Elena Rodríguez-Losada (Las Palabras más dolorosas)


 

LAS PALABRAS MÁS DOLOROSAS


Papá y yo siempre hemos estado muy unidos. Como soy la mayor de mis hermanos, sé que soy su favorita aunque él no me lo diga. A él siempre le ha gustado pasar tiempo conmigo: salir a dar paseos, jugar en la playa, darme caprichos con la comida… Lo pasamos muy bien juntos y él siempre me anima a hacer cosas nuevas. Pero a ver, que también hemos estado a las 12 de la noche haciendo ejercicios de matemáticas, él gritando y yo llorando porque no entendía nada. Cuando era más pequeña yo le veía como un superhéroe, como mi ídolo. Ahora la cosa no ha cambiado.

 

Hasta el 2015, vivíamos en Majadahonda, a las afueras de Madrid. Todo lo que recuerdo de allí son buenos momentos: las meriendas de Nocilla, la piscina con los amigos y las tareas de no salirte del dibujo al colorear, claro que aún era muy pequeña. Hubo un tiempo que papá estaba un poco raro, se le notaba más triste y pasaba mucho tiempo fuera de casa, en el hospital me decían. Nunca lo pensé demasiado ni le di importancia ¿Qué iba a saber yo si solo tenía 9 años?

 

Al cabo de unas semanas mamá nos dijo que los abuelos vendrían a cuidarnos unos días a casa mientras ella y papá iban al hospital. A mí me pareció genial porque me encanta pasar tiempo con los abuelos. Ellos nos cuidaron muy bien, nos recogían del colegio, nos ayudaban con las tareas, nos hacían comidas ricas y por la noche llamábamos a papá y mamá. Papá nos decía que estaba muy bien y que pronto estarían los dos en casa. El día que llegaron a casa, papá tenía el brazo en un cabestrillo, estuvo así durante un mes y cuando se lo quitó le costaba mucho moverlo. Teníamos que ayudarle con algunas cosas, recuerdo que yo siempre me ofrecía a ponerle el abrigo porque él solo no podía. Pero con el tiempo nos acabamos acostumbrando.

 

 

En verano mamá nos dijo que para Agosto nos habríamos mudado a Madrid e iríamos a un colegio nuevo. “Que guay” pensé yo, podría conocer a más gente y estaríamos más cerca de los primos, que me encanta pasar tiempo con ellos. Cuando empezamos el colegio todo fue muy bien, Jorge, Matías y yo habíamos hecho muchos amigos. Una tarde como cualquier otra,  papá llegó a casa algo diferente, se había rapado todo el pelo. A mis hermanos y a mí se nos hizo muy raro verle así pero le dijimos que estaba muy guapo. Mamá nos dijo que el pelo se le caía por unas medicinas que estaba tomando. Durante unos meses papá hizo muchos ejercicios para fortalecer su brazo, se esforzó demasiado, y en unas semanas los abuelos estarían cuidándonos otra vez.

 

 

Papá tuvo que volver al hospital porque lo iban a operar. Los abuelos volvieron a casa unos días mientras mamá hacía compañía a papá en el hospital. Pero yo ya era más mayor y quería saber qué estaba pasando. Los abuelos me decían que papá se iba a poner bien y que teníamos que estar tranquilos. Fuimos a verle un par de veces al hospital. Estaba muy cansado y tenía muchos aparatos conectados, pero siempre nos ponía una sonrisa para no preocuparnos.

 

Unos meses después, cuando ya todo había vuelto a la normalidad, yo estaba en casa con mamá. Me acuerdo de ese día como si fuese ayer. Le pregunté si podía explicarme porque papá había pasado tanto tiempo en el hospital, se había quedado sin pelo, y le costaba mover el brazo. Fue entonces cuando escuché unas de las palabras más dolorosas de mi vida.

“Papá ha tenido cáncer” me dijo.

Al principio me bloqueé y luego rompí a llorar. Tenía 11 años pero sí sabía lo que era el cáncer y sobre todo la cantidad de gente que moría por ello. Me explicó que él ya estaba bien y que no nos lo habían contado para no preocuparnos. Me dijo que al operarle, tuvieron que quitarle unos huesos del brazo y ponerle una prótesis en su lugar, “Es un hierro con un tornillo que tiene en lugar del hueso” me explicó mamá.

 

 

Ahora papá ya está muy bien. Sigue sin poder hacer todo tipo de movimientos con el brazo, pero sabemos que ha superado por completo el cáncer.

 

Elena Rodríguez-Losada 1º A 7/11/2021

 

Comentarios