EN
LLAMAS
Ardía
la ciudad. Torbellinos de fuego abrasaban cada milímetro de esa pequeña, pero,
al fin y al cabo, nuestra ciudad. Mis ojos llorosos fijados en el horizonte
sólo son capaces de ver sufrimiento. Un sufrimiento teñido de naranja intenso
con toques rojo sangre. Sufrimiento, pues este descomunal incendio se ha
llevado consigo las vidas de 276 habitantes. Y yo era el último en pie. Pero la
cosa estaba clara, no iba a salir vivo de esta.
Percibo
los síntomas de una clara insuficiencia respiratoria. Sentía el pesado y tóxico
humo abrirse camino hacia mis pulmones a cada bocanada de aire que tomaba.
Matándome lentamente. Mis fuerzas se iban reduciendo a cada paso inútil que
daba. Me hallaba confinado en la montaña, sin escapatoria alguna. O quizá… ¡No
lo puedo creer! Un diminuto corredor, aparentemente dificultoso de cruzar,
quedaba intacto. Parecía como si las llamas temieran acercarse a él.
Decidido
a tomar ese sendero, vuelvo la vista atrás. No puedo evitar pensar en cómo he
visto a mi familia y a mi pueblo desaparecer entre el feroz fuego. Mi querida
ciudad por la que tanto he luchado, en breve será solo cenizas.
Ahondando
en mis recuerdos hallo paz. Siento que ya nada importa. La humareda se eleva
hasta la oscuridad de la noche sin dejar apenas divisar la luna. Y mi alma se
eleva con ella. Siento mis párpados tan pesados como si fueran del metal más
macizo que existe. Pero recuerdo que todavía existía la posibilidad de
salvarme.
Allí
seguía el corredor que antes mencionaba. Sacando de mi interior las minúsculas
fuerzas que en él quedaban, logro atravesarlo satisfactoriamente. Sólo había un
problema, y era que, pasado el corredor, había más llamas de por medio.
Desconsolado
empiezo a llorar y a sentir un gran dolor en el pecho. Pensaba que era fruto de
la tristeza que abundaba en mí en ese momento, pero no. Me dejo caer desplomado
sobre la caliente tierra. El dolor se intensifica cada vez más y más y siento
que me desvanezco…
Parece
que sólo han transcurrido unos instantes cuando empiezo a notar un olor a
chamusquina y me digo, ¿Qué está pasando? Me levanto del suelo de un vuelco,
bastante dolorido. ¿Y, además, qué narices hago en el suelo?
Me
dirijo apresurado hacia la cocina de casa, toda llena de un denso humo oscuro,
cuando escucho a mamá decir desde el salón: “¡Javi, ven, corre!”
Presa
del pánico llego a donde estaba ella, y me dice: “Javi, no vayas a la cocina
anda que se me han quemado los pancakes, espera a que se airee un poco”
Y
yo temeroso pensando que iba a revivir mi pesadilla, la contesto: “¡jope mamá,
qué susto me has dado!” a lo que ella me contesta dulcemente, “Perdona hijo ha
sido un despiste. Pero los primeros que he hecho me han quedado buenísimos,
vamos al salón que he puesto ya la mesa” “Por cierto, has dormido como un
lirón, ¡son ya las 12 y media! Seguro que estabas soñando con esa chica de la
que tanto me hablas…”
“Sí
mamá, lo que tú digas” la contesto esbozando una sonrisa, aunque dentro de mí
persistía esa adrenalina y miedo por lo que acababa de soñar. Me pregunto de
dónde saldrá tanta imaginación cuando no se ni escribir un texto argumentado,
pienso sonriente.
Elena
Guevara Domínguez, a 6 de mayo de 2021, 3ª evaluación.
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