LA SEGUNDA OPORTUNIDAD
11 de
marzo de 2004; yo tenia diez años, era relativamente pronto, exactamente las seis
y cuarenta y uno de la madrugada, mi madre y yo nos dirigíamos andando a la
estación de la sierra de Madrid, después de unos días de vacaciones ya nos
tocaba volver a la normalidad. La calle estaba vacía, estábamos bastante
cansadas después de tantos días pero con muchas ganas de llegar para ver a la
familia. Por poco perdemos el tren pero a pesar de eso, ese día nos había ido
bastante bien pero nadie se esperaba lo que iba a pasar en un simple viaje.
Me dormí
durante todo el camino, mientras que mi madre veía una película de miedo. Justo
al abrir los ojos vi desde muy lejos el maravilloso paisaje de la gran ciudad
de Madrid de noche. Yo estaba muy emocionada puesto que iba a volver a ver a mi
padre y mi hermano.
Siete y
treinta y tres de la mañana; estaba amaneciendo y de repente vi por el pasillo
del tren un grupo de personas que me resultaron ser muy extrañas y me dirigieron
una mirada chocante pero no dije nada a mi madre para que no se preocupara. Se
dirigían muy rápidamente hacia la parte final del tren. Yo no entendía nada
pero veía a todos los pasajeros muy atemorizados y en ese momento me intuía que
algo pasaba.
Unos
instantes más tarde, oí un fuerte estallido en un tren de al lado y segundos más
tarde en otros tres trenes más, incluyendo el mío. Todo el mundo intentaba
salir del tren de alguna forma aunque fuera casi imposible, pero muy poco
después hubo un estallido en el andén de al lado.
Miré a mi
lado y me encontré sola y sin ayuda, incluso mi madre no se despertaba, lo único
que quería era salvar su vida, no quería perderla. Intenté pedir ayuda pero no
había casi nadie en buen estado. Había relativamente pocas personas en mi misma
situación, intentando salvar a sus personas queridas.
Al cabo
de unos minutos, aparecieron los bomberos que por fin me ayudaron a salir de
ese tren y sacaron a mi madre. No podía resistirme y me puse a llorar, a pesar
de que los médicos no me dejaban ir con mi madre no pude evitarlo y corrí a verla
ya que estaba dentro de una ambulancia. No podía soltarla la mano, en ese
momento yo solo quería estar con ella. Entré, y lo primero que escuche fue a un
medico diciendo que mi madre no respiraba pero que estaban intentando
reanimarla.
Tensión, esa
era la palabra que describía el ambiente en ese momento.
Yo no tenía
esperanzas.
Mucho
después, un agente de policía me llevó con mi padre que nos esperaba junto con
mi hermano, a mi madre y a mi con una sonrisa en la cara, que en cuanto me vio se
le cambio a una mirada gris al verme llorando y ensangrentada por todo el
cuerpo. Mi padre sabía que había pasado algo muy grave. Me dio un abrazo muy
fuerte e inmediatamente entró a las vías del tren a buscar a mi madre y yo me
quedé con mi hermano y un agente de policía que lo único que intentaba era
tranquilizarnos. Lo único bueno era que mi madre todavía tenia posibilidades de
sobrevivir.
Un rato
largo después, salió mi padre de los andenes del tren y nos explicó que seguían
intentando reanimarla y se la habían llevado al hospital. También nos contó que
había muchos heridos y muertos. Mi corazón empezó a latir a mil, no me creía lo
que estaba pasando.
Al
instante fuimos al hospital de La Paz que era en el que estaba mi madre.
Habitación
453, nunca me olvidaré de este número.
Entré
corriendo a la habitación en la que estaba mi madre y estaba más o menos
consciente, y rodeada de muchas máquinas y enfermeras. Lo primero que hice fue
abrazarla con todas mis fuerzas. Creo que ese es el momento en el que más feliz
he sido. Después de pensar que mi madre no iba a despertar, ver a mi madre viva
fue lo mejor que me pasó.
A pesar
de estar viva, nos dijeron que tenía que seguir estando en el hospital porque
estaba muy grave. No fui al cole durante el tiempo en el que mi madre estuvo en
el hospital ya que me pasaba los días con ella y poco a poco iba viendo como
mejoraba.
Después
de dos semanas en el hospital, dieron el alta a mi madre y a pesar de todo lo
que había sufrido no se le quedaron secuelas físicas del grave accidente pero
si psicológicas.
Desde
entonces mi madre no se ha vuelto a montar en ningún tren por el trauma que
tiene.
193
familias no tuvieron la misma suerte que nosotros. Aunque el miedo a veces nos
paralice hay que darse cuenta que la vida continua y la vida es un regalo y hay
que aprovecharla por aquellos que no tuvieron una segunda oportunidad.
Han
pasado 18 años desde este trágico momento y os escribo desde un tren.
Alejandra
Benito Mediavilla
4ºESO D
Febrero
2022
Comentarios
Publicar un comentario