ROSAS
Las rosas, esas flores tan bonitas, con ese rojo
impactante, la flor entre las flores. Pero, en verdad todos somos como las
rosas, intentamos siempre estar bien, sobresalir como lo hacen las rosas, pero
por perfectos que seamos siempre tendremos espinas en nuestro tallo. Bonitos
desde lejos pero si te acercas demasiado y sin cuidado suficiente podemos
llegar a pinchar.
Os voy a contar la historia de dos personas, unidas por
las rosas.
Ahí estaba Romeo se había vestido a toda velocidad y se
había puesto esa camisa que le se ponía cuando tenía algo importante. Y cierto
es que ese día era importante para Romeo
por fin había conseguido su ansiada cita con aquella tímida chica que se
sentaba en última fila de clase. Ella era Julieta.
Romeo andaba hacia el restaurante italiano en el que
había quedado con Julieta, andaba con una sonrisa de oreja a oreja y sentía que
todo estaba mejor que nunca. De camino vio un puesto de flores y a una anciana
sentada al lado del mismo.
La anciana le señaló y le dijo- Jovenzuelo ven para acá.
Romeo se acercó y la señora le dijo- Llévale un ramo de rosas. Mientras
esbozaba una pequeña sonrisa que desprendía pura bondad. Romeo sin pensarlo dos
veces y sin entender muy bien porqué la anciana sabía lo de su cita, cogió el ramo
de rosas y le dio las gracias con una sonrisa de oreja a oreja. Justo antes de
irse la anciana dijo- Son sus favoritas.
Romeo llegó al restaurante y mientras le resbalaba una
gota de sudor por la frente le entregó el ramo de rosas a Julieta y le dijo- Te
he traído este ramo de rosas, creo que son tus favoritas. Julieta sorprendida
del detalle dio un abrazo a Romeo con todas sus fuerzas. Y poco después se
sentaron en la mesa, Romeo y Julieta mantuvieron conversaciones que parecían
infinitas, los dos se miraban con esa mirada que pones a alguien cuando sabes
que es la persona correcta.
Los minutos pasaron y esos minutos se fueron convirtiendo
en horas, las horas en días y los días en años, y en un abrir y cerrar de ojos
ahí estaban Romeo y Julieta juntos mirándose en el altar con esa mirada misma
del primer día. Dos años después tuvieron a su primer hijo, y cuatro años
después su segunda hija, la familia estaba completa.
Para Romeo y Julieta el tiempo pasaba volando, no todo
era perfecto pero tanto el uno como el otro aprendían cada día y sobre todo
aprendían a seguirse queriendo como el primer día. Hasta que un día Julieta se
despertó con fuerte pinchazo en el pecho y no podía coger aire. Romeo llamó a
un ambulancia y a 10 minutos esta llegó a la casa, recogieron a Julieta y se la
llevaron tan rápido como pudieron al hospital, los doctores hicieron todo lo
que pudieron pero ya era demasiado tarde Julieta había fallecido a sus 72 años.
Romeo estaba descompuesto, sentía que había perdido una parte de él y no podía
asimilar que había perdido aquello que más quería.
Romeo organizó un funeral quería que todo aquel que
hubiera podido disfrutar de su querida Julieta tuviera la posibilidad de
despedirse de ella. La ceremonia fue preciosa tal y como a Julieta le habría
gustado. Cuándo todo el mundo abandonó el cementerio Romeo se quedó a solas
frente aquella lápida de tierra donde estaba inscrito el nombre de su querida y
dejó junto a la misma un ramo de rosas mientras deslizaba una lágrima
suavemente por su mejilla y decía con tono melancólico- te he traído este ramo
de rosas creo que son tus favoritas.
Algo tan pequeño como un ramo de flores puede unir a dos
personas para siempre, y eso mismo tenemos que hacer cada uno de nosotros
valorar esas cosas pequeñas que nos unen a esas personas que más queremos.
Lucas Porcel Ortega 20 4ºE
Febrero 2022.
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