MI ÚLTIMO ADIÓS
Me
presento, me llamo Carla y tengo 6 años. Acabamos de empezar el curso hace unas
semanas. Soy nueva en mi colegio, me cambié porque los niños de mi antiguo cole
no me trataban muy bien. Estoy muy feliz porque este curso he hecho nuevos
amigos incluso, este sábado, me han invitado a una fiesta que celebran los de
clase en el parque de bolas ¡Qué nervios!
Hoy
no ha sido uno de mis mejores días. En clase he estado muy distraída, no podía
dejar de pensar en la discusión con papá y mamá. Ayer por la noche estaban
discutiendo por alguna tontería de las suyas que yo todavía no soy capaz de
comprender. Sólo quería que se calmaran y así poder ver alguna peli en familia
como hacíamos antes. Pero al intentar calmarles, la tomaron conmigo y me
castigaron sin poder ir al cumpleaños de este sábado. Yo no entendía qué había
hecho mal, sólo quería que pararan. Me metí corriendo en mi habitación, y
llorando, me dormí.
Esta
mañana al despertar papá ya se había ido a trabajar y mamá se disculpó por lo
de ayer. Después de prepararnos, nos llevó a mis hermanas y a mí al colegio,
pero yo no podía dejar de pensar en darle a papá uno de esos abrazos largos y
reconfortantes para reconciliarnos a la salida del cole. Así que nada más acabar
las clases, me reuní con mis hermanas de 10 y 12 años en la panadería que hay
enfrente del colegio para esperar a que vinieran a recogernos.
Vimos
aparecer a papá y a mamá en la acera de enfrente. Estaba ansiosa de que el
semáforo se pusiera en verde para poder correr hacia él y abrazarle por fin,
cuando de repente el coche que estaba aparcando a nuestra derecha se acercó tan
rápidamente que no pudimos reaccionar a tiempo. Un golpe me tira al suelo, veo
todo negro y empezó a oír gritos de desesperación, eran las voces de mis
padres, lloraban mientras me sujetaban en sus brazos. Llegan sanitarios,
policías, incluso los bomberos que intentan hacerme maniobras de reanimación mientras
se llevaron a mis hermanas en ambulancia al hospital.
A
los pocos minutos, recupero la vista, la energía, y me pongo en pie. Pero nadie
parece reaccionar ante ello, incluso mis padres seguían llorando. Corriendo les
abracé pero no parecían responder, no entiendo nada, creo que me ignoran porque
seguirán enfadados. Les pido que me perdonen, que no iré al cumpleaños del
sábado, que ayudaré más en casa, pero no reaccionan, empiezo a llamarles, a
gritarles, tirarles de la ropa… suplicándoles que me perdonen.
Se
acerca un sanitario y se dirige a mis padres con tono bastante triste y formuló
unas palabras que me dejaron impactada: “Hemos hecho todo lo que estaba en
nuestras manos, lo siento.”
Sigo
sin entender nada, cómo era posible que no me vieran, estoy aquí y nadie se da
cuenta. Pero miro a mí alrededor y encuentro mi cuerpo rodeado de gente. ¿Había
muerto? ¿Qué soy ahora? ¿Cómo es que estoy aquí y mi cuerpo allí?
Me
desespero. Escucho a mi padre gritando y culpándose, mi madre no deja de
llorar. ¿Lo más triste de todo? Saber que no voy a poder volver a hablar con
ellos, a abrazarles, besarles, reírme con ellos… En dos segundos todo mi futuro
se ha esfumado, pensar en todo lo que no podré vivir, ningún cumpleaños más, ni
más Navidades con toda la familia, ni mi primera comunión, ni mi carrera, ni mi
boda, ni mi primer trabajo... Y lo más impactante, ver a mi padre culpándose y sin
poder perdonarnos.
No
sé cómo lo hice, pero de repente, aparecí en la sala de hospital donde estaba
mi hermana mayor ingresada, rodeada de enfermeros, ella estaba llorando y no
dejaba de repetir que nos podía haber salvado y podría haber hecho algo por
evitarlo. La intenté decir que no había sido culpa suya, que se tranquilizara,
pero cómo no, ella tampoco me escuchaba.
Después,
tuve la misma sensación, el mismo escalofrío que me había recorrido el alma
unos segundos antes y viajé a la habitación de mi otra hermana, que
desconsoladamente también lloraba. Le dije que su peluche favorito lo había
escondido debajo de mi cama y la intenté
abrazar, pero claro, sin ningún éxito.
Pero
más o menos ya empezaba a comprenderlo todo. Papá, mamá, aunque no nos hayamos
podido despedir, quería deciros que aunque muchas veces no haya sido la hija
ejemplar, gracias por haber sido pacientes, por haberme educado, por haberme
querido… Gracias por haber sido mis guías en este corto viaje. Gracias por ser
mis padres.
Sara García García 1ºB,
12 de noviembre de 2021, 1ª Evaluación.
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