Jaime CosÍn (Un abrazo con historia)


 

UN ABRAZO CON HISTORIA


Soy Ukriev, tengo ocho años, hoy es veinticinco de febrero de 2024 y como siempre me levanta mi madre con un beso en la frente, mis ojos se abren y la veo borrosa, alejándose, diciendo: ¡A desayunar! Me quedo tres minutos tumbado, con la sabana entrelazada junto a mis piernas, recogiendo fuerzas para conseguir levantarme. Voy al baño, me lavo la cara, me visto y me dirijo hacia la cocina, donde está mi madre desayunando. Ella está leyendo una carta, me quedo inmóvil, paralizado, no sé qué pensar solo la observo, viendo como poco a poco se le escapan unas frágiles lágrimas que se deslizan lentamente por su cara. Al parecer ha terminado de leerla y se nota en su interior unas ganas tan grandes de llorar, como si se tratase de un reloj con una cuenta atrás que está a punto de explotar. Tres, dos, uno, explota y se lanza a mis brazos llorando sin parar. Yo siento una compasión enorme por mi madre, ella se piensa que desconozco con certeza la razón, pero aún teniendo ocho años, no soy tonto y sé perfectamente que está pasando, mejor dicho que pasó.

 

En mitad de este abrazo tenía delante de mí nuestra nevera de casa , humilde y antigua, pero no me fije en ella, mi vista se quedó paralizada en una foto, un trozo de papel imantado en la nevera, lo que no era una simple foto, era una foto muy especial, tanto que me adentre en ella y reviví su historia como si de una película en realidad virtual se tratase. Me trasladé a setecientos treinta días previos al momento actual. Un día totalmente distinto a mis seis años de vida anteriores. Mi madre no me levantó de la misma forma que siempre, ella tenía mucho miedo y no quería afrontar lo que pasaba, vi a mi padre por ultima vez, pero esta vez no iba al trabajo, iba a la guerra.

 

Mis padres al igual que yo son ucranianos y defensores del pueblo, mi padre es militar y hoy veinticinco de febrero de 2022, Rusia ha iniciado su invasión. Todo era muy distinto por la tele que en casa. De vez en cuando se escuchaban a lo lejos fuertes tambores y destellos en el cielo como si alguien estuviese haciendo una foto con flash, pero mi madre asustada no iba a permitir que nos quedásemos ahí para comprobarlo. Ese día no lo olvidaré en mi vida, ese momento en el que mi padre me dio el último abrazo. Yo en mi interior tenía un presentimiento de lo que significaría, un adiós, una despedida, un hasta siempre.

 

Es un abrazo que nunca olvidaré, se paró el tiempo, no pude abrazar más fuerte a mi padre, acababa de levantarme, seguía deslumbrándome la luz de la ventana, solo existíamos mi padre, mi madre y yo, empecé abrazando a mi padre a más no poder él estaba llorando y eso me llegó completamente porque mi padre era un hombre duro al que no se le solía ver así a no ser que se tratase de un tema muy importante, y eso fue lo que me hizo empezar a darme cuenta de la situación, acto seguido se unió mi madre al abrazo y ese fue el verdadero momento que nunca olvidare, y ahora dos años más tarde sigo pudiendo recordarlo perfectamente, tras este abrazo se iban a dar una cadena de sucesos que cambiarían mi vida completamente.

 

Mi madre y yo salimos de casa, corriendo, nerviosos, sentía hasta su respiración alterada mientras me llevaba en brazos por la calle, rodeados de cientos de personas en nuestra misma situación, niños, adultos, ancianos, todos.

 

Yo no entendía que estaba pasando, solo me salió llorar al ver así a mi madre, a mi padre y a toda la ciudad, asustada sin apenas saber como reaccionar. Con el paso de los días, meses y años fui entendiendo más y más la historia de que había pasado, pasar de pensar que nos habíamos mudado de casa mi madre y yo, junto a miles de vecinos que nos acompañaban durante días dirigiéndonos hacia un punto fijo, la frontera con Polonia, donde pasaríamos el resto de nuestras vidas mi madre y yo felices, a entender que se había desencadenado una guerra en la que miles de personas murieron, entre ellas mi padre.

 

Se terminó el abrazo de mi madre, después de recordar la historia nos limpiamos los dos las lagrimas de la cara y sonreímos, sabiendo que aún estando solo dos personas físicas en la cocina nosotros sentíamos que éramos tres, los mismos tres de siempre, que siempre estaremos juntos, mi madre, mi padre y yo.

 

Jaime Cosin de la Peña – Nº7 – 1ºA – 05/11/2022.

 

 

Comentarios