ETERNO
Como empezaré esto?
Me preguntaba todas las noches sin tener ninguna respuesta clara y concisa. Bien
pues todo empezó hace mucho tiempo, en viajes en familia a Mallorca, Alicante o
cualquier sitio, porque eso era lo de menos. Mis primos y yo ya éramos
inseparables sobre todo Guille, Arturo y yo, claro con tanto viaje en familia era
imposible que no nos llevásemos bien. Adonde iba uno iba el otro, cosa que
comía uno, el otro la quería probar, y así con todo lo que hacíamos a lo largo
de nuestra pequeña vida. Como no recordar el verano pasado, bebiendo hasta el
amanecer en la playa, riéndonos, bañándonos, y sobre todo disfrutando de lo
poco que nos quedaba juntos. Esta maldita palabra, “disfrutar” lo que hacías tu
cada instante de tu vida en el lugar en el que estuvieses, daba igual el dónde,
el por qué y el para qué.
Sin yo saberlo ese
fue el último día en el que nos pudimos abrazar y hablar, sin nadie saberlo ese
fue “nuestro último día” de playa, de alcohol, de cigarros, de primos y de
risas.
15 de septiembre, me
desperté como un martes cualquiera para ir al colegio, pero oí a alguien
llorando por la habitación de mi madre, yo sabía que algo malo se me venía
encima. Entro al baño de mi madre y le pregunto mamá qué ha pasado? Nos
quedamos mirándonos mutuamente 30 segundos sin abrir la boca y yo olía ya lo
peor del mundo, le pregunto por segundo vez mamá por favor dime qué ha pasado, y
sin decirme nada me da un abrazo y me dice: hay que ser fuerte Rodri, yo
confundido hasta más no poder grito por tercera vez, ¡mamá que coño ha pasado!
Me da otro fuerte abrazo y me dice entre lágrimas Arturo, estaba con sus amigos
y ha tenido un accidente, y… Me doy la vuelta, dejo de escuchar todo para
centrarme en su voz grave, solo quería escucharla por última vez.
Me fui al colegio,
confuso, sobre todo confuso y sin haberlo asimilado todavía, pensando seguro que
no es así, seguro que no es así y mi madre se ha confundido. Llegué al colegio,
todo era muy raro y prácticamente no presté atención a ninguna de esas clases,
bueno sí, miento excepto a una, a filosofía que curiosamente salió el tema de
la muerte. Yo no se lo conté casi a nadie, para estas cosas soy muy reservado.
A la salida del colegio me fui rápidamente para casa, porque no me apetecía hablar
con nadie, pero en el camino me encontré a uno de mis mejores amigos y me dijo
que si me pasaba algo, ya que me notó super raro. Comí con él y le conté hasta
el último detalle entre un río de lágrimas, la verdad que esa conversación me
ayudó mucho a valorar todo lo que tenía y lo que ya se había ido. Me dio un
fuerte abrazo y cada uno se fue a casa.
Fue entrar a casa
y que se me viniese una enorme tormenta encima de mi, sin parar ningún segundo.
Me llamó mi madre y dijo hijo, hay que ir al tanatorio, a lo que yo respondí de
primeras y sin pensar, no quiero ir mamá, no puedo mamá, no puedo. Se quedó
hablando unos minutos conmigo y me convenció para que fuésemos.
De camino, en el
coche, nadie hablaba, era todo silencio y más silencio. Ninguno de nosotros
tenía la fuerza suficiente para abrir esa boca, que si algo nos caracteriza es
no parar de hablar durante horas y horas.
Ya ahí, solo se
veían rostros pálidos y caras hacía abajo pensando el por qué a él y por qué
tan pronto? Se veían padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, amigos todos nosotros
sin parar ningún instante de llorar y de abrazarnos. Fui a saludar a mi tío, y
nunca se me olvidará ese abrazo tan significante que me dio, de padre a hijo,
diciéndome entre un mar de lágrimas, que injusto es esto, verdad Rodri? A lo
que yo ni respondí, solo seguía abrazándole e intentando calmarme un poco. No
podía parar de pensar lo que puede ser perder a un hijo a la edad de 19, con
toda una vida por delante y unos grandes recuerdos a la espalda.
Mi primo Enrique
me cogió de la mano y me dijo, quieres entrar a decirle un último adiós? Mi
primo ya sabía que quería, así que sin dejarme responder me llevó a despedirnos
de nuestro grandioso primo, esa cara tan inocente, ese traje, ese lugar en el
que se encontraba, esa túnica blanca como el cielo, no pude más y salí de ese
extraño lugar en el que se encontraba lo último de mi primo Arturo. Me cogió mi
abuela y me dijo Rodri sé que es difícil pero hay que intentar ir para delante
y acordarnos de él todos los días, esas palabras me mataron, ya no estaba él. Yo
respondí a mi abuela, entre una cascada interminable de lágrimas, abuela te
quiero mucho, nunca me faltes.
Yo no podía seguir
en ese lugar así que le dije a mi hermano, Rafa por favor vámonos a casa no
puedo seguir aquí. Despidiéndome de mi tía me dijo, Rodri nuestro Arturo
siempre estará con nosotros y nos cuidará desde arriba. Yo pensé mirando al
suelo, Arturo que madre más grande y fuerte que tienes, pensando en mi cabeza
otra vez lo difícil que debe ser perder a un hijo en tan temprana edad.
Respondí a mi tía, lo siento mucho Maribel, lo siento mucho de verdad, seguro
que será así lo que dices.
Yo ya no estaba
ahí, pero parecía que yo seguía con Arturo, parecía que estaba a mi lado
abrazándome y hablando conmigo. Otra vez la misma historia, abrir esa ruidosa
puerta de casa y una nube encima de mí sin dejarme descansar ni un maldito
instante.
Solo recordaba
todo lo vivido, todo lo que pasamos y liamos juntos, todos esos sabios consejos
que me dabas sobre la vida, todas tus locas historias, todas aquellas aventuras
que hacíamos juntos, siempre serás mi mejor profesor y ayudante de vida.
Tenías tatuado “TEMPUS
FUGIT”, eso hago yo ahora, vivir y aprovechar la vida como si cada cosa que
hiciese fuese la última que haré en mi vida. Llevaré tus lecciones en el rincón
de mi en el que nunca nada sale, esto va por ti Turo.
Gracias por absolutamente
todo mi fiel compañero de vida, te quiero con locura y nunca nunca me olvidaré
de ti, ni de tu chupa de cuero, o de tu número 23.
Te quiero.
Rodrigo
Calderón- 1B-22/04/21- 3 evaluación
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