Jaime Rubio Otal (Un mundo gris)


 

UN MUNDO GRIS

15 de mayo de 2073

 

Han pasado 50 años desde “la gran explosión”. Una explosión precedida por una luz cegadora que oscureció la Tierra para siempre. Según me cuenta mi abuelo, en el Día de la Gran Explosión, se produjo una gran guerra nuclear que no duró mucho, pero que arrasó el planeta entero.

 

Antes de proseguir, quiero presentarme. Hola, me llamo Peter y tengo 17 años. Nací y vivo en el Refugio Nuclear Nº8 de la OTAN, el único que ha resistido, localizado a 500 metros bajo tierra, cerca de lo que era antes la ciudad de Múnich. En el refugio, vivo con 300 personas más, entre las que se encuentran mi abuelo, mi padre y mi hermana. Os preguntareis, como he llegado aquí, aunque en realidad yo no he llegado, siempre he estado aquí. Estoy aquí en gran parte gracias a mi abuelo.

 

En el año de la explosión, mi abuelo era secretario general de la OTAN. Cuando estalló el conflicto, los trabajadores más importantes de la organización fueron llevados al refugio. Algunos lo consiguieron, pero muchos otros murieron durante los ataques. Mi abuela y la hermana de mi padre no sobrevivieron, no llegaron a tiempo al cierre total del bunker. Poco más se de ellas, ya que a mi abuelo no le gusta hablar del tema. La guerra nuclear es algo que se oculta a las nuevas generaciones, y ya pocas personas quedan dentro del refugio que vivieran los hechos de primera mano, y no fueran muy jóvenes para acordarse.

 

Escribo esto para plasmar lo que puede ser un hecho histórico, el renacer del mundo. Y es que, mañana se abrirán las puertas del bunker por primera vez y saldrá una primera expedición a explorar el nuevo mundo. Esta expedición es necesaria y urgente, pues últimamente, las plantaciones no crecen bien, y la comida escasea. Además, los generadores de agua, tras 50 años, están perdiendo potencia y no se sabe cuándo dejarán de funcionar. Las últimas investigaciones científicas lideradas por mi padre, sugieren que la Tierra parece que puede ser moderadamente habitable. Mi padre está convencido de lo que dice y ha ofrecido enviarme en el primer grupo expedicionario. Mañana partiremos en un viaje de un único día que puede cambiar la humanidad.

 

16 de mayo de 2073

Son las 05:00 de la mañana y suena el despertador. Según abro los ojos, me acuerdo del día que es y me cambio a toda prisa, para estar el primero desayunando y poder preparar con tiempo lo que tengo que llevar.

 

A las 07:00 de la mañana, los 5 que conformamos el grupo empezamos a subir las escaleras que nos llevarán hasta la entrada del bunker. A nuestro lado va mi padre y un compañero suyo, que se encarga de la seguridad de los equipamientos que llevamos. Llevamos un traje estanco, e impermeable, y en las mochilas, entre otras cosas, llevamos máscaras de emergencia anti radiación.

 

A las 07:30 se abren las 5 puertas de acero y hormigón de la entrada del refugio.

Salimos de uno en uno, y tras esto, se cierra el bunker de nuevo. Al principio nos quedamos completamente quietos observando lo que nos rodea. Contemplo mi alrededor asombrado. Nunca habría imaginado el mundo de fuera así. Ahora entendía porque había tanto secretismo con la guerra. Nada es como en las fotos que mi padre alguna vez me enseñaba, ni como lo que había conseguido que me contara mi abuelo. El paisaje que se extendía era muy oscuro. A pesar de la vegetación que hay, de tonos marrones y grises, nada es colorido.

 

Tras 30 minutos en los que nadie habla, y en los que se me pasan por la cabeza miles de pensamientos, nos ponemos a caminar hacia el norte, donde quedaba la ciudad de Múnich. Llegamos a la ciudad sobre las 11:00. Según avanzábamos, observábamos muestras del horror que se había vivido 50 años atrás. La mayoría de casas están muy agrietadas o incluso derrumbadas por el paso del tiempo, y sobre ellas crec la vegetación grisácea que se observaba por todas partes. En el suelo, hay musgo, pero también huesos humanos, de gente que muerta por la radiación. Múnich según me habían contado, no había sido bombardeada, pero la nube radioactiva no había pasado de largo por la ciudad. Eso explica en parte, el estado que tiene, de abandono más que de extrema destrucción, aunque nada tiene que ver con el Múnich de los reportajes fotográficos que conservaba mi abuelo en su armario. A lo largo del día seguimos explorando la zona, y tomando muestras y fotografías. Mi impacto con cada cosa nueva que veo es enorme, sin embargo, la imagen mental que tenía del mundo hasta esa fecha me influye bastante. Mi concepción era muy diferente a la realidad, y esta, me deprime. No entiendo porque pensaba que después de tanto tiempo, el mundo se habría recompuesto y todo sería parecido a como era antes de la Gran Explosión.

 

A las 20:00 volvemos al bunker, donde nos reciben como héroes. Durante la cena, el jefe de la expedición pronuncia un discurso informativo y de esperanza. Según él, a priori, en unos meses podría comenzar el grupo al completo una nueva vida fuera del refugio. Esta noticia, sin embargo, debe ser contrastada por las investigaciones de mi padre y su equipo, pero todo indica a que lo que dice el jefe de la expedición se cumplirá.

 

A pesar de todas las buenas noticias y el día tan importante que he vivido, me acuesto abatido y sin esperanza. Del mundo que esperaba encontrar no queda nada, y lo que hay no creo que sea mucho mejor que el agujero en el que he vivido toda mi vida. Por fin, tras varias horas de desvelo, empiezo a caer dormido, y antes de hacerlo, deseo con todas mis fuerzas que este día fuera del bunker solo haya sido un sueño.

 

Jaime Rubio Otal, 1 Bach A, Mayo 2022

 

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