Sara García (Mi último adiós)


 

MI ÚLTIMO ADIÓS

 

Me presento, me llamo Carla y tengo 6 años. Acabamos de empezar el curso hace unas semanas. Soy nueva en mi colegio, me cambié porque los niños de mi antiguo cole no me trataban muy bien. Estoy muy feliz porque este curso he hecho nuevos amigos incluso, este sábado, me han invitado a una fiesta que celebran los de clase en el parque de bolas ¡Qué nervios!

 

Hoy no ha sido uno de mis mejores días. En clase he estado muy distraída, no podía dejar de pensar en la discusión con papá y mamá. Ayer por la noche estaban discutiendo por alguna tontería de las suyas que yo todavía no soy capaz de comprender. Sólo quería que se calmaran y así poder ver alguna peli en familia como hacíamos antes. Pero al intentar calmarles, la tomaron conmigo y me castigaron sin poder ir al cumpleaños de este sábado. Yo no entendía qué había hecho mal, sólo quería que pararan. Me metí corriendo en mi habitación, y llorando, me dormí.

 

Esta mañana al despertar papá ya se había ido a trabajar y mamá se disculpó por lo de ayer. Después de prepararnos, nos llevó a mis hermanas y a mí al colegio, pero yo no podía dejar de pensar en darle a papá uno de esos abrazos largos y reconfortantes para reconciliarnos a la salida del cole. Así que nada más acabar las clases, me reuní con mis hermanas de 10 y 12 años en la panadería que hay enfrente del colegio para esperar a que vinieran a recogernos. 

 

Vimos aparecer a papá y a mamá en la acera de enfrente. Estaba ansiosa de que el semáforo se pusiera en verde para poder correr hacia él y abrazarle por fin, cuando de repente el coche que estaba aparcando a nuestra derecha se acercó tan rápidamente que no pudimos reaccionar a tiempo. Un golpe me tira al suelo, veo todo negro y empezó a oír gritos de desesperación, eran las voces de mis padres, lloraban mientras me sujetaban en sus brazos. Llegan sanitarios, policías, incluso los bomberos que intentan hacerme maniobras de reanimación mientras se llevaron a mis hermanas en ambulancia al hospital.

 

A los pocos minutos, recupero la vista, la energía, y me pongo en pie. Pero nadie parece reaccionar ante ello, incluso mis padres seguían llorando. Corriendo les abracé pero no parecían responder, no entiendo nada, creo que me ignoran porque seguirán enfadados. Les pido que me perdonen, que no iré al cumpleaños del sábado, que ayudaré más en casa, pero no reaccionan, empiezo a llamarles, a gritarles, tirarles de la ropa… suplicándoles que me perdonen.

 

Se acerca un sanitario y se dirige a mis padres con tono bastante triste y formuló unas palabras que me dejaron impactada: “Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, lo siento.”

 

Sigo sin entender nada, cómo era posible que no me vieran, estoy aquí y nadie se da cuenta. Pero miro a mí alrededor y encuentro mi cuerpo rodeado de gente. ¿Había muerto? ¿Qué soy ahora? ¿Cómo es que estoy aquí y mi cuerpo allí?

 

Me desespero. Escucho a mi padre gritando y culpándose, mi madre no deja de llorar. ¿Lo más triste de todo? Saber que no voy a poder volver a hablar con ellos, a abrazarles, besarles, reírme con ellos… En dos segundos todo mi futuro se ha esfumado, pensar en todo lo que no podré vivir, ningún cumpleaños más, ni más Navidades con toda la familia, ni mi primera comunión, ni mi carrera, ni mi boda, ni mi primer trabajo... Y lo más impactante, ver a mi padre culpándose y sin poder perdonarnos.

 

No sé cómo lo hice, pero de repente, aparecí en la sala de hospital donde estaba mi hermana mayor ingresada, rodeada de enfermeros, ella estaba llorando y no dejaba de repetir que nos podía haber salvado y podría haber hecho algo por evitarlo. La intenté decir que no había sido culpa suya, que se tranquilizara, pero cómo no, ella tampoco me escuchaba.

 

Después, tuve la misma sensación, el mismo escalofrío que me había recorrido el alma unos segundos antes y viajé a la habitación de mi otra hermana, que desconsoladamente también lloraba. Le dije que su peluche favorito lo había escondido debajo de mi cama  y la intenté abrazar, pero claro, sin ningún éxito.

 

Pero más o menos ya empezaba a comprenderlo todo. Papá, mamá, aunque no nos hayamos podido despedir, quería deciros que aunque muchas veces no haya sido la hija ejemplar, gracias por haber sido pacientes, por haberme educado, por haberme querido… Gracias por haber sido mis guías en este corto viaje. Gracias por ser mis padres.

 

Sara García García 1ºB, 12 de noviembre de 2021, 1ª Evaluación.

 

 

 

 

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