Ana Gozalo (El casi golpe de Estado)


EL CASI GOLPE DE ESTADO

 

 

 

En 1975, cuando murió Franco, yo tenía tres años, y mis recuerdos a esta edad son bastante escasos, pero sí que me acuerdo de lo ocurrido seis años después.

 

Era el 23 de febrero de 1981 cuando Antonio Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil, asaltó el Congreso de los Diputados con 200 guardias civiles durante la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo para intentar dar un golpe de Estado y acabar con la democracia recientemente instaurada en España.

 

Yo vivía con toda mi familia, y ese día no se hablaba de otra cosa tanto en la radio como en la televisión. No era como hoy en día, que todos tenemos teléfonos móviles con internet, por lo que acceder a la información según acontece es relativamente fácil, sino que escuchábamos la radio que era el medio idóneo para estar al día de las noticias conforme se iban sucediendo. Ese día concreto, mi madre estaba atenta a la radio y también a la televisión, si bien, lo que más me llamaba la atención era que no paraba de hablar por teléfono con mi abuela, y no era una llamada normal, yo la notaba muy preocupada, pero ella intentaba que estuviésemos todos calmados, tanto mis hermanos como yo.

 

Ese día, cuando terminamos de comer, mamá me pidió que fuera a Pineas, una tienda que vendía de todo, comida, ropa, chuches, juguetes. Me dijo que comprase todo lo que había puesto ella en una lista, llamando mi atención que la mayor parte de las cosas eran conservas, leche en polvo (la cual se mezcla con agua y se conserva durante mucho más tiempo que la leche que viene en el típico envase de cartón), verduras en latas, legumbres, y como no, papel higiénico.

 

Cuando llegué a la tienda, que no era muy grande ya que era de barrio, había mucha gente haciendo lo mismo que yo, con nerviosismo y preocupación, lo cual me extrañó ya que no sabía qué estaba ocurriendo. Aproveché la ocasión para añadir a la cesta unos chicles bazzoka y otros bang bang, que eran mis favoritos. Mamá me había preparado uno de mis bocatas preferidos, el de chorizo de Pamplona, que junto al de mantequilla y nesquik eran mis favoritos. 

 

Al regresar a casa con todas esas latas de comida, mamá seguía hablando con la abuela y a la conversación se había unido el abuelo, que había cerrado su farmacia y había ido rápidamente a casa. Papá seguía en el despacho trabajando y no pudo llegar hasta más tarde.

 

 

 

 

 

Recuerdo que bajé a la calle un rato con mis amigos, estuvimos jugando con unas chapas al fútbol, era muy divertido, el balón era un garbanzo y poníamos en las chapas de las botellas la camiseta con el número de nuestro jugador favorito. También hacíamos carreras de ciclismo con las mismas chapas, podíamos estar horas en la arena, donde previamente habíamos creado un circuito para luego tirar las chapas y ver quién quedaba primero, lo pasábamos muy bien, podíamos estar horas jugando en la calle sin aburrirnos.

 

Cuando subí a casa, todos estaban delante de la televisión, viendo a un jovencísimo Rey Juan Carlos vestido de militar, diciendo que no apoyaba el golpe de estado, por lo que todo el mundo se tranquilizó. Seguidamente empezaron a salir imágenes en la tele, que en aquella época era en blanco y negro, al menos la nuestra, de la detención de los golpistas, así como del momento en que Antonio Tejero, profirió aquel ¡Todo el mundo al suelo! Así como el célebre ¡Se sienten, coño!. También pudimos ver como disparaba al techo del hemiciclo. Llamó poderosamente mi atención que de todos los diputados que se encontraban en el Congreso, tan solo tres mostraron gallardía y no se escondieron, Manuel Gutiérrez Mellado, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo.

 

Una vez todo hubo terminado, los vecinos empezaron a llamarse unos a otros, formándose en los descansillos de las casas uno corros de personas celebrando algo importante, dándose la enhorabuena como si de un mundial de fútbol que hubiera ganado España se tratase.

 

Mamá, un tiempo después, me explicó que me había mandado a comprar tanta comida ya que tuvo mucho miedo porque si finalmente hubiera tenido éxito el golpe de Estado, lo más seguro es que hubiésemos pasado hambre por no estar de acuerdo con el régimen dictatorial.

 

Con el tiempo comprendí lo que ocurrió en ese día, y fue que los españoles, empezando por el Rey Juan Carlos, decidimos que ya no queríamos otra dictadura. Que no queríamos que nos gobernase otra vez un militar y que deseábamos la democracia, elegir libremente a quienes gobernaban, y, sobre todo, la libertad.

 

 

Ana Gozalo 1ºA Mayo 2022

 

 

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