Jimena Toledano (¿Nos conocemos?)


 

¿NOS CONOCEMOS?

 

¿Te has planteado alguna vez si de verdad conoces a una persona? No me refiero a su color favorito, hobbies o el nombre de su primera mascota. Muchas veces damos por hecho que conocemos a una persona, ya sea porque va a la misma clase que nosotros, o que se mueva por los mismos círculos. Incluso cuando oímos a alguien hablar de otra persona, creemos que podemos tener una idea de cómo es esa persona.

 

Pero ¿conocemos realmente a esa persona? ¿Sabemos por lo que está pasando? Ni siquiera sabemos si está pasando por algo. Formamos opiniones superficiales en base a lo que vemos.

¿Saca buenas notas? empollón. ¿Malas notas? vago. ¿Ropa de marca? pijo. Estas opiniones las formamos inconscientemente en base a lo que la sociedad establece.

 

Conocer a una persona lleva tiempo, y sobre todo, paciencia. También tenemos que tener en cuenta que la gente cambia, ya sea por circunstancias personales o simplemente por el paso del tiempo. Que en el pasado conocieses a una persona no significa que años después siga siendo la misma.

 

Lo difícil es cuando alguien cambia de la noche a la mañana. Pasa de ser una persona aparentemente feliz, a no parar de llorar. De salir con amigos hasta las 4 de la mañana a tenerle pánico a salir de la habitación. De sacar sobresalientes a no volver a clase. Muchos cambios, en tan poco tiempo, que te hacen pensar ¿qué ha pasado? ¿por qué? Piensas y piensas. Horas, días, meses, y sigues sin entender qué ha cambiado.

 

¿Es posible que siempre haya sido así y que todo lo que pensaba que conocía era sólo una faceta? ¿Ha pasado algo que yo no sé y por eso ha cambiado? Ahí es cuando intentas hacer todo lo que puedes, lo que crees que va a ayudar a que vuelva a ser la persona de antes, pero ahora eso ya no funciona. Llega un momento en el que te desesperas. No sabes qué hacer, si lo que haces está ayudando o si encima estás empeorando aún más las cosas.

 

Teniendo en cuenta todo lo que acabo de decir, vamos a recapitular unos años atrás. Era feliz, desde fuera por lo menos. Era el tipo de persona que hacía que todo pareciese fácil. En lo académico sobresalía, pero también se relacionaba con muchas personas todo el tiempo. Abría la puerta de casa y mucha gente aparecía detrás. Contaba anécdotas de lo que le pasaba cuando salía de fiesta, de su relación con sus amigos, de lo bien que se lo pasaba en general. Tampoco parecía tener problemas en lo que al físico se refiere. Vestía bien, sabía que lo hacía. Tenía cierta confianza en ella misma. Podía ir a cualquier sitio y adaptarse bien. Parecía ser feliz, de verdad lo parecía.

 

Pero un día empezó a cambiar. Ya no salía con la misma gente que antes. Mantenía su media, pero se estresaba más. Eran cambios que todos notábamos, pero no parecían para tanto. A estas edades es normal, ¿no? Discutimos con nuestros amigos sobre cualquier cosa. Las clases van aumentando de dificultad. El estrés va aumentando, y más en bachillerato con la presión de la evau y las notas de corte. Son cambios por los que pasa mucha gente. No hay de qué preocuparse, ¿no?

 

Los cambios continuaban. Empezó a faltar a clase y a salir cada vez menos de su habitación. Un día llegó a casa y dijo que quería ir a un psicólogo. No me malinterpretéis, no tiene nada de malo acudir a un profesional, pero nadie entendía por qué lo necesitaba. Siempre había estado todo bien, ¿qué había cambiado ahora? En su momento no lo sabía, ni siquiera sé si ahora lo tengo tan claro.

 

¿Cómo es que una persona tan cercana a mí esté pasando por algo y no sepa qué es? Todo parecía haber dado un giro completo. Es como si de repente todo lo que sabía de ella ya no fuese cierto. ¿Quién es esta versión de ella? No tiene nada que ver con la persona que conocía. Nada. Ni los mismos intereses, ni los mismos amigos. Ni siquiera las mismas notas. Todo había cambiado. No sabía qué hacer, ni siquiera si debería hacer algo.

 

Evidentemente, estos cambios nos afectaron a todos. Nuestras dinámicas cambiaron. Ya no se sentaba con nosotros a comer, no salía mucho de su habitación, y cuando lo hacía, ya no era la de antes. Era como si otra persona se hubiese metido en su cuerpo. Hablaba poco, comía poco, sonreía poco. ¿Cómo es posible cambiar tanto en tan poco tiempo?

 

A lo largo de meses, se fue abriendo. Empezó a contarnos algo más. No mucho, pero lo suficiente para empezar a entender. Es difícil, ¿sabéis? Que una persona importante en tu vida sufra. Al ver eso, sufres tú también. Por esa persona y por ti. Te preguntas si podrías haber hecho algo más, cualquier cosa.

 

Vivimos en tiempos raros. Hay cosas que en teoría son aceptadas pero cuando se ponen en práctica no tanto. La salud mental es una de ellas. Ahora nos dicen que no pasa nada por estar mal, que es normal. Todos pasamos por momentos difíciles, y es importante contarlo para no estallar. Pero una vez que te abres, lo admitamos o no, cambia la perspectiva que tienen de nosotros. Es como si andasen con pies de plomo. Pasas a ser una bola de cristal y todo el mundo tiene miedo de que te rompas.

 

Y lo peor es que encima cuando intentas normalizar estas cosas, te llaman roja o progre como insulto, que no lo es pero te lo dicen en tono despectivo. Menos mal que vivimos en el siglo XXI y todo el mundo tiene derechos y opinión. ¿Por qué no podemos empezar a normalizar las cosas? Los tiempos han cambiado, ya va siendo hora de que nos demos cuenta y empecemos a aceptarlo.

 

Estas opiniones de las que nunca hablamos son las que realmente nos definen como persona. La base de nuestras creencias, nuestras opiniones, nuestros valores. Si no contamos con la libertad de expresión, solo con lo políticamente correcto o con lo que la sociedad establece como lo adecuado, nunca vamos a llegar a saber quiénes somos, por el simple hecho de ser juzgados. ¿Sabemos realmente cómo es alguien o están fingiendo por miedo de lo que los demás puedan llegar a opinar de ellos? ¿Nos conocemos?

 

 

Jimena Toledano Rodiño  4ºF

Comentarios