EN UN SEGUNDO
Como otro año más, llegaron las esperadas
fiestas de mi pueblo justo al terminar el verano, por principios de septiembre.
Tenía muchas ganas de que llegara este día para terminar el verano de la mejor
manera y volver a ver a mis amigos después de todo un verano sin ellos.
Las fiestas empezaron con el
chupinazo el viernes por la tarde y la presentación de todas las peñas del
pueblo. Más tarde, mis amigos y yo nos dirigimos el viernes por la noche a la
feria con muchas ganas de ver todas las atracciones y todo montado después de
un año.
El sábado fui por la tarde a ver a
mis amigos a jugar al fútbol y adentrándose la noche, había una batalla de
gallos en la que participaban otros amigos.
El domingo de esa misma semana,
como ya era de costumbre, tuve comida con toda mi familia en la casa de mis
abuelos, la verdad que yo estaba muy cansada así que con mucha pena me fui a mi
casa a descansar un rato. Esa tarde me lleve a mis dos hermanos pequeños, Sofía
que tenía nueve años y Pablo con doce años, a la feria. Me encantaba pasar
tiempo con ellos, y a pesar de que a veces discutiéramos, me llevaba muy bien
con los dos.
Nos montamos en alguna que otra
atracción y nos compramos un algodón de azúcar como tradición cada vez que
íbamos. Llegó la hora de irse a casa ya que al día siguiente ya tocaba volver a
la rutina y empezar el cole después del maravilloso verano que habíamos pasado.
Me toco en clase con mi mejor amiga
Elena y mi mejor amigo Jaime. Así que estaba muy emocionada por empezar mi penúltimo
año en el colegio. Esa semana no hicimos mucho ya que era la primera y eran
fiestas así que los profesores se lo tomaron todo con mucha calma.
Llegó otra vez el viernes y algunos
de mis amigos y yo fuimos a un concierto que había por esas fechas de un
cantante llamado Izal, nos lo pasamos genial.
El sábado me levante pronto para ir
a acompañar a mi abuelo a pescar al río Duero, llevaba yendo con él a hacer
esta actividad cada semana desde que tengo uso de la razón. No solo pescábamos,
sino que también hablábamos sobre muchos temas y aspectos de la vida, mi abuelo
siempre me ayudaba con todos mis problemas. Me hacía muy feliz escuchar sus
consejos de vida. Mi abuelo era de las personas que mejor me entendía. Yo sabía
que él iba a estar siempre para mí.
Después de esto, para rematar el
día, íbamos a comer siempre a un restaurante de cordero los dos juntos.
Ese sábado ya era el último día de
fiestas y había fuegos artificiales por la noche, así que fui a verlos con mi
hermano Pablo, ya que le encantaban y me pidió que fuera con él. Después de
esto iría con mis amigos otra vez a la feria, como costumbre.
Mi madre nos hizo a Pablo y a mí
unos bocadillos de pollo rebozado con queso para que nos lo comiéramos mientras
los veíamos.
Llegamos relativamente pronto para
coger sitio en un banco en primera fila para verlos bien. Me sorprendí un poco
ya que no había ninguna valla de seguridad, casi estábamos tocando los fuegos.
A las diez en punto empezaron y
estábamos muy emocionados, me acuerdo ver los ojos de mi hermano brillando y yo
estaba muy feliz, le encantaban, me decía.
De repente vi como uno de los
fuegos artificiales, en base de segundos se desvío hacia nosotros, intenté
abrazar a mi hermano para que no le pasara nada, pero no me dio tiempo y me caí
del banco por el impacto que hubo, cerré los ojos muy fuertemente.
Me levanté rápidamente y miré hacia
donde estaba mi hermano, no me podía creer lo que estaba viendo, todo debía de
ser un sueño.
Empecé a gritar ayuda, el fuego
artificial había dado a mi hermano directamente en el corazón. No podía parar
de llorar, era yo la culpable de todo, por haber llevado a mi hermano a verlos.
Inmediatamente se le llevaron a la
ambulancia, todo el mundo estaba descolocado y preocupado. Siempre me acordaré
de una señora que se acercó a mí para estar conmigo y tranquilizarme. No me
estaba creyendo nada de lo que estaba ocurriendo.
¿Cómo le iba a decir a mis padres
lo ocurrido?
No podía dejar a mi hermano ahí
solo, yo sentía que tenía que ir con él. Automáticamente corrí hacia la
ambulancia en la que estaba y les supliqué a los médicos que me dejaran estar
dentro con él, era mi deber como hermana mayor, se supone que le tenía que
proteger. Finalmente me dejaron entrar tras mucho tiempo insistiendo, mi
hermano no se despertaba y tenía un agujero en el corazón, al ver eso me puse a
llorar desconsoladamente. Le di la mano muy fuerte. No podía parar de
abrazarle.
Llegaron por fin mis padres, que al
igual que yo no se lo creían.
Le dimos por perdido.
Desde ese momento mi vida no es
igual, ha cambiado todo, he crecido sin el amor de mi hermano y cada día le
echo más y más de menos. A pesar de eso lo siento cerca de mí y eso me ayuda a
seguir hacia delante, siempre tendré su recuerdo. Está y estará en mi corazón.
Alejandra Benito, 1ºA
Octubre 2022.
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