Alejandra Benito (La segunda oportunidad)

 


LA SEGUNDA OPORTUNIDAD


11 de marzo de 2004; yo tenia diez años, era relativamente pronto, exactamente las seis y cuarenta y uno de la madrugada, mi madre y yo nos dirigíamos andando a la estación de la sierra de Madrid, después de unos días de vacaciones ya nos tocaba volver a la normalidad. La calle estaba vacía, estábamos bastante cansadas después de tantos días pero con muchas ganas de llegar para ver a la familia. Por poco perdemos el tren pero a pesar de eso, ese día nos había ido bastante bien pero nadie se esperaba lo que iba a pasar en un simple viaje.

 

Me dormí durante todo el camino, mientras que mi madre veía una película de miedo. Justo al abrir los ojos vi desde muy lejos el maravilloso paisaje de la gran ciudad de Madrid de noche. Yo estaba muy emocionada puesto que iba a volver a ver a mi padre y mi hermano.

 

Siete y treinta y tres de la mañana; estaba amaneciendo y de repente vi por el pasillo del tren un grupo de personas que me resultaron ser muy extrañas y me dirigieron una mirada chocante pero no dije nada a mi madre para que no se preocupara. Se dirigían muy rápidamente hacia la parte final del tren. Yo no entendía nada pero veía a todos los pasajeros muy atemorizados y en ese momento me intuía que algo pasaba.

 

Unos instantes más tarde, oí un fuerte estallido en un tren de al lado y segundos más tarde en otros tres trenes más, incluyendo el mío. Todo el mundo intentaba salir del tren de alguna forma aunque fuera casi imposible, pero muy poco después hubo un estallido en el andén de al lado.

 

Miré a mi lado y me encontré sola y sin ayuda, incluso mi madre no se despertaba, lo único que quería era salvar su vida, no quería perderla. Intenté pedir ayuda pero no había casi nadie en buen estado. Había relativamente pocas personas en mi misma situación, intentando salvar a sus personas queridas.

 

Al cabo de unos minutos, aparecieron los bomberos que por fin me ayudaron a salir de ese tren y sacaron a mi madre. No podía resistirme y me puse a llorar, a pesar de que los médicos no me dejaban ir con mi madre no pude evitarlo y corrí a verla ya que estaba dentro de una ambulancia. No podía soltarla la mano, en ese momento yo solo quería estar con ella. Entré, y lo primero que escuche fue a un medico diciendo que mi madre no respiraba pero que estaban intentando reanimarla.

 

Tensión, esa era la palabra que describía el ambiente en ese momento.

 

Yo no tenía esperanzas.

 

Mucho después, un agente de policía me llevó con mi padre que nos esperaba junto con mi hermano, a mi madre y a mi con una sonrisa en la cara, que en cuanto me vio se le cambio a una mirada gris al verme llorando y ensangrentada por todo el cuerpo. Mi padre sabía que había pasado algo muy grave. Me dio un abrazo muy fuerte e inmediatamente entró a las vías del tren a buscar a mi madre y yo me quedé con mi hermano y un agente de policía que lo único que intentaba era tranquilizarnos. Lo único bueno era que mi madre todavía tenia posibilidades de sobrevivir.

 

Un rato largo después, salió mi padre de los andenes del tren y nos explicó que seguían intentando reanimarla y se la habían llevado al hospital. También nos contó que había muchos heridos y muertos. Mi corazón empezó a latir a mil, no me creía lo que estaba pasando.

 

Al instante fuimos al hospital de La Paz que era en el que estaba mi madre.

 

Habitación 453, nunca me olvidaré de este número.

 

Entré corriendo a la habitación en la que estaba mi madre y estaba más o menos consciente, y rodeada de muchas máquinas y enfermeras. Lo primero que hice fue abrazarla con todas mis fuerzas. Creo que ese es el momento en el que más feliz he sido. Después de pensar que mi madre no iba a despertar, ver a mi madre viva fue lo mejor que me pasó.

 

A pesar de estar viva, nos dijeron que tenía que seguir estando en el hospital porque estaba muy grave. No fui al cole durante el tiempo en el que mi madre estuvo en el hospital ya que me pasaba los días con ella y poco a poco iba viendo como mejoraba.

 

Después de dos semanas en el hospital, dieron el alta a mi madre y a pesar de todo lo que había sufrido no se le quedaron secuelas físicas del grave accidente pero si psicológicas.

 

Desde entonces mi madre no se ha vuelto a montar en ningún tren por el trauma que tiene.

 

193 familias no tuvieron la misma suerte que nosotros. Aunque el miedo a veces nos paralice hay que darse cuenta que la vida continua y la vida es un regalo y hay que aprovecharla por aquellos que no tuvieron una segunda oportunidad.

 

Han pasado 18 años desde este trágico momento y os escribo desde un tren.

 

 

Alejandra Benito Mediavilla

4ºESO D

 

Febrero 2022

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