¿NOS CONOCEMOS?
¿Te has planteado alguna vez si de
verdad conoces a una persona? No me refiero a su color favorito, hobbies o el
nombre de su primera mascota. Muchas veces damos por hecho que conocemos a una
persona, ya sea porque va a la misma clase que nosotros, o que se mueva por los
mismos círculos. Incluso cuando oímos a alguien hablar de otra persona, creemos
que podemos tener una idea de cómo es esa persona.
Pero ¿conocemos realmente a esa
persona? ¿Sabemos por lo que está pasando? Ni siquiera sabemos si está pasando
por algo. Formamos opiniones superficiales en base a lo que vemos.
¿Saca buenas notas? empollón. ¿Malas
notas? vago. ¿Ropa de marca? pijo. Estas opiniones las formamos
inconscientemente en base a lo que la sociedad establece.
Conocer a una persona lleva tiempo,
y sobre todo, paciencia. También tenemos que tener en cuenta que la gente
cambia, ya sea por circunstancias personales o simplemente por el paso del
tiempo. Que en el pasado conocieses a una persona no significa que años después
siga siendo la misma.
Lo difícil es cuando alguien cambia
de la noche a la mañana. Pasa de ser una persona aparentemente feliz, a no
parar de llorar. De salir con amigos hasta las 4 de la mañana a tenerle pánico
a salir de la habitación. De sacar sobresalientes a no volver a clase. Muchos
cambios, en tan poco tiempo, que te hacen pensar ¿qué ha pasado? ¿por qué?
Piensas y piensas. Horas, días, meses, y sigues sin entender qué ha cambiado.
¿Es posible que siempre haya sido
así y que todo lo que pensaba que conocía era sólo una faceta? ¿Ha pasado algo
que yo no sé y por eso ha cambiado? Ahí es cuando intentas hacer todo lo que
puedes, lo que crees que va a ayudar a que vuelva a ser la persona de antes,
pero ahora eso ya no funciona. Llega un momento en el que te desesperas. No
sabes qué hacer, si lo que haces está ayudando o si encima estás empeorando aún
más las cosas.
Teniendo en cuenta todo lo que acabo
de decir, vamos a recapitular unos años atrás. Era feliz, desde fuera por lo
menos. Era el tipo de persona que hacía que todo pareciese fácil. En lo
académico sobresalía, pero también se relacionaba con muchas personas todo el
tiempo. Abría la puerta de casa y mucha gente aparecía detrás. Contaba
anécdotas de lo que le pasaba cuando salía de fiesta, de su relación con sus
amigos, de lo bien que se lo pasaba en general. Tampoco parecía tener problemas
en lo que al físico se refiere. Vestía bien, sabía que lo hacía. Tenía cierta
confianza en ella misma. Podía ir a cualquier sitio y adaptarse bien. Parecía
ser feliz, de verdad lo parecía.
Pero un día empezó a cambiar. Ya no
salía con la misma gente que antes. Mantenía su media, pero se estresaba más.
Eran cambios que todos notábamos, pero no parecían para tanto. A estas edades
es normal, ¿no? Discutimos con nuestros amigos sobre cualquier cosa. Las clases
van aumentando de dificultad. El estrés va aumentando, y más en bachillerato
con la presión de la evau y las notas de corte. Son cambios por los que pasa
mucha gente. No hay de qué preocuparse, ¿no?
Los cambios continuaban. Empezó a
faltar a clase y a salir cada vez menos de su habitación. Un día llegó a casa y
dijo que quería ir a un psicólogo. No me malinterpretéis, no tiene nada de malo
acudir a un profesional, pero nadie entendía por qué lo necesitaba. Siempre
había estado todo bien, ¿qué había cambiado ahora? En su momento no lo sabía,
ni siquiera sé si ahora lo tengo tan claro.
¿Cómo es que una persona tan cercana
a mí esté pasando por algo y no sepa qué es? Todo parecía haber dado un giro
completo. Es como si de repente todo lo que sabía de ella ya no fuese cierto.
¿Quién es esta versión de ella? No tiene nada que ver con la persona que
conocía. Nada. Ni los mismos intereses, ni los mismos amigos. Ni siquiera las
mismas notas. Todo había cambiado. No sabía qué hacer, ni siquiera si debería
hacer algo.
Evidentemente, estos cambios nos
afectaron a todos. Nuestras dinámicas cambiaron. Ya no se sentaba con nosotros
a comer, no salía mucho de su habitación, y cuando lo hacía, ya no era la de
antes. Era como si otra persona se hubiese metido en su cuerpo. Hablaba poco,
comía poco, sonreía poco. ¿Cómo es posible cambiar tanto en tan poco tiempo?
A lo largo de meses, se fue
abriendo. Empezó a contarnos algo más. No mucho, pero lo suficiente para
empezar a entender. Es difícil, ¿sabéis? Que una persona importante en tu vida
sufra. Al ver eso, sufres tú también. Por esa persona y por ti. Te preguntas si
podrías haber hecho algo más, cualquier cosa.
Vivimos en tiempos raros. Hay cosas
que en teoría son aceptadas pero cuando se ponen en práctica no tanto. La salud
mental es una de ellas. Ahora nos dicen que no pasa nada por estar mal, que es
normal. Todos pasamos por momentos difíciles, y es importante contarlo para no
estallar. Pero una vez que te abres, lo admitamos o no, cambia la perspectiva
que tienen de nosotros. Es como si andasen con pies de plomo. Pasas a ser una
bola de cristal y todo el mundo tiene miedo de que te rompas.
Y lo peor es que encima cuando
intentas normalizar estas cosas, te llaman roja o progre como insulto, que no
lo es pero te lo dicen en tono despectivo. Menos mal que vivimos en el siglo
XXI y todo el mundo tiene derechos y opinión. ¿Por qué no podemos empezar a
normalizar las cosas? Los tiempos han cambiado, ya va siendo hora de que nos
demos cuenta y empecemos a aceptarlo.
Estas opiniones de las que nunca
hablamos son las que realmente nos definen como persona. La base de nuestras
creencias, nuestras opiniones, nuestros valores. Si no contamos con la libertad
de expresión, solo con lo políticamente correcto o con lo que la sociedad
establece como lo adecuado, nunca vamos a llegar a saber quiénes somos, por el
simple hecho de ser juzgados. ¿Sabemos realmente cómo es alguien o están
fingiendo por miedo de lo que los demás puedan llegar a opinar de ellos? ¿Nos
conocemos?
Jimena Toledano Rodiño 4ºF
Comentarios
Publicar un comentario