ES LO QUE HAY
Que bien nos lo habíamos pasado,
pensé yo mientras mi amiga Maricarmen arrancaba el coche. Tras la muerte de mi
Paco lo había pasado muy mal, era toda la familia que tenía y lo que más he
querido y querré en el mundo, y tras no haber salido de casa durante seis meses
Maricarmen me convenció para irnos de viaje a su casa de Alicante. Por primera
vez en los últimos meses había conseguido sonreír, el mundo estaba recuperando
su color y sentía que mi vida volvía a cobrar sentido.
- ¿Bueno, tienes algún plan pensado
para esta semana? Me preguntó ella mientras avanzábamos por la autovía.
- Todavía no lo tengo del todo
claro, pero creo que me voy a comprar por fin el caniche que siempre he querido.
- Me parece muy bien, así podemos
salir las dos a pasearlo por la plaza.
- Creo que me vendrá bien, como Paco
era alérgico nunca me lo pude comprar, y así además me forzaré a salir más de
casa.
Hicimos una paradita en Albacete
para comer, nos sentamos cerca de la ventana porque a Maricarmen le da mucho
miedo el tema este del COVID, me levanté un momento para ir al baño y lo vi,
era él, mi Paco, sentado en la barra con su cerveza y su gorrilla de chulapo, su
voz, la ropa, tenía que ser él, sentí como por un segundo se me paraba el
corazón. Me acerqué a él y dije en una voz baja y dudosa: ¿Paco?
No era él, cómo iba a serlo, debo de
ser estúpida, esto es Albacete, todos visten igual y hablan como él porque él era
de ahí. El corazón volvió a latirme, pero se me partió en mil pedazos, mi mundo
volvía a estar en blanco y negro, pero Maricarmen consiguió levantar mis ánimos
y continuamos con el viaje.
Ya solo nos quedaban dos horas para
llegar a Madrid y entre charla y charla se me paso el tiempo volando, ya se veían
las cuatro torres. ¡Hemos llegado!, exclamó con ilusión. Aparcamos el coche, y
nos dirigimos hacia nuestras casas, los vecinos nos saludaban con alegría y Ricardo
y Juan, el marido y el hijo de Maricarmen bajaron a ayudarnos con las maletas.
Los tres me acompañaron hasta el portal y nos despedimos todos muy contentos.
Llamé al ascensor y subí hasta mi
piso, saqué las llaves del bolso y cuando fui a meter la llave, vi que no
entraba. Verifiqué que no me había equivocado de piso, 3ºB, era el correcto,
probé con otra llave y con otra, hasta con la del garaje. Entonces oí una voz:
- ¡Señora, vallase de mi casa! Gritó
una voz desde dentro del apartamento.
- ¡Yo vivo aquí! Respondí yo.
- Ya no. Dijo la misma voz
En ese momento llamé a Maricarmen,
ella y su familia vinieron corriendo. Llamamos a la policía, me habían ocupado
la casa. Tras media hora, llegó la policía y les conté desconsolada la
situación. Los vecinos declararon que habían estado oyendo ruidos desde hace
una semana y media, pero que al ser nuevos en el vecindario no habían pensado
nada raro. La policía me dijo que tras ese tiempo los ocupas habían recibido
una serie de derechos por los cuales no podían ser expulsados inmediatamente,
por lo cual debía de comenzar un proceso judicial para expulsarlos de la
vivienda. Juan, que se estaba estudiando derecho, me dijo que un juicio del
estilo podría tomar meses hasta ser ejecutado, e incluso más hasta aprobarlo.
-Por favor haz lo que sea para
sacarlos, ahí lo tengo todo, mis cosas las de mi difunto marido y no tengo
suficiente dinero para costearme otra vivienda con mi jubilación. Le suplique
llorando al policía.
-Señora yo no hago la ley, a estas
alturas no hay otra opción, es lo que hay.
Todos mis planes se desmoronaron, lo
había perdido todo, incluida la oportunidad de rehacer mi vida.
Lucía Villalba García / 1ºB /
09-11-2022
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