UN VIAJE SIN BILLETE DE VUELTA
Hoy os vengo a contar mi experiencia en el extranjero, puede
que no sea la más trágica ni la más profunda, pero, aunque suene muy cliché
marcó mi vida y me cambió a mí como persona. A día de hoy, sigo sin entender
cómo me afectaron tanto esos 8 meses fuera de casa.
Me fui hace ya más de un año, para ser más exactos mi vuelo
a Nueva York salía el 22 de agosto de 2020. Yo nunca quise irme, pero mis
padres acabaron por convencerme de que sería el mejor año de mi vida y que
nunca lo olvidaría. Las últimas semanas en España intenté de todo, fingí estar
malísima y lloré como si no hubiese un mañana, pero mis intentos fueron en vano
ya que ese mismo 22 de abril estaba esperando mi vuelo en Barajas.
Como ya he dicho pase 8 meses en Estados Unidos. Fue una
montaña rusa de emociones, viví las experiencias más duras de mi vida y a la
vez las más inolvidables. Los primeros meses no tenía ni un solo amigo y me
daba tanta vergüenza hablar inglés que prefería no hablar con nadie. Todo el
mundo me había hablado de sus experiencias y de cómo sería muy fácil hacer
amigos ya que el simple hecho de ser española llamaba la atención entre la
gente. En mi caso no fue así, ya que yo me sentía prácticamente invisible.
Pasaron los meses y la situación no cambió mucho, pero por
fin llegó el día en el que volvía a casa por Navidad. Tenía demasiadas ganas de
volver a casa, pero sobre todo de ver a mis padres y amigos. Volví a casa y
todo seguía igual, era como si nunca me hubiera ido. Esos dos meses en Madrid
me dieron las fuerzas necesarias para volver en febrero. Llegó febrero y tuve
que volver.
Nunca me hubiese imaginado que a la
vuelta todo se complicaría aún más que antes. Empecé a tener muchos problemas
de autoestima y no pasaba un sólo día en el que no me culpase por no tener
amigos. Además, debido al repunte de casos de COVID en Nueva York tuve que
permanecer aislada durante dos semanas lo que me dejaba completamente sola con
mis pensamientos. Me preguntaba día y noche si nadie se acercaba a mí por mi
forma de ser, mi forma de hablar o simplemente por ser más aburrida que el
resto de personas. Todos estos pensamientos derivaron en otros muchos problemas
como problemas con la comida e incluso autolesiones en el brazo izquierdo y en
los muslos. Lo más agobiante de todo esto es que no sabía cómo frenar lo que me
estaba pasando y cada vez iba a peor. Si me miraba en el espejo, lloraba. Si me
dejaban en visto o tardaban en contestarme me sentía ignorada. No veía el día
en el que parase de sentirme así de insignificante.
Por si fuera poco,
perdí toda relación con aquellas personas de España que yo consideraba mis
“amigos”. Al fin y al cabo, no les podía culpar ya que teníamos horarios
distintos y ellos ya se habían adaptado a vivir su día a día sin mí, pero no os
voy a negar que durante ese tiempo eche mucho en falta un hombro sobre el que
llorar cuando se me caía el mundo encima. Durante esas primeras semanas, mi
madre fue mi apoyo incondicional, aunque había ciertos detalles que evitaba a
la hora de compartir mis problemas con mi madre. Ella me sacó del vacío poco a
poco a través de llamadas de Facetime, gestos de cariño o incluso mensajes.
En el mes de marzo, sorprendentemente todo empezó a mejorar.
Mi inglés había mejorado muchísimo lo que me permitía tener conversaciones con
la gente. El tiempo pasó y pase a formar parte de un grupo de amigas. Ellas lo
fueron todo para mí durante esos dos meses que me quedaban en Estados Unidos.
Todo dio un giro de 360 grados y me empezó a gustar el colegio en el que
estaba, empecé a tener amigos e incluso hasta empecé a llevarme muy bien con
algunos profesores. Los días pasaban y empezó a acercarse mi fecha de vuelta a
España. El 12 de mayo de 2021 sabría que sería el fin de esa etapa. Después de
todo lo que me había pasado, no quería irme. Sabía que una vez que me fuese no
volvería a ver el colegio, ni a mis nuevos amigos, ni a los profesores. Además,
había perdido relación con la gran mayoría de mis amigos en España y sabría que
no iba a ser fácil adaptarse.
Como os podéis imaginar la vuelta fue muy difícil, pero como
todo, lo conseguí superar y las cosas acabaron encajando en su sitio. A día de
hoy, todavía tengo problemas interiores que tengo que superar, pero sé que con
el tiempo aprenderé a valorarme a mí misma, de la misma manera que lo hacen los
demás.
Celia Sánchez Gómez
Mayo de 2022
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