UN MISMO DESTINO
Era
un día luminoso y caluroso de agosto cuando dos jóvenes se enteraron de que
iban a tener dos niñas gemelas. Después del parto, tomaron la decisión de dar
en adopción estas niñas ya que no podían mantenerlas y eran todavía muy jóvenes
para poder criar no solo a una, si no a dos bebes. Las llevaron a un orfanato,
donde tuvieron que afrontar la realidad juntas, y aunque a veces era duro, se tenían
la una a la otra para todo. Desgraciadamente no duro mucho tiempo, a los 3 años
fueron separadas por distintas familias, una familia rica y una familia pobre.
Casi
14 años más tarde, la gemela adoptada
por la familia pobre, cuyo nombre le otorgaron fue Laylah, sufría todos los días la soledad y el
maltrato psicológico por parte de sus padres adoptivos. Laylah estudiaba en
casa, ya que su familia no quería que esta fuese al colegio, ya que les
costaría un dineral. Por las mañanas estudiaba, por las tardes trabajaba muy
duro limpiando un hospital, para poder conseguir dinero suficiente para irse de
esa casa, pero poco podía hacer, ya que su situación económica estaba muy por
debajo, y apenas le daba para comer día a día ya que su familia no le importaba
y se las tenía que apañar ella sola. Por la noche se quedaba mirando por la
ventana, pensando donde podría estar su hermana, y estaba segura de que algún
día la vería de nuevo.Por otro lado estaba Leonor, adoptada por la familia rica.
Era irresponsable, creída, irrespetuosa, descarada y sarcástica, aunque en el
fondo tenía un buen corazón. Leonor estaba cabreada, nunca llegó a superar el
que le separasen de la persona que más quería, y lo pagaba con cualquiera que
intentase ayudarla o entrase en su vida. La mayoría del tiempo se dedicaba a malgastar su tiempo y dinero en actividades
relacionadas con drogas, alcohol , fiesta, etc, se pasaba día
y noche fuera de casa, no le preocupaba ni sus estudios, ni su familia, ni su
salud, ni si quiera conseguir un trabajo, no mostraba un mínimo interés por
nada que no le interesase .
Una
noche, Leonor decidió ir a una fiesta que hacía una de sus amigas
por su cumpleaños, sin tener ningún cuidado empezó a beber y beber sin control
alguno, empezó a notar cansancio, inestabilidad, y pudo notar su palidez al
mirarse en la pantalla del móvil, y se agobio, se marchó de la fiesta lo más
rápido posible sin avisar a nadie, cogió sus cosas y se fue.Estuvo buscando su
coche durante horas hasta que pudo encontrarlo y aún así sabiendo que estaba ebria decidió ponerse a
conducir. Era de noche y estaba oscuro a penas se veía la carretera, y entre su
ceguera y mareo desgraciadamente Leonor tuvo un accidente. Tuvo la gran suerte
de el paso de otro coche por la misma carretera, testigo de su accidente, se
paró inmediatamente para ayudar al ver el coche aplastado contra un árbol. Se
acercó hacia la parte delantera del coche donde se encontró a la chica
ensangrentada, llena de lesiones y sin conocimiento. Al verla llamó una
ambulancia enseguida.La ambulancia llego minutos después, y la llevaron al hospital más cercano que había, donde
casualmente Laylah trabajaba. Mientras Laylah limpiaba cerca de la zona de entrada,
llego la ambulancia y la confundieron con una enfermera, con lo que la
entregaron la camilla donde Leonor estaba tendida y cubierta de sangre. Cuando Laylah vio aquella chica idéntica a ella,
se paralizó durante unos segundos, hasta que escucho
un chillido
por parte de el auxiliar de ambulancias y sin
saber muy bien qué hacer, empezó a correr hacia el quirófano sin parar.
Al
día siguiente, sin haber dormido nada a causa del parecido que tenía con esa
chica de la camilla y de la duda de que pudiese ser su hermana decidió ir a
visitarla. Al llegar lo primero que vio fueron los rostros de los padres que
desde el día que fue adoptada estaban a cargo de ella. Al principio no se
atrevía a dirigirles la palabra, pero se llenó de valentía y entró a la
habitación, se presentó y les explicó lo que había pasado al igual que los
padres le confirmaron que verdaderamente, eran hermanas, y que tenían muchas ganas de conocerla, Leonor estaba
totalmente inconsciente, se podían apreciar las miradas de melancolía que se
cruzaban entre los padres de ella. Pasaron la mayoría de tiempo, hablando de lo
bien que hablaba Leonor de Laylah y lo feliz que iba a estar cuando por fin se
despertase y supiese la noticia. Minutos después entró el doctor, anunciando dolorosamente
que Leonor necesitaba urgentemente un trasplante de corazón, si no moriría en
cuestión de días. Las lágrimas caían sin parar tanto en el resto de los padres,
como en el rostro de Laylah. Esa misma tarde Laylah estaba sentada en su
pequeño cuarto, lleno de polvo y apenas con luz, casi sin espacio para poder
moverse, estaba tan vacío que parecía incluso abandonado. Laylah se sentía
vacía, sola, desesperada, encontrándole más sentido a un sueño eterno que a seguir
un viaje hacia ningún lado y sin motivos para ser feliz, excepto uno. Se
levantó, se limpió las lágrimas, cogió un folio y un boli y empezó a escribir
una carta.
Querida
Leonor, o quizás sea el momento
en que por fin pueda llamarte hermana, sé que vas a pensar que estoy loca, pero cuando te
vi por primera vez en el hospital empujando esa camilla, tuve la sensación de
que te conocía de toda la vida, y aunque parezca increíblemente raro, me vino el
recuerdo de la última vez que te vi, y no se si te acordarás de mi, pero eso no
importa, porque yo de ti si.
Quiero disculparme por despedirme de esta manera, pero es la
única en la que puedo hablarte, puesto que mis labios no serán de capaces de
pronunciar estas palabras cuando despiertes. No puedo decirte que recuerdo
todos aquellos momentos juntas que hemos vivido, ni las peleas, ni las sonrisas, ni
conversaciones, ni nada típico que harían dos hermanas durante infancia y
adolescencia ya que nuestra separación fue la culpable de lo no vivido contigo .
Hoy por primera vez he conocido la verdadera felicidad, y a la vez la verdadera
tristeza y te doy las gracias por ello.
Cada
día al despertarme lo primero que hago es mirarme al espejo, y por mucho que lo
intente no quiero ver en lo que tristemente me he convertido. Pensaba que el
peor sentimiento del mundo era perder a alguien que quieres, pero estaba
equivocada, el peor sentimiento del
mundo es el momento en que te das cuenta de que te has perdido a ti mismo y yo
soy testigo que me perdí hace tiempo.Para mí ya no existe la buena suerte, llevo toda la
vida esperando cicatrices dónde solo nace costra, sigo viendo en blanco y negro aunque todo este multicolor, el paso
del
tiempo hace que mi fe se convierta en
desesperación.Poco a poco me doy cuenta de cuanto necesitaba una persona para alumbrar mi mundo que llevaba demasiado tiempo apagado sin ti, quiero que
entiendas que te estoy entregando mi ausencia para que a su vez puedas valorar mi
presencia, la que nunca llegaste a a tener.
Quiero
que seas fuerte, seas valiente y hagas un esfuerzo para salir de esta, piensa,
que yo estaré a tu lado, Quiero que te diviertas, pruebes cosas nuevas,
estudies y consigas ese trabajo que tanto querías, conozcas chicos, pero con
cuidado no confíes en nadie, hasta los ciegos prefieren ser guiados por perros antes
que por humanos, cuida de tu familia y no solo la veas envejecer, hoy están aquí, pero mañana no lo
sabes, no vivas de alucinaciones porque corres el riesgo a morir de realidades,
aprende a ser feliz para que el día de mañana hagas las cosas porque tú quieras
y no por necesidad, simplemente vive, por muy poco que te puede apetecer a
veces hazlo por mí, por nosotras, sabes que cuando necesites escaparte un rato
al cielo estaré ahí para escucharte.
Si
estás leyendo esta carta es que todo habrá pasado, todo habrá salido bien y
después de tanto tiempo vamos a poder estar juntas otra vez. No quiero que te
preocupes por mí yo nunca he sido tan feliz como tú lo has sido, ni lo seré si
no es contigo, por eso te prometo que siempre estaré cuidándote aunque sea
desde ese motor que te late en el pecho bajo tu piel.
Quiero
que sepas que no lloro porque ha terminado sonrío porque ha sucedido.
Te
quiero, tu hermana, Laylah.
Comentarios
Publicar un comentario