Elena Guevara (En llamas)


 

EN LLAMAS

 

Ardía la ciudad. Torbellinos de fuego abrasaban cada milímetro de esa pequeña, pero, al fin y al cabo, nuestra ciudad. Mis ojos llorosos fijados en el horizonte sólo son capaces de ver sufrimiento. Un sufrimiento teñido de naranja intenso con toques rojo sangre. Sufrimiento, pues este descomunal incendio se ha llevado consigo las vidas de 276 habitantes. Y yo era el último en pie. Pero la cosa estaba clara, no iba a salir vivo de esta.

 

Percibo los síntomas de una clara insuficiencia respiratoria. Sentía el pesado y tóxico humo abrirse camino hacia mis pulmones a cada bocanada de aire que tomaba. Matándome lentamente. Mis fuerzas se iban reduciendo a cada paso inútil que daba. Me hallaba confinado en la montaña, sin escapatoria alguna. O quizá… ¡No lo puedo creer! Un diminuto corredor, aparentemente dificultoso de cruzar, quedaba intacto. Parecía como si las llamas temieran acercarse a él.

 

Decidido a tomar ese sendero, vuelvo la vista atrás. No puedo evitar pensar en cómo he visto a mi familia y a mi pueblo desaparecer entre el feroz fuego. Mi querida ciudad por la que tanto he luchado, en breve será solo cenizas.

 

Ahondando en mis recuerdos hallo paz. Siento que ya nada importa. La humareda se eleva hasta la oscuridad de la noche sin dejar apenas divisar la luna. Y mi alma se eleva con ella. Siento mis párpados tan pesados como si fueran del metal más macizo que existe. Pero recuerdo que todavía existía la posibilidad de salvarme.

 

Allí seguía el corredor que antes mencionaba. Sacando de mi interior las minúsculas fuerzas que en él quedaban, logro atravesarlo satisfactoriamente. Sólo había un problema, y era que, pasado el corredor, había más llamas de por medio.

 

Desconsolado empiezo a llorar y a sentir un gran dolor en el pecho. Pensaba que era fruto de la tristeza que abundaba en mí en ese momento, pero no. Me dejo caer desplomado sobre la caliente tierra. El dolor se intensifica cada vez más y más y siento que me desvanezco…

 

Parece que sólo han transcurrido unos instantes cuando empiezo a notar un olor a chamusquina y me digo, ¿Qué está pasando? Me levanto del suelo de un vuelco, bastante dolorido. ¿Y, además, qué narices hago en el suelo?

 

Me dirijo apresurado hacia la cocina de casa, toda llena de un denso humo oscuro, cuando escucho a mamá decir desde el salón: “¡Javi, ven, corre!”

 

Presa del pánico llego a donde estaba ella, y me dice: “Javi, no vayas a la cocina anda que se me han quemado los pancakes, espera a que se airee un poco”

 

Y yo temeroso pensando que iba a revivir mi pesadilla, la contesto: “¡jope mamá, qué susto me has dado!” a lo que ella me contesta dulcemente, “Perdona hijo ha sido un despiste. Pero los primeros que he hecho me han quedado buenísimos, vamos al salón que he puesto ya la mesa” “Por cierto, has dormido como un lirón, ¡son ya las 12 y media! Seguro que estabas soñando con esa chica de la que tanto me hablas…”

 

“Sí mamá, lo que tú digas” la contesto esbozando una sonrisa, aunque dentro de mí persistía esa adrenalina y miedo por lo que acababa de soñar. Me pregunto de dónde saldrá tanta imaginación cuando no se ni escribir un texto argumentado, pienso sonriente.

 

 

Elena Guevara Domínguez, a 6 de mayo de 2021, 3ª evaluación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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