que lo intento no logro visualizar a Guille es como si su apariencia se hubiese borrado de mi memoria, por suerte su esencia sigue intacta en mi cabeza. Aunque, ahora que lo pienso, puede que incluso no tuviese una apariencia definida, sino que fuese cambiando según lo requiriese la situación o la etapa infantil en la que me encontrase, pasando con volatilidad de un niño a una figura paternal.

 

El primer día de colegio, mi primer partido de fútbol, mi primera comunión… En todos estos acontecimientos estuvo Guille a mi lado, aunque los demás no lo supiesen yo tenía a alguien que me daba fuerza y me tranquilizaba. Sin embargo, Guille no solo me acompañó en los momentos buenos, sino también en los malos y siempre sabía decirme lo que necesitaba escuchar.

 

Y así fui creciendo y olvidándome de Guille poco a poco, ya solo hablaba con él cuando me pasaba algo malo y necesitaba que alguien me consolase. Me pasaba largas temporadas sin hablar con él, pero cuando volvía a hablar con él era como si nada hubiese cambiado y siguiese siendo ese niño que todavía no sabía ni leer y cuyo único entretenimiento era pasarse las horas hablando con Guille.

 

Hasta que un día al llegar a casa por más que lo busqué no lo encontré y lloré sin importarme eso que decían de que los hombres no lloran yo lloré. Me preguntaba que iba a ser de mi sin Guille, ese amigo que desde que tenía uso de razón había estado a mi lado.

 

Ahora comprendo que paso, científicamente a esto se le llama madurar, pero realmente lo que sucedió fue que simplemente deje de necesitarlo y él lo supo y hasta que no me vio preparado no desapareció. No hay día que no me acuerde de Guille, aquel amigo imaginario cuya amistad era mucho más real que cualquier amistad de hoy en día.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Belén Fdez-Ordás Caballud 1ºB Nº9

 

 

 

 

 

 

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