¿POR QUÉ TÚ?
Querido
diario:
Soy
yo de nuevo, Javier. Siempre he sido un niño muy alegre y risueño. Tengo 11
años y un hermano de 7. Pero para empezar esta historia, os explicaré desde el
principio.
Todo
empezó aquel 6 de junio, día de mi nacimiento. Fue la primera vez que vi a mis
padres. Desde ese día, nunca se han separado de mí. Mi padre, ha sido siempre
un hombre trabajador, honrado y muy acogedor con todos. Mi madre, una mujer muy
cariñosa, trabajadora y dispuesta a hacer todo por sus hijos. Los dos trabajan
en un restaurante cercano a casa. Siempre me ha encantado ir a echarles una
mano después del colegio. Me gusta ver a mi padre como cocina, manejando las
cacerolas, sartenes, cuchillos, verduras... Mi madre, dirigiendo a los
camareros para que todo el que entrase pudiera disfrutar de nuestro
restaurante.
Aunque
mis padres acabaran tarde y muy cansados, al llegar a casa siempre sacaban
energías de donde pudiesen para jugar con nosotros y estar en familia. A mi
hermano Luis y a mí, nos encantaba jugar al Monopoly, a la Wii o a cualquier
juego de mesa, siempre y cuando mamá y papá estuvieran presentes con una
sonrisa.
Un
día, a papá y a mamá se les notaba preocupados y un poco alterados. En esa
semana, habían estado pendientes del canal ese tan aburrido que ponen en la
televisión. Me explicaron que había llegado un virus y la gente contagiada
salía muy perjudicada. Resulta, que nos iban a confinar en nuestras casas
durante dos semanas, aunque al final duró mucho más tiempo. Durante el
confinamiento, papá y mamá no podían ir a trabajar. ¡Qué alegría! Así podríamos
estar más tiempo los cuatro en familia. Pero a ellos no se les veía muy
contentos por ello.
Según
fueron pasando las semanas, escuchaba discutir más y más a mis padres. Resulta,
que al no poder abrir el restaurante, no podían ganar dinero para comprar la
comida y pagar algo llamado hipoteca. Para colmo, Luis un día se empezó a
encontrar mal y no sabíamos porqué. Empezó a tener fiebre cada vez más
frecuentemente y, poco a poco, se iba debilitando. Como no mejoraba decidieron
llevarlo al hospital, aunque era muy arriesgado por el coronavirus aún
presente. Los hospitales estaban llenos de enfermos contagiados y no podían
hacerle pruebas en ese momento para averiguar qué le pasaba a mi hermano. Por
eso, les recomendaron volver en dos semanas.
Aquellas
dos semanas fueron infernales, yo veía a
Luis cada vez peor, más cansado y sin salir de cama. Ya no quería jugar
conmigo, ni bailar y ni siquiera le apetecía ver su película favorita. Cuando
llegó el momento de volver al hospital para las pruebas, Luis había perdido
mucho peso, sangraba constantemente y le dolía todo. Yo me quedé con papá en
casa esperando ansiosos a que llegaran mamá y Luis. Para distraernos, papá decidió
poner un rato la televisión pero ni siquiera le prestaba atención. Pasadas unas
horas, mamá llegó con muy mala cara y llevaba a Luis cogido en brazos. Yo
estaba nervioso, no sabía qué pasar, no parecía ser nada bueno.
Esa
noche, me pareció larguísima. No dormí nada pensando qué podía tener mi hermano.
¿Estaría cansado de jugar? ¿O simplemente un constipado? Lo único que más
ansiaba era que no hubiera cogido aquel dichoso virus que tantas muertes estaba
provocando.
A
la mañana siguiente, mamá y papá decidieron hablar conmigo y comentarme que
Luis estaba enfermo y que pronto se recuperaría, que no me preocupase. Hice
como que me marché a otra habitación, pero me quedé detrás de la puerta
escuchando. Mamá empezó a llorar. Hablaba con papá sobre los medicamentos de
Luis, al no tener el restaurante abierto,
no podían pagarlos. En seguida fui corriendo a mi habitación a por mi hucha y
se la llevé a mamá. “Toma mamá, no importa el dinero, de verdad, pero no llores
más, por favor”, dije. Mamá forzó una sonrisa y me abrazó fuertemente.
Durante
los siguientes días, el ambiente en casa era muy tenso. Mamá y papá estaban
tristes y muy pendientes de Luis que cada día empeoraba más y más. A las tres
de la madrugada del siguiente día, recuerdo perfectamente como mi padre cogía
en brazos a Luis ya que, uno de sus sangrados frecuentes, no cesaba. Aquel día
papá no volvió a casa. Dejaron ingresado a Luis en cuidados intensivos.
Desgraciadamente,
no dio tiempo a que respondiera al tratamiento. A las 24 horas, Luis, mi
hermano pequeño, el mejor amigo que cualquiera desea tener, nos dejó.
Hermanito,
no podré olvidar tu risa, tu mirada, los momentos que pasamos juntos… Siempre
estarás en mi corazón. Me acordaré de ti todos los días de mi vida.
Te
quiere infinito,
Tu
hermano Javi.
Sara García García 1ºB, 19 de mayo de 2022, 3ª
Evaluación.
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