Sara García (Todo ocurre de repente)


 

TODO OCURRE DE REPENTE

 

Son las 18:06 h. del 4 de agosto de 2020. Mi hermano Bilal y yo estamos jugando al escondite junto a nuestros vecinos Elías y Hassan. Se nos hace tarde para llegar a casa a ayudar a nuestra madre en las tareas; mientras, mi padre trabaja en el puerto. Decidimos ir yendo los cuatro hacia nuestras casas. Las 18:08 h. Mamá sale a recibirnos con una de sus grandes sonrisas. Quedaban segundos, exactamente 18 segundos, pero no lo sabíamos, ninguno de nosotros.

 

Cuando Bilal se lanza a los brazos de mamá, se oye un gran estruendo, miles de gritos desgarradores, instintivamente corro y corro como si me fuera la vida en ello. Siento un horrible y constante pitido en los oídos, veo vehículos volcados, edificios derrumbándose, todo a mí alrededor es niebla, polvo y caos.

 

Bilal y mamá van detrás corriendo y Elías y Hassan los siguen. No tengo mucho tiempo de mirar hacia atrás asique continúo. La gente lleva a heridos en brazos, casi todos sangrando. De repente, siento que algo me golpea tan fuerte en la cabeza que estoy aturdido. Tropiezo. No tengo más remedio que seguir corriendo. Siento un gran ardor en la cabeza de la que me emana sangre. Veo hombres, mujeres, ancianos, niños, chillando, corriendo… Sigo en pie a duras penas hasta llegar al punto de encuentro. Allí me reúno con Hassan. Creo que está herido.

 

Todo me da vueltas, me estalla la cabeza y tengo un gran corte en la pierna derecha. Pero mientras me vendan, no puedo dejar de pensar en mis padres y en Bilal. Me desmayo. Cuando despierto, me doy cuenta que estoy en una camilla, en un hospital de campaña. Unas enfermeras vienen a hacerme un reconocimiento. Sólo les digo que estoy ansioso de ver a familia y les pregunto cuándo saldré de aquí. Me contestan que ellos también quieren verme pero las habitaciones están tan saturadas, no pueden dejar pasar a nadie, que no me preocupe, cuando mejore me dejarán salir.

 

Llevo esperando más de una semana. Los días se hacen interminables y más cuando estás solo.

 

Por fin me dan el alta. Me bajo de la camilla de un salto. A la salida, Hassan, Elías y su madre me están esperando. No veo a mi familia, les pregunto dónde están, ellos se echan a llorar.

 

No entiendo nada. Me explican que la explosión se había producido en el puerto donde trabajaba mi padre dejando un cráter de 120 metros de diámetro, destruyendo todo a su alrededor. Yo sólo quiero estar con mi familia. Mientras hablan, se me hunde el mundo. En el puerto nadie ha sobrevivido. Bilal y mamá tropezaron y un edificio se derrumbó encima suyo. Una fuerte presión en el pecho se apodera de mí y un gran pinchazo en mis heridas me hace reaccionar: ya no los volveré a ver nunca más. La madre de Hassan me explica que me quedaré a vivir con ellos. Yo no sé qué decir. Asiento con la cabeza.

 

Me derrumbo, miles de lágrimas caen por mis mejillas, me siento culpable, podría haberles esperado o ayudarles a ir más rápido. No me dejo de preguntar por qué me ha pasado esto a mí.

 

La explosión ha destruido parques, casas, colegios, nuestros lugares favoritos… Más de 300.000 personas se han quedado sin hogar. Prácticamente, todo a 10 kilómetros a  la redonda de la explosión ha sido destruido por la onda de choque. El silo más grande ha sido destrozado, eliminando el 85% de las reservas de grano de la ciudad, dejando al país con menos de un mes de alimentos en reserva. Mi ciudad, Beirut, en Líbano, no volverá a ser la misma, se percibe una gran niebla que tiñe el cielo de rojo. Nadie sale a la calle, no hay ganas de jugar, de cantar, de reír, no hay ganas ni de hablar... Un silencio ensordecedor se apodera de mi ciudad.

                                                                                           

Me falta el aire. Echo de menos a Bilal, a papá y a mamá. No hay comida, aunque tampoco tengo hambre.

 

Pasan los días y cada vez me siento con menos fuerza, vacío, enfermo, triste... Mientras la madre de Hassan me cuida, ella tiene que sacar sola a toda una familia adelante y yo echo tanto de menos a la mía…Jugar con Bilal, cocinar con papá, pasear con mamá… Asique no veo otra opción, quiero estar con ellos, quiero reunirme con ellos, reír de nuevo, cantar, jugar… y eso es lo que voy a hacer, me dejo llevar…

 

Me dejo llevar por el cariño de Hassan, el coraje de su madre, la valentía de Elías. Lucho por la esperanza, lucho porque el recuerdo de mi familia no desaparezca.

Lucho por vivir.

Sara García García 4ºE, 2 de abril de 2021 3ª Evaluación.


Comentarios