Marisa García Antolín (48 H)


48 H

 

Recuerdo que me desperté y en el momento me di cuenta de que estaba sentada. Sabía que estaba sentada en una silla de metal porque tenía los brazos apoyados en un reposabrazos y también podía notar el frío del material en mi espalda.

 

Intenté despertarme del todo y pensar dónde estaba. Era todo muy oscuro y por mucho que lo intentase no conseguía ver nada. También me di cuenta de que tenía esposadas las muñecas a los reposabrazos y empecé a ponerme nerviosa. Intentaba agitar los brazos como si me fuese a funcionar, entonces me di cuenta de que mis tobillos también estaban acordonados a las patas de la silla. Ahora ya eran el miedo y los nervios quienes me invadían por dentro. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había acabado allí? Entonces, en medio de esta incertidumbre intenté serenarme y empezar a ver lo último que recordaba.

 

Estaba en un coche Mercedes-Benz, azul oscuro, en la parte de atrás junto a mi entrenador. Estaba yendo a la embajada, para reunirse con Reza Zarei, presidente de la Federación. Las puertas de la embajada estaban recargadas con muchos pequeños detalles, unas en negro y otras bañadas en oro. La fachada imitaba a los pequeños palacetes que hay en el centro de las ciudades europeas. También recuerdo cuando entramos. El hall era muy amplio, con techos altos, una lámpara de cristal colgaba del techo e inmensas alfombras en el suelo. Una persona que trabajaba allí nos acompañó hasta una pequeña sala de espera, que también estaba muy cuidada al detalle. Nos sentamos en un sofá de cuero antiguo, y en la mesita de cristal de enfrente nuestro nos sirve, un hombre de traje y con pinta de mayordomo, dos copas con champán. Nos dice que son para nosotros y que teníamos que esperar un poco. Lo último que recuerdo es brindar por nuestra victoria, felices.

 

Me metieron algo en la copa, al menos eso supongo. De repente, escucho una llave abriendo una puerta metálica en frente de mí. La figura de dos hombres se acercaba hacia mí hasta que encendieron un foco que daba directamente a mi cara. La luz me deslumbraba y yo intenté achinar los ojos para poder adaptarme a la luz y ver los dos rostros. También escuché un portazo de la puerta metálica, y de la llave cerrándola. Cuando conseguí ver correctamente, la luz seguía molestándome, pero pude ver el rostro de estas dos personas. Uno de ellos daba mucho más miedo que el otro, pero mi sentido común me decía que otro era el que mandaba. La sala era como un sótano de hormigón y con siete metros cuadrados como mucho. Estábamos solos los tres: el matón, el policía y yo.

 

-Elnaz Rekabi, finalista de cuerda del campeonato de escalada de Seúl. ¿Por qué nos haces hacerte esto? No queremos hacerte daño Elnaz, pero has infringido la ley. Imagínate que ahora te soltamos y dejamos volver. Coges un avión, llegas a casa con tu familia y no te pasa nada. ¿Qué pasaría en verdad? Nuestra autoridad se vería afectada, ¿no crees? Las mujeres seguirían saliendo a la calle sin velo, creando revueltas y sin hacer caso a sus maridos. Las tendríamos que dejar ir sin que pasase nada, pero estarían rompiendo la Ley de Alá. Esposas inocentes manchadas por unos ideales ingenuos como los tuyos y que morirían en pecado por culpa de esas ideas que las metéis en la cabeza. Nosotros no podemos permitir eso. Hay que castigar a las mujeres que infringís la Ley, para poder proteger al resto de mujeres fieles al régimen. ¿No crees que es lo correcto? –

 

Cuando terminó hubo un silencio corto. Solo podía escuchar mis dientes tiritar. El silencio se cortó cuando el matón me puso una bolsa de plástico en la cabeza y empezó a ahogarme. Mientras me movía de un lado a otro intentando conseguir algo, sin ningún éxito, solo podía pensar “Ya está, este es el fin. Ya te vas a morir y no hay nada que puedas hacer. Adiós a todo: a tu familia, a tus amigos, a tu hogar, a tu vida…” y justo antes de perder el conocimiento me quitó la bolsa de la cabeza.

 

Artículo El País 19 octubre 2022

 

 El avión que devolvió a Teherán a la atleta iraní Elnaz Rekabi, que el domingo pasado compitió sin velo en la final de cuerda de los campeonatos asiáticos de escalada en Seúl, aterrizó el miércoles a las tres de la mañana. Nada más llegar, entre decenas de personas de acudir a recibirla con aplausos y gritos de “campeona”, reiteró las confusas disculpas e insistió en que participó sin el velo “por error” En su entrevista con la televisión pública iraní tras volver de Teherán, la deportista negó haber estado ilocalizable durante 48 horas y que no la habían confiscado el móvil y pasaporte.

 

 La versión de las fuentes citadas por el Iranwire, prensa iraní en el exilio, es que después de competir este domingo sin velo en que el régimen iraní impone a sus atletas, incluso en competiciones en el extranjero, la escaladora se avino a acudir el martes a la Embajada de su país en Seúl por una promesa “engañosa” de Reza Zarei, presidente de la Federación de Escalada del país, que le aseguró que, si volvía a Irán, se garantizaría su seguridad.

Marisa García Antolín.

1ºB   Nº12

9/11/22

 

 

 

 

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