¿QUIÉN DICE QUE
LA EDAD NO IMPORTA?
Buenos días, me llamo Kristine
Barnett. Hasta hace no mucho estaba felizmente casada con mi marido, Michael,
con el que tuve tres hijos. Uno de ellos (Jake) tiene autismo, pero a pesar de
ello nos esforzamos todo lo posible para que superara su enfermedad, a día de
hoy sabe cuatro idiomas y es doctor en física cuántica. Estoy muy orgullosa de
mis hijos y cada uno de ellos me hace feliz.
Aunque hoy estamos separados, a
mi marido y a mí, siempre nos encantaron los niños, así que en 2010 pensamos en
agrandar un poco más la familia y adoptar a uno más. Así que un día fuimos desde
nuestra casa en Indiana a un orfanato de Florida y allí nos fijamos en una niña
muy guapa. Preguntamos por ella y nos dijeron que tenía seis años, que había
nacido en Ucrania y llevaba dos años en Estados Unidos. Sus padres americanos
de acogida la habían devuelto por problemas que no nos explicaron. Se llamaba
Natalia y enseguida pensamos que encajaría perfectamente en la familia. Nos concedieron
la adopción en apenas 24 horas.
Todo fue aparentemente bien
durante las primeras semanas, aunque Natalia no jugaba mucho con los niños
pensábamos que sería mejor darla un tiempo para que se adaptara.
Sin embargo, con el paso del
tiempo empecé a notar cosas extrañas en su comportamiento. Natalia no parecía una
niña de 6 años, ya que me contestaba un poco mal y usaba un vocabulario que no
era el adecuado para una niña tan pequeña. A los pocos meses noté que Natalia tenía
la regla, lo cual me sorprendió muchísimo y pensé que nos habían mentido, que
no podía tener esa edad.
Ella se enfadaba con nosotros a
menudo, incluso se resistía y me insultaba cuando trataba de llevarla al médico.
Al final la llevé, y el médico que dijo algo que me dejó en shock. Me dijo que,
según los análisis, ella podría tener ¡entre 18 y 22 años!
Se lo comenté a mi marido y se
quedó tan sorprendido como yo. Rápidamente tratamos de hablar de esto con la
niña, pero ella insistía en que tenía seis años. Pero lo peor vino después: empezó
a amenazarnos, hacía dibujos de nosotros muertos y enterrados en el jardín. En
una ocasión me empujó contra una valla eléctrica y otra mañana la encontré
echándome lejía en el café y me dijo que me quería envenenar. Mi vida se había
convertido en una película de terror.
Consultamos a varios médicos que
nos dijeron que efectivamente Natalia era casi una mujer adulta y, lo peor, que
sufría una sociopatía. Pese a nuestros intentos por arreglar la convivencia, llegó
un momento en que no podíamos más. Mis hijos estaban asustados y mi marido y yo
no podíamos dormir, así que, en 2013, solo nos quedó una opción, dejarla atrás.
Queríamos ir a Canadá para que nuestro hijo Jake continuara con sus estudios,
así que le dejamos pagado por adelantado un año de alquiler, el seguro médico,
y cupones de comida y nos mudamos a Canadá con nuestros tres hijos.
Nuestra vida iba perfecta hasta
que nos enteramos de que, un año después, Natalia fue desahuciada y acudió a la
justicia para denunciar que había la habíamos abandonado con tan solo 9 años.
Nadie nos había informado nunca
de que Natalia, en realidad, no tenía la edad que decía, aunque lo parecía, porque
tenía un problema de crecimiento parecido al enanismo.
Mi ex marido y yo fuimos acusados
y condenados por una negligencia grave y tuvimos que pagar una multa. Natalia
fue diagnosticada con un “trastorno de personalidad sociopata”, aunque luego
convivió con otra familia.
Nunca más hemos vuelto a saber
nada de Natalia y su edad real sigue siendo un misterio
Blas Leyra 6/05/2021
3ªEvaluación
Comentarios
Publicar un comentario