BESTIA IMPLACABLE
Joseph conoce la Guerra. En su
poblado todo el mundo está sufriendo por ella. Si no es por culpa de los
saqueos de los guerrilleros, es por los abusos que cometen los soldados.
Siempre han vivido todos con el miedo a que se cumplan las amenazas que reciben
o que inesperadamente sean atacados.
Joseph y su madre ahora están solos.
De no ser porque se llevaron a su hermana cuando era una niña y mataron a su
padre, ahora no estarían solos. Su situación ya era difícil con el ganado para
que encima les afectaran los saqueos. En Camerún la Guerra está empeorando la
situación de todos.
Para Joseph, el significado de la
Guerra es odio, fuego, sangre, muerte y pobreza. La Guerra, para Joseph, casi
siempre estaba impulsada por bandidos sedientos de más poder, dispuestos a
cambiar sangre y plomo por tu vida y tu libertad. Joseph ha visto como la Guerra
se llevaba a sus seres queridos para dejarle vacío, tan solo por sus ansias
sádicas de acabar con todo lo bueno. La Guerra solo se calma con sangre de
inocentes. Cegadas por la promesa de poder, las hordas seducidas por la Guerra
arrasan con todo lo que pueden, hasta que sus enemigos mueren o se ofrecen a
sufrir castigos inhumanos con tal de conservar la vida. Joseph solo quiere la
paz.
Samer también conoce la Guerra. La
ve cada día en las ruinas a las que una vez llamó hogar y en el polvo que alguna
vez llamó ciudad. Ese polvo dio hogar a amigos y vecinos. Ahora toda esa destrucción
es un cúmulo de nostalgia, soledad y metralla que sirve madriguera a aquellos
que prefirieron no huir y que han sobrevivido.
Realmente a Samer le da igual lo que
diga el régimen, pues no hay derecho a someter a la sociedad. Lo que de verdad
le importa es que nunca ha tenido oportunidad de llevar a cabo ningún sueño,
menos durante la Guerra. Ve como todos en Siria se matan por odio y sectarismo.
Samer solo quiere la paz.
En Cuba, Claudia teme por sus
familiares y amigos. Han ido a protestar contra el régimen. La sombra de Guerra
se cierne sobre toda Cuba y amenaza a todos. En Cuba el totalitarismo amenaza
constantemente con la Guerra. Claudia teme por que no encarcelen a sus
familiares y amigos. Teme por el trabajo de su vida, que difícilmente ha
logrado guardar. Teme por la poca libertad que conserva.
Aquí en Europa tenemos la suerte de
no conocer a la despiadada bestia de la Guerra. Hemos visto fotografías,
tenemos pinturas, novelas y libros de texto. Aun así, no hemos padecido el
miedo ni el dolor directamente. Pocos o ninguno nos hemos visto de frente con
la Guerra.
Esta bestia está sedienta de vida,
felicidad y prosperidad. El rastro que deja tras de sí es de muerte,
desolación, lamento y dolor. La Guerra es una bestia que llega cuando menos se
la espera y se va cuando ya es demasiado tarde para arreglar las cosas. Las
heridas de la Guerra no se cierran en generaciones. El mero rugido de la Guerra
deja sin aliento a todo aquel que lo escucha y cuanto más cerca estés de él,
más tiempo durará el dolor y la pena. Todo aquel que es envuelto por la Guerra
y se deja seducir por ella se torna un despiadado criminal, en ocasiones un
asesino.
Afortunadamente, la marca que la
Guerra haya podido dejar en Europa, ya está prácticamente extinta. Lo que nos
corresponde en este momento es expandir este extraordinario fenómeno histórico
a todos los lugares que se pueda por el tiempo que se pueda. Hay que acabar con
la Guerra allí donde se presente y fomentar la paz. Así, todas las sociedades
subyugadas tendrán la oportunidad de florecer. Junto con la Paz llegan las
oportunidades, el concilio y la prosperidad. Traer la Paz es traer la libertad
y la igualdad.
Por desgracia, Joseph, Samer,
Claudia y centenares de millones de personas más solo pueden soñar con la paz. Seguirán
su día a día, viendo el sufrimiento y desolación en sus tierras, impotentes.
Juan Godoy
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