Rodrigo Calderón (Eterno)


 

ETERNO

 

Como empezaré esto? Me preguntaba todas las noches sin tener ninguna respuesta clara y concisa. Bien pues todo empezó hace mucho tiempo, en viajes en familia a Mallorca, Alicante o cualquier sitio, porque eso era lo de menos. Mis primos y yo ya éramos inseparables sobre todo Guille, Arturo y yo, claro con tanto viaje en familia era imposible que no nos llevásemos bien. Adonde iba uno iba el otro, cosa que comía uno, el otro la quería probar, y así con todo lo que hacíamos a lo largo de nuestra pequeña vida. Como no recordar el verano pasado, bebiendo hasta el amanecer en la playa, riéndonos, bañándonos, y sobre todo disfrutando de lo poco que nos quedaba juntos. Esta maldita palabra, “disfrutar” lo que hacías tu cada instante de tu vida en el lugar en el que estuvieses, daba igual el dónde, el por qué y el para qué.

Sin yo saberlo ese fue el último día en el que nos pudimos abrazar y hablar, sin nadie saberlo ese fue “nuestro último día” de playa, de alcohol, de cigarros, de primos y de risas.

 

 

15 de septiembre, me desperté como un martes cualquiera para ir al colegio, pero oí a alguien llorando por la habitación de mi madre, yo sabía que algo malo se me venía encima. Entro al baño de mi madre y le pregunto mamá qué ha pasado? Nos quedamos mirándonos mutuamente 30 segundos sin abrir la boca y yo olía ya lo peor del mundo, le pregunto por segundo vez mamá por favor dime qué ha pasado, y sin decirme nada me da un abrazo y me dice: hay que ser fuerte Rodri, yo confundido hasta más no poder grito por tercera vez, ¡mamá que coño ha pasado! Me da otro fuerte abrazo y me dice entre lágrimas Arturo, estaba con sus amigos y ha tenido un accidente, y… Me doy la vuelta, dejo de escuchar todo para centrarme en su voz grave, solo quería escucharla por última vez.

 

 

Me fui al colegio, confuso, sobre todo confuso y sin haberlo asimilado todavía, pensando seguro que no es así, seguro que no es así y mi madre se ha confundido. Llegué al colegio, todo era muy raro y prácticamente no presté atención a ninguna de esas clases, bueno sí, miento excepto a una, a filosofía que curiosamente salió el tema de la muerte. Yo no se lo conté casi a nadie, para estas cosas soy muy reservado. A la salida del colegio me fui rápidamente para casa, porque no me apetecía hablar con nadie, pero en el camino me encontré a uno de mis mejores amigos y me dijo que si me pasaba algo, ya que me notó super raro. Comí con él y le conté hasta el último detalle entre un río de lágrimas, la verdad que esa conversación me ayudó mucho a valorar todo lo que tenía y lo que ya se había ido. Me dio un fuerte abrazo y cada uno se fue a casa.

 

 

Fue entrar a casa y que se me viniese una enorme tormenta encima de mi, sin parar ningún segundo. Me llamó mi madre y dijo hijo, hay que ir al tanatorio, a lo que yo respondí de primeras y sin pensar, no quiero ir mamá, no puedo mamá, no puedo. Se quedó hablando unos minutos conmigo y me convenció para que fuésemos.

De camino, en el coche, nadie hablaba, era todo silencio y más silencio. Ninguno de nosotros tenía la fuerza suficiente para abrir esa boca, que si algo nos caracteriza es no parar de hablar durante horas y horas.

Ya ahí, solo se veían rostros pálidos y caras hacía abajo pensando el por qué a él y por qué tan pronto? Se veían padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, amigos todos nosotros sin parar ningún instante de llorar y de abrazarnos. Fui a saludar a mi tío, y nunca se me olvidará ese abrazo tan significante que me dio, de padre a hijo, diciéndome entre un mar de lágrimas, que injusto es esto, verdad Rodri? A lo que yo ni respondí, solo seguía abrazándole e intentando calmarme un poco. No podía parar de pensar lo que puede ser perder a un hijo a la edad de 19, con toda una vida por delante y unos grandes recuerdos a la espalda.

 

 

Mi primo Enrique me cogió de la mano y me dijo, quieres entrar a decirle un último adiós? Mi primo ya sabía que quería, así que sin dejarme responder me llevó a despedirnos de nuestro grandioso primo, esa cara tan inocente, ese traje, ese lugar en el que se encontraba, esa túnica blanca como el cielo, no pude más y salí de ese extraño lugar en el que se encontraba lo último de mi primo Arturo. Me cogió mi abuela y me dijo Rodri sé que es difícil pero hay que intentar ir para delante y acordarnos de él todos los días, esas palabras me mataron, ya no estaba él. Yo respondí a mi abuela, entre una cascada interminable de lágrimas, abuela te quiero mucho, nunca me faltes.

 

 

Yo no podía seguir en ese lugar así que le dije a mi hermano, Rafa por favor vámonos a casa no puedo seguir aquí. Despidiéndome de mi tía me dijo, Rodri nuestro Arturo siempre estará con nosotros y nos cuidará desde arriba. Yo pensé mirando al suelo, Arturo que madre más grande y fuerte que tienes, pensando en mi cabeza otra vez lo difícil que debe ser perder a un hijo en tan temprana edad. Respondí a mi tía, lo siento mucho Maribel, lo siento mucho de verdad, seguro que será así lo que dices.

Yo ya no estaba ahí, pero parecía que yo seguía con Arturo, parecía que estaba a mi lado abrazándome y hablando conmigo. Otra vez la misma historia, abrir esa ruidosa puerta de casa y una nube encima de mí sin dejarme descansar ni un maldito instante.

Solo recordaba todo lo vivido, todo lo que pasamos y liamos juntos, todos esos sabios consejos que me dabas sobre la vida, todas tus locas historias, todas aquellas aventuras que hacíamos juntos, siempre serás mi mejor profesor y ayudante de vida.

Tenías tatuado “TEMPUS FUGIT”, eso hago yo ahora, vivir y aprovechar la vida como si cada cosa que hiciese fuese la última que haré en mi vida. Llevaré tus lecciones en el rincón de mi en el que nunca nada sale, esto va por ti Turo.

 

 

Gracias por absolutamente todo mi fiel compañero de vida, te quiero con locura y nunca nunca me olvidaré de ti, ni de tu chupa de cuero, o de tu número 23.

Te quiero.

 

 

 

Rodrigo Calderón- 1B-22/04/21- 3 evaluación

 

 

 

 

 

 


Comentarios