11M
Lunes 11 Marzo 2004
Esa mañana, como
cualquier otra el estridente ruido de mi despertador interrumpió mi sueño, sorprendentemente
no me resulto complicado abrir los ojos, unos pequeños rayos de sol se colaban
por la ventana, una vez mas me había olvidado de cerrarla la noche anterior ,
todo apuntaba a que ese seria un gran día, cuando por fin desvelé, me gire
hacia mi derecha y me quede unos segundos mirando a mi marido, todavía dormía
plácidamente. Me incorpore y la luz se poso sobre mi rostro, estaba siendo un
marzo peculiarmente caluroso, cosa que agradecí después del invierno tan duro
que pasamos.
Por fin me puse en
marcha, me aclare la cara, me arreglé, le di un beso de despedida a mi hijo
deseándole un buen día y me dispuse a salir de casa. La noche anterior había
sido muy divertida, estuvimos celebrando por todo lo alto mi ascenso en el
trabajo, todas mis metas parecían cumplirse y me llenaba de felicidad la mirada
orgullosa de todos mis seres queridos, que más podía pedir? Por esa razón
decidí que al día siguiente me permitiría tener unas horas mas de sueño y
cogería el segundo tren de la mañana, pasaba dos horas después del que yo
habituaba a coger, pero la ocasión lo merecía sin duda.
El tren se retrasó
unos minutos, pero ese día no me importó, me pare a fijarme en muchas de las
personas, que como yo esperaban en el anden. Algo muy común en lo que las prisas
no suelen permitir que nos fijemos, es sorprendente las miles de personas que
pasan cada día por el transporte publico, cada una de ellas tienen a sus
espaldas una vida, una familia, una historia, y son todos tan diferentes de los
otras.
Cuando llegó el tren
me senté rápidamente en uno de los asientos, no me gusta nada ir de pie, siempre
me ha provocado mucho vértigo. Pocos minutos después de que este hubiera
arrancado pasamos por la estación de Atocha, mis ojos no podían creer lo que
estaban viendo, observe como el tren de enfrente se abría por el medio, poco
después miré hacia atrás y era
como estar en la guerra. La gente estaba tirada por el suelo. Había mucho humo.
Todo el mundo tenía mucha sangre y a muchos de los que estaban tirados les
faltaban partes del cuerpo. Los que todavía podían levantarse, iban entre el
humo y el olor a quemado, sangrando, con la ropa destrozada, la mirada ida,
llorando, algunos intentaban marcar los números de su móvil, imagino que para
avisar a sus familias, pero ninguno de ellos sabía cómo.
Nuestro tren no paró,
continuo su camino hacia la próxima estación, desgraciadamente éramos los
siguientes, todavía los pocos que nos habíamos fijado en el desastre de la vía
de enfrente seguíamos inmóviles, nuestro cerebro no conseguía asimilar lo que
acababa de ver.
Cuando nos adentramos
en el túnel que me llevaría a la parada donde debía bajarme, el tren se paró, sentimos un golpe muy fuerte y las luces se
apagaron. La gente no sabía lo que pasaba, pero yo sí y eso me asustaba aún
más, a pesar de ello intenté calmar a los pasajeros que había a mi alrededor,
en especial un niño pequeño, no tendría mas de seis años, y ahí estaba,
llorando y gritando el nombre su madre, le puse en mis piernas y aguanté con
esperanza a que todo pasara y el tren retomara su camino. Pero no hubo suerte. Eran
las ocho menos veinte, de pronto un sonido espantoso recorrió todo nuestro
vagón inmediatamente deduje que eran explosiones, que no había sido un
accidente, porque nuestro tren no había descarrilado. Todo el tren, que
circulaba atestado, con gente de pie en los pasillos y en la zona de las
puertas, empezó a gritar. La máquina redujo la velocidad, la explosión fue
brutal y fue entonces cuando empezó el caos. Había humo. Llegó un momento en el
que no nos podíamos mover. Recuerdo gritos, ruido, pero ninguna frase concreta.
No había transcurrido ni un minuto cuando volvió a explotar otra bomba y
después, muy seguido, otra más. Eso fue lo ultimo que recuerdo que pasara antes
de que mis ojos se cerraran lentamente.
Han pasado unas semanas de aquello, desde
entonces estoy en una cama del hospital, mi familia y amigos vienen a verme
siempre que pueden, no estoy sola en ningún momento, eso me tranquiliza,
supongo que no quieren que cuando despierte esté sola, si es que consigo salir
de este sueño o mas bien pesadilla, que parece no terminar nunca. Todo el mundo
culpa a ETA, la gente prefiere que sean ellos los responsables porque de lo
contrario el pánico recorrería las calles ante la posibilidad de la amenaza de un
nuevo terrorismo desconocido y brutal, capaces de cometer tal atrocidad.
Sin duda alguna, estoy
teniendo tiempo para reflexionar, intento pensar que se le pasaría por la
cabeza a la gente que nos ha hecho esto, querían hacer daño, eso lo tengo claro,
pero por qué? En que mente cabe la posibilidad de herir tantísimo a miles y
miles de personas que han resultado afectadas y sin justificación alguna.
Me alegra saber, que
la desgracia haya servido para juntar al país, toda España está conmovida, pero
mas unida que nunca, se han reunido para que sus voces suenen mas alto y así
condenar el ataque, ayudar a las victimas, apoyar y pedir justicia por y para las familias… Por lo que mi marido y mi hijo
me cuentan, miles de personas acudieron en cuanto se supo la notica para ayudar
de la manera que pudieran, rescataron supervivientes, tranquilizaron a la gente
que estaba conmocionada, los puntos para donar sangre quedaron completamente
colapsados, cientos de psicólogos se acercaron al lugar para atender de manera
altruista a los afectados y sus familiares… si eso no hubiera pasado,
probablemente hoy yo no estaría aquí, en segundo plano, ausente, pero estoy y
doy gracias por ello. Las noticias desde lo ocurrido son devastadoras, escucho
de fondo la voz del presentador, quebrada, como si cada una de las palabras que
salen de su boca le pesaran terriblemente en el alma.
El atentado dejó 191 personas fallecidas y más de 1.800
heridos. Con ellas, sus familiares y allegados, así como las personas
supervivientes, quedarían marcados por las secuelas de la pérdida, el dolor y
la culpabilidad de seguir vivas.
Rocío Sánchez Tinoco 1ºA Abril, 2021
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