Carmen Pancorbo (Otro día más)


 

OTRO DÍA MÁS

 

Era un sábado por la mañana, un día más, otro de esos días de marzo del año pasado en los que tanta gente fallecía por la famosa enfermedad, el Covid 19.

 

Una enfermera llegaba con la comida a la habitación 103, donde se encontraba él. Estaba cansado, pero tenía hambre, llevaba 2 meses ingresado. Unos decían que su cuerpo estaba ya acostumbrado tras tanto tiempo, otros que no aguantaría mucho más…

 

Así fue.

 

Al día siguiente, cuando la misma enfermera del día anterior volvió, rompió a llorar nada mas verle. Invadida por la tristeza y el silencio de aquella habitación, pudo observar cómo el viento que venía de la ventana abierta le había acercado una carta. La leyó, tardó un buen rato ya que sus lágrimas y sollozos la impedían continuar. Inmediatamente dio la voz de alarma. Tras 30 minutos escasos el cuerpo ya había sido retirado de la habitación, pero ella seguía ahí, su espalda estaba apoyada en la pared, en sus manos se encontraba la carta. Sin pensarlo más la enfermera se retiró del hospital y se dirigió a su casa.

 

- ¡Din, don!

- Papá, abre tú que seguro que es mamá

- Voy - dijo su padre.

Nada mas abrir la puerta vio en la cara de su mujer que algo malo había ocurrido, llevaba en la cara mil lágrimas y en su mano, una carta.

-   Mamá, ¿qué tal ha ido tu día?, te veo triste.

-   Samuel, cariño, siéntate en el sofá, tenemos que hablar – dijo la madre.

-   ¿Qué a pasado?, ¡me estáis asustando!

Pero ya era demasiado tarde, Samuel reconoció en seguida la letra de su abuelo y sin pensarlo arrancó de las manos de su madre la carta, corrió a su cuarto y cerró con pestillo.

 

 

A continuación, leyó en voz alta:

 

 

 

 

Hola Samuel,

 

Soy tu abuelo, si estás leyendo esto es porque ya habré fallecido. Quiero decirte que te echo mucho de menos y que ahora estoy en un lugar mucho más tranquilo que esa habitación en la que sólo podía oír cosas espantosas exceptuando nuestros desayunos de los domingos por videollamada, me hacías reír un montón, hacías que hubiese en mí un mínimo sentimiento de felicidad y he de confesarte que incluso alguna lágrima me acompañaba en esos 30 minutos de gloria. 30 minutos que me recargaban la última energía que quedaba en mí, te lo agradezco mucho, sin duda eras mi mejor medicina.

 

 

No quiero que estés triste, no hay razones para estarlo, he podido pasar mis últimos días bajo los cuidados de tu madre que por cierto dale las gracias de mi parte porque han sido impecables.

 

 

Pero quería que algo te quedara claro, y es que esta pandemia ha traído cosas muy malas, como tú bien sabes, pero también podemos sacar algo positivo de ella.

Yo no he podido hacerlo, sin embargo, tú tienes toda tu vida por delante y tienes que aprovechar cada momento como si fuera el último porque no sabes lo que va a pasar a continuación.

 

 La vida es como una de esas bolas que tanta ilusión te hacía que te comprara. ¿Te acuerdas? Me pedías un euro con esa alegría y entusiasmo que siempre llevas encima, después lo metías en la ranura de la máquina y esperabas a ver tu bola bajar, rápidamente me pedías que te la abriera. Unas veces te llevabas una gran desilusión, no era lo que te esperabas… Pero otras, parecía que te hubiese tocado la lotería. Quien no arriesga no gana, por eso quiero que des lo máximo de ti.

 

Aunque no me veas, yo estoy aquí, a tu lado. ¡Por fin a tu lado! Te guiaré en todo tu camino, quiero verte feliz, no dejes que nada ni nadie te lo impida.

 

Te quiere mucho,

 

Tu abuelo.”

 

Carmen Pancorbo Ortiz,

4º C

7 de mayo de 2021,

3ª evaluación


Comentarios