Pablo Braun (África)


 

JUSTOS POR PECADORES

 

Estaba yo tranquilamente jugando al futbol con mi hermano Dabu, cuando veo aparecer de la nada dos furgones enormes de policía. De repente recuerdo que mi padre me había dicho algo de estar en casa a las 6 o algo por el estilo. Debía ser por esto.

 

Empieza a correr todo de poblado, mientras se empiezan a escuchar disparos todo alrededor mío. De puro instinto cojo a mi hermano del brazo, que se había quedado igual de petrificado que yo, para ponernos a salvo.

 

Me pregunta Dabu:

- oye, ¿Qué es eso que disparan?

Y le respondo yo:

- se llaman balas, y como te den, tenemos un problema.

- ¿Y eso por qué? – pregunta Dabu

- con eso es con lo que papa mata a los animales salvajes.

- habrá que tener cuidado – dice con cara de preocupación Dabu.

 

Mientras estamos escondidos, recuerdo que en mi casa tenía una cajita llena de dinero, el cual me había dado mi abuela. Me pongo a pensar, y recuerdo que estaba escondido debajo de mi almohada. Le digo a Dabu:

- hermanito, tenemos que ir corriendo para casa, quiero darte una cosa.

 

Mientras corremos dirección casa, veo que nos empiezan a seguir dos guardias, y cojo mas fuerte a Dabu. Al ser mayores, corrían mas que nosotros, y eso que en la escuela tenía el récord del colegio en velocidad debe ser que por eso en Zimbabue siempre salen buenos atletas.

 

Estamos a punto de llegara casa, casa humilde, ya que nuestros padres no tenían mucho dinero, pero todo lo que tenían se lo gastaban en nosotros, y siempre estaré agradecido a ellos por eso

 

 

Nada mas llegar a casa, encuentro a mi padre en el suelo. Tenía un arma. No sabía que mi padre tenía un arma, siempre me decía que no le gustaban y que eran asquerosas. Pero yo no sabía cómo usarla así que mientras venían los malos, la cogí e intenté averiguar cómo se usaba esa cosa. Veo que tiene algo parecido a una especie de botón en la parte de abajo. Apunto hacia uno de ellos y veo que se paran quietos. Nunca me había sentido tan poderoso nunca. No sabia lo placentero que era sujetar un arma.

 

Aprieto el gatillo, y escucho el ruido más desagradable que jamás había escuchado. Un ruido ensordecedor, que te revienta los tímpanos. Mientras me recompongo del susto, veo que uno de los dos estaba en el suelo, con mucha cosa roja alrededor suyo. Creo que en la escuela nos enseñaron que eso se llamaba sangre y estaba por todo el cuerpo o algo así me dijeron.

 

Veo que el otro individuo coje su arma y nos apunta a mi y al pequeño Dabu. Mi primera reacción es proteger a Dabu, pero no soy lo suficientemente rápido y le da justo en la pierna izquierda. En ese momento, creo que sentí la mayor rabia que jamás había sentido. Más que cuando Levi cogía el balón y se iba por perder, más que cualquier otra cosa.

 

De la misma cojo yo mi arma, y empiezo a disparar sin ningún tipo de pudor. Quería que ese tipo desapareciera. Quería que se extinguiera. Al quedarme sin balas, rezo todo lo que puedo por haberle dado por lo menos una. Abro los ojos lentamente, y observo haberle dado todas las balas, sin fallar una. No sabía que tenía tanta puntería.

 

De repente oigo detrás de mí unos pasos, parecía un hombre gigantesco, ya que sus pisadas sonaban muchísimo. Me voy a girar, y de repente me tapan la cara con algo, no puedo respirar. Parece una bolsa, o un papel no lo se. Me empiezo a marear y a ver borroso, ya no aguanto más, me voy a caer…


Pablo Braun Ríos, 4ºE nº 5 noviembre de 2021

Comentarios