Yaiza Alonso Benítez (Tras mis ojos)


 

TRAS MIS OJOS

Todos la notamos entrar, de una forma u otra, lo hicimos. Nunca había escuchado su voz, era diferente, diferente a las muchas que había oído. Pero no duró mucho, se fue. ¿Por qué? ¿No le habíamos gustado? Era indignante no poder ver, todo estaba oscuro, demasiado oscuro. Solo había ciertas partes por las que la luz se asomaba tímidamente, éstas cada vez se iban haciendo más grandes y eso me gustaba, pero en cierto modo también me asustaba. Todos mis días eran iguales, me sentía un poco agobiada, encerrada y a oscuras. Había crecido, lo sabía. Días atrás no sentía todo tan agobiante y estrecho. No aguantaba más, lo iba hacer. Yo podía…

 

Luz, había mucha luz. Miré a mi alrededor y vi a más como yo. Muchos más. En seguida empezamos hacernos notar y en cuanto nos oyeron, dos chicas vinieron. Estaban felices de vernos. Pude reconocer sus voces, las había estado oyendo todos estos días. Nos dieron de comer, nos lavaron y limpiaron. A medida que iban pasando las semanas, mis compañeros más mayores iban desapareciendo, no entendía donde se los llevaban, pero recuerdo que me moría de curiosidad por saberlo. Hasta que me tocó a mí, la que iba a desaparecer esta vez iba a ser yo.

 

La vi llegar, pero no la pude reconocer hasta que empezó hablar, era ella, nunca la había visto, no había podido. La chica morena llevaba consigo una sonrisa de oreja a oreja, se acercó al mostrador donde se encontraban nuestras dos cuidadoras y vinieron a por mí. Me metieron en una especia de jaula, transportín lo llaman ellos, y nos fuimos. El aire freso me golpeó fuerte en cuanto salimos del único lugar que conocía hasta entonces, que sensación más rara, pensé. Minutos después me encontraba en una acogedora casa la cual hoy en día llamo hogar.

 

Patty, ese es mi nombre. ¿Bonito verdad? Al parecer así se llama la mujer del cantante favorito de mi padre. Al principio solo éramos nosotros tres: papá, mamá y yo. Nos pasábamos el día juntos. Me cogían, jugaban conmigo, me mimaban, me duchaban y hasta me daban cacahuetes y queso como premio de lo bien que me portaba... Todo era perfecto, la verdad. Hasta que un día empecé a notar a mamá diferente. Papá se preocupaba aun más de ella (mira que eso era complicado eh), estaban menos tiempo en casa y cuando regresaban siempre volvían cargados de cosas, cosas pequeñitas como una mini cama, pañales, juguetes, sí, juguetes, pero casi nunca eran para mí, de echo eran bastante diferentes a los míos. A mamá le empezó a salir como un bulto enorme en la tripa, yo creía que le pasaba algo malo, pero, al contrario, nunca los había visto tan felices. Cada fin de semana venía alguien a visitarnos, pero la protagonista de la casa ya no era yo, sino mamá y su tripa, que cada vez era más y más grande.

 

Me enfadé, me enfadé mucho cuando una mini personita llego a casa y ni me lo avisaron. Ya no éramos tres, sino cuatro, esto era un desastre. Ansiedad, ansiedad y más ansiedad. No iba a ser capaz de sopórtalo, era consciente. El simple hecho de ya no ser la reina de la casa me mataba. Mi vida dio un giro de más trescientos sesenta grados. Ya no me sacaban a penas de la jaula, no jugaban tanto conmigo. Toda la atención se la llevaba ella, la humana esa. ¿Iba a vivir con nosotros por mucho tiempo? ¡Qué se vaya ya, por favor!

 

Los días pasaban muy despacio, y todo fue de mal a peor. Intenté llamar la atención de mis padres de muchas formas, pero ninguna funcionó. Chillaba cuando veían la tele, daba golpes a la jaula sin parar…pero todos mis esfuerzos fueron en vano, lo único que conseguí fue que movieran mi jaula a la cocina y dejara atrás el salón. Empecé a quitarme plumas, estaba tan enfadada que sabía que si me veían con mal aspecto se centrarían más en mí y no tanto en aquella mocosa.

 

Noviembre del 2022.

Podríamos decir que han pasado unos cuantos años desde la última vez que pasé por aquí, casi diecisiete. No os podéis ni imaginar la cantidad de locuras que he tenido que vivir.

Desgraciadamente me tuve que acostumbrar a vivir con mi hermana humana (al final la he cogido mucho cariño y todo), después de ella trajeron a casa a otro humano, pero esta vez era chico y bastante más pesado. Por esta casa han pasado de todo tipo de criaturas extrañas, tortugas, peces, un hámster y ahora también tenemos a dos gatos.

Podría decir que echo de menos mi antigua vida, la vida que tenía cuando esta casa no era una locura personificada, pero realmente no lo hago. Mis días son más tranquilos, me miman (cada uno a su manera), hablan conmigo, me divierto intentando repetir todo lo que dicen e interrumpiendo todas las conversaciones que se mantienen en esta casa.

Los de mi especie vivimos muchos años, casi tanto como los humanos, por lo que pienso ser un miembro tan activo de esta familia como los demás. Pienso seguir picoteando el plato de comida hasta que me den de comer cuando yo quiero, pienso seguir chillando hasta que me abran la jaula y pueda subir a la parte de arriba donde tengo mi propio parque de juego y pienso seguir regañando a mis hermanos cada vez que se portan mal…porque por si alguno no ha caído aun, soy un loro, pero no un loro cualquiera, sino un Yaco, uno de los loros más inteligente que existen en este mundo y por eso no voy a permitir que nada ni nadie me quite el protagonismo que he tenido y siempre tendré en esta casa.

 

Yaiza Alonso Benítez, 1ºB, noviembre 2022.

 

Comentarios