Victoria Manetti (Todo se queda en recuerdos)


 

TODO SE QUEDA EN RECUERDOS

 

Hoy vengo a hablar de una persona a la que siempre he admirado mucho. mi abuelo y yo siempre hemos estado muy unidos. Recuerdo perfectamente cuando era pequeña e iba a Salamanca y me llevaba a dar una vuelta por la ciudad mientras me contaba sus aventuras en el ejército; recuerdo cuando me insistía en darme dinero a escondidas para que mi madre no lo supiese, cuando me pedía que le arreglase el móvil porque decía que no funcionaba cuando solo le faltaba batería.

 

 Al pasar de los años me fui haciendo más mayor pero mi relación con él siempre fue la misma, le llamaba para contarle que tal mi día y saber cómo había sido el suyo. Todo parecía que iba bien hasta que un día llamo mi abuela un 27 de noviembre. Mi abuelo acababa de llegar de caza y se empezó a encontrar muy mal de repente así que decidieron llevarle al hospital donde le ingresaron, los médicos no sabían que era así que mi madre decidió llevarle a algún médico de Madrid a ver si sabían que era lo q le sucedía.

 

Pasaron los meses y nadie daba con el problema y mucho menos la solución. Al cuarto mes hospitalizado le detectaron cáncer, pero todo parecía que podría a ir a mejor con un par de meses de quimioterapia y cuidados. Mi familia estaba muy contenta dado que, a pesar de la pésima situación, no era un caso sin cura. Volvieron a pasar los meses y la situación no parecía mejorar y los médicos ya no sabían que hacer, probaron con todo tipo de tratamientos y curas posibles, pero nada parecía mejorarle, así que lo empezaron a abandonar poco a poco diciendo que no tenía solución y que todo el esfuerzo había sido inútil e innecesario. Mi abuela nunca perdió la esperanza y siempre que podía, intentaba sacarle una sonrisa a mi abuelo con alguna de sus anécdotas o recuerdos juntos de hace años, y en cierta manera también motivarle a que siguiera luchando para poder seguir creando recuerdos juntos muchos años más y que esto solo se quedase en una mala etapa.

 

Al llegar su cumpleaños pedimos un permiso a ver si le dejaban salir un día, afortunadamente nos lo concedieron y lo pudimos llevar al pinar, donde pudo volver a ver a sus perros Nico y Lula, tanto mi abuelo como los animales se pusieron muy contentos al reencontrarse dado que llevaban mucho tiempo sin poder verse. Durante el camino de vuelta, a mi abuelo se le notaba triste, porque de cierta manera creía q era la última vez que los podría volver a ver; mi abuela le decía que eso no era cierto y que no pensase eso y que en menos de que se diese cuenta ya iban a estar viviendo igual que siempre.

 

 A la llegada de septiembre todo se empezó a ir cuesta abajo. Mi abuela estaba ya derrotada, cansada de noches interminables sin dormir, de días eternos y malestar continuo. Mi familia y yo procurábamos ir a visitarles como mínimo una vez a la semana para intentar animarlos, pero todo había cambiado, cuando los íbamos a ver, a mi abuelo se le notaba en la cara que ya estaba exhausto, que aquella enfermedad le consumía poco a poco y eso le tenía amargado.

 

Antes siempre se ponía muy contentos de vernos a mis hermanas y a mí, pero parecía que eso ya no le hacía feliz. Mi abuela intentó de todo para que su ánimo cambiara: intentó pedir otro permiso para salir, llamó a sus amigos e hijos para que le visitaran, hasta recurrió a sus amigos de su infancia que hacía mucho tiempo que no los veía y siempre estaba hablando de ellos… pero nada hacía cambiarle esa expresión de la cara.

 

Aquel día fue cuando me di cuenta de que él ya había perdido su esperanza. Llegó el cumpleaños de mi hermana pequeña, el 2 de noviembre, cumplía tan solo 10 años, ella se negaba a soplar las velas sin la presencia de mis abuelos, así que decidimos dirigirnos hacía el hospital, pero justo antes de salir, recibimos una llamada diciendo que mi abuelo finalmente había fallecido. No nos lo podíamos creer, la tristeza inundó la casa durante días y todavía nadie es capaz de poder hablar del tema.

 

 

Tan solo han pasado unos días desde su muerte y ya le estoy echando mucho de menos, creo que nunca me acostumbraré a llegar al pinar o, aunque sea solo no poder saludarle o no volver a perder contra él a las cartas…pero si hay algo que he aprendido en este tiempo es que por qué no le tenga físicamente no significa que se haya realmente ido, porque yo sé, que este dónde esté, siempre cuidará de mí y nunca se irá de mis recuerdos y mucho menos de mi corazón.

 

 

Victoria Manetti, 1º bachillerato, grupo B, fecha 5 de noviembre de 2021

 

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