Ana Alcantarilla (Lo inesperado)


 

LO INESPERADO


21 de Junio del 2018. Último día de colegio. Hemos terminado el curso y nos dan las vacaciones de verano. Es uno de los días más felices para todos mis amigos, porque a todos nos apetece tomarnos un descanso, ir a jugar a la piscina juntos, ver películas por la noche hasta quedarnos dormidos…lo típico del verano.

 

Este verano va a ser uno de los mejores veranos de mi vida. Tengo muchos viajes planeados, tanto con mis amigas como con toda mi familia. Me voy a Asturias con dos de mis mejores amigas. Tengo muchas ganas de este viaje, ya que lo llevábamos planeando mucho mucho tiempo. Después del viaje, me vuelvo a Madrid y pocos días más tarde tengo un campamento. Por último, pero de lo que más ganas tengo, es que vamos a ir toda mi familia junta a una casa rural todo el mes de agosto. Me apetece tanto, porque es de los pocos momentos en los que nos juntamos todos y pasamos unos días estupendos, compartiendo risas, caídas y momentos inolvidables.  

 

Ya ha llegado el día. Han pasado todos los viajes y los he disfrutado muchísimo. No me ha dado tiempo ni para aburrirme. Hemos hecho surf, hemos ido a la playa, nos hemos puesto morenas, hemos conocido a mucha gente…En fin, todo de momento está yendo sobre ruedas.

 

Dentro de poco venía uno de los momentos más esperados de todo el verano, el mes de agosto. Hacía mucho que no veía a mis primas, ya que no viven en Madrid y solo las suelo ver en navidades. Empezamos a hacer maletas y a prepararnos para irnos a la casa rural. Venían mis abuelos, que eran a los que más ilusión les hacía vernos a todos juntos disfrutando del verano en familia. Lo que más me gustaba de mis abuelos, era todo lo que se querían y el empeño que han puesto toda su vida para ver feliz a su familia. Mi abuelo, cuando yo era pequeña, siempre me recogía del colegio y me llevaba a pasear un rato con él por Madrid, para enseñarme su barrio de cuando él era pequeño. Yo me lo pasaba genial, ya que me encantaba como contaba todas las historias y aventuras que había vivido en su infancia. Me encanta pasar el rato con él.

 

Por fin, después de una noche con muchos nervios, son las 8 de la mañana y cogemos mis hermanos mis padres y yo el coche para irnos. Es un viaje de 4 horas, pero que se me pasan volando, gracias a los juegos que jugamos en el coche los cinco.

 

¡Hemos llegado! Salgo corriendo del coche, y ya está toda la familia reunida. Mis primas, mis primos, mis tíos y como no, mis abuelos contentísimos de vernos ahí.

 

Nos instalamos nada más llegar en las habitaciones. A mí por suerte me tocó dormir con mis primas que tanto echaba de menos. Nos estuvimos poniendo al día durante toda la noche, sin parar de hablar. Al día siguiente nos íbamos de excursión a la montaña. Mis abuelos siempre han sido muy montañeros, y era de sus planes favoritos.

 

A la mañana siguiente, nos despertamos muy temprano para aprovechar bien el día. Cogemos la comida y emprendemos nuestro camino. ¡Hacía un día espléndido!

 

Estábamos caminando junto al abuelo mientras nos contaba historias muy entretenidas sobre su época de juventud. De repente, en un camino un poco empinado, el abuelo se resbaló con una piedra y se cayó al suelo. Todos nos asustamos un poco, ya que era un poco mayor, y ya te empiezan a afectar un poco más estas caídas que cuando éramos pequeños. Ayudamos al abuelo a levantarse y parecía que solo tenía un rasguño, así que todo siguió normal.

 

Era ya un poco tarde, por lo que después de haber estado andando durante seis horas, decidimos volvernos a casa. Mi abuela, que siempre se pone un poco nerviosa, seguía pensando en la caída de mi abuelo. Por si acaso, decidió llevarle al hospital. Como decía siempre ella, mejor prevenir que curar.

 

En el hospital le tardaron mucho en atender, pero al final un chico muy majo les llamó para que fuesen a consulta. Las palabras del doctor no fueron muy buenas. La cosa no había ido bien y tenían que ingresarle. Lo que tenía era un derrame cerebral. Nos asustamos todos bastante. Llevábamos esperando ya tres días a ver si el abuelo se recuperaba, pero seguía igual. No mejoraba. Al día siguiente, mi padre nos llevó en coche al hospital. Iba muy muy rápido y no sabíamos por qué. Cuando llegamos estaban el resto de tíos y primos junto a él. Me dejaron un hueco y me dijeron que me tenía que despedir de él que ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Me pilló un poco desprevenida, y no supe reaccionar bien, por lo que me dejé  muchas cosas por decirle. Empecé a llorar muy fuerte, hasta que nos tuvimos que ir. No pasó ni un día más, nos llamó el doctor y nos informó sobre el fallecimiento de nuestro abuelo. Nos pusimos todos muy tristes. Nadie se lo hubiera imaginado. Había sido solo un pequeño resbalón.

 

Ana Alcantarilla

 


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