Álvaro Vilallonga (Un gol)


 

UN GOL

Érase una vez un niño llamado Álvaro. Álvaro tenía 12 años en esa época e iba al Colegio San Agustín de Madrid. Álvaro sacaba muy buenas notas y la verdad que no tenía ningún problema con sus estudios. Aparte de sus estudios tenía un gran afán con los deportes, le encantaban los deportes: fútbol, tenis, pádel, ping pon etc. Álvaro estaba apuntado al equipo de su colegio en la categoría alevín segundo año y le hizo muchísima ilusión que su madre le apuntase porque no les dejaban debido a los horarios que tenían sus padres.

 

Cuando terminaban las clases, Álvaro salía corriendo como de costumbre a cambiarse para ir al entrenamiento. Era una de sus partes favoritas ya que podía hablar con sus compañeros, comer su bocadillo y encima ponerse la equipación de futbol que más le gustaba. Desde hace un par de meses también había estrenado sus nuevas zapatillas de fútbol que les tenía muchísimo cariño. De hecho, siempre que terminaban los entrenamientos se dedicaba media hora en su casa a limpiarlas para que quedasen impecables. Después de terminarse el bocata, el entrenador les indicaba un para de cosas que tenían que mejorar en el campo y algunas actividades que le iban a mandar hacer y acto seguido saltaban al campo de arena. Primero calentaban, daban un pase en corto y ya por último se hacían unas posesiones con balón o hacíamos algo de físico. Su equipo entrenaba todos los martes y jueves. Normalmente el martes es un día de más físico y el jueves era más de balón y partido. Pero daba igual si era antes o jueves el iba con muchísima ilusión. Cuando terminaba el entrenamiento era ya casi de noche, se quitaba las botas y se ponía las de ir por la calle y se iba al coche de su madre para darle un beso. A su madre no le hacía mucha gracia que le diese besos porque iba más sudado que un pollo, pero lo intentaba disimular. Durante el camino a casa Álvaro le contaba todas la jugadas y acciones buenas que había hecho el a su madre siempre con una sonrisa en la cara.

 

Cuando ya se había duchado y se había puesto el pijama le tocaba contarle todo a su padre que mientras le estaba preparando la cena a toda la familia. Una vez cenado ya se iba a la cama y ahí es cuando llegaría la parte que más le gustaba a Álvaro, soñar que era futbolista, imaginarse jugadas de gol, firmar su primer contrato, el quería ser una estrella del fútbol, pero al estar reventado no duraban sus sueños no quince minutos porque se dormía del cansancio.

 

Llegaba el fin de semana que era una de las cosas que más le gustaba a Álvaro, porque había partidos de fútbol, el jugaba en un campo fijo situado por Simancas. Se ponía esa equipación naranja con el número seis atrás, que era horrible de fea, horas antes de que empezase el partido. Durante el trayecto al campo a Álvaro le temblaban las piernas de lo nervioso que estaba. Cuando llegaba ala campo no había casi de nadie de su equipo ya que era uno de los más puntuales siempre. Cuando ya iban llegando más gente, empezaban a entrenar a dar pases, lo típico que se hace antes de un partido.

 

Llegaba el momento que todos más esperaban la alineación de salida. Como eran pocos siempre salía de titular como medio centro, cuando la bola empezaba a rodar por el campo Álvaro comenzaba a dar pases por todas partes y siempre llegaban a donde el quería, pensaba que tenía un don en sus pies. Pero siempre tenía miedo a dos cosas: al contacto físico ya que era muy pequeño y chutar. Era ridículo tenía miedo de chutar porque no quería fallar y por eso se la quitaba de encima. Cuando termino el partido, de camino a su casa empezó a disgustarse porque el nunca había metido gol. Todos los de sus equipo habían metido gol, hasta su portero había metido gol, de portería a portería, que por cierto ese portero está en clase ahora mismo.

 

Un sábado se puso serio se miró de puntillas al espejo y se dijo así mismo: “hoy voy a meter gol”. Se puso su equipación como de costumbre y se puso a practicar tiros en su jardín. Pasaron la horas y Álvaro seguía chutado hasta que su padre le dijo de irse al partido. Álvaro todavia le seguían temblando las piernas, pero seguía con cara seria. Llegó la hora de hora partido, a su equipo le tocaba sacar de medio campo. El árbitro pito el inicio de partido y nada más tocarla Álvaro chuto desde el medio del campo de fútbol siete y la chuto a la portería del otro equipo no se lo pensó ni dos veces y metió por todo el medio de la portería por arriba.

 

El árbitro pita y Álvaro le mira al árbitro a ver qué había pitado, poco ve a sus compañeros corriendo hacia el celebrando su gol. Álvaro cuando se entera de que había sido gol se va corriendo a toda pastilla hacia la grada a ver dónde estaba su padre mientras que iba gritando inconscientemente gol todo el rato.

 

-ALVARO: Papá, Papá gol, que he metido gol, lo has visto, ¡¡¡ha sido un golazo!!!

 

Continuó el partido y Álvaro no volvió a tocar más la bola porque estaba pensando más en el golazo que había metido el. Terminó el partido y se lo conto a toda su familia el gol que había metido y encima lo representaba y todo. Incluso le llamo a su abuela con toda la ilusión para contarle cómo había sido la jugada. Durante todo el mes estuvo echándole en cara a toda su familia el gol que había metido, estaban hasta las narices de Álvaro.

 

Al final Álvaro acabo metiendo veintinueve goles porque se aprovechaba un poco de la altura de los porteros. Y yo creo hoy día si preguntamos a cualquier jugador de fútbol cuál fue su primer gol de su vida en una liga de fútbol, siempre se va a acordar con todo tipo de detalles

 

Alvaro Vilallonga Meca , 29  y 1ºB                                          Fecha: 9/2/2023

 

 

 

 

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