BARCOS DE PAPEL
24 de Julio de 1941.Recuerdo esa fecha perfectamente, era un
día soleado, no se veía ni una sola nube a lo lejos. Sin embargo, aun estando
en pleno verano, soplaba un fuerte viento, que, sumado a la brisilla fría que
recorría la orilla de la playa como de costumbre, convirtieron ese día en uno
mucho más frío de lo normal.
Recuerdo ver a los niños chapoteando y jugando en la playa
sin parar, como solían hacer normalmente. Pero hoy era un día especial para ellos.
Como ya les habíamos comentado hace unos días, habíamos organizado un viaje
sorpresa hacia América en barco. Y como bien prometimos todos, saldríamos hoy,
más en concreto, al anochecer.
Yo me encontraba reposando, estirado en el sofá como de costumbre
cada sábado, pero hoy era distinto, la verdad, mentiría si dijese que no estaba
un poco nervioso, sobre mis compañeros y yo recaía una gran responsabilidad
esta noche, y no podíamos fallar. Tenía miedo, de nosotros dependía la vida de
toda nuestra gente, el plan era arriesgado, pero como ya se había rumoreado,
Hitler no era tan amistoso como parecía, y, había encomendado ordenes de
exterminarnos a todos, sin razón, por su gran odio hacia nuestra raza.
Cuando yo y mis hermanos nos enteramos de esto, organizamos un
plan, la huida era sencilla, mi hermano mayor, era navegante, y poseía un gran
barco pesquero que heredó de mi padre. Aunque no tenía necesidad de continuar
el negocio, puesto que nuestra familia era muy rica, el mantuvo en
funcionamiento el barco debido a su gran pasión por el mar y la pesca. Junto a
él navegaba su mejor amigo Ben, un joven alemán de gran estatura, pese a su
diferencia de edad y raza, eran uña y carne, puesto que compartían una gran
pasión, el mar.
Pero pasados unos años Ben fue reclutado por los Nazis. Ahora
daba la casualidad de que se le había encomendado vigilar el puerto y todos los
barcos que salían y entraban en él. El barco pesquero de mi hermano, se
encontraba ahí, incautado por los nazis, así que hace unos días mi hermano
consiguió hacerle llegar unas llaves y una nota con nuestro plan a Ben, era
nuestra última esperanza.
En la nota había escrita una simple fecha y una hora, día 24
a las 20:00, con esta breve información Ben sabía perfectamente lo que debía de
hacer, ya que, conocía esas llaves a la perfección, eran las llaves del barco
pesquero de su gran amigo, al que llevaba tanto tiempo sin ver, pero sabía de
sobra que se encontraba en problemas.
Pasadas unas horas me levanté del sofá rápidamente y preparé
las mochilas de mi mujer y mis hijos, solo llevábamos lo necesario, alguna
prenda de ropa, comida y agua. El sol estaba empezando a desaparecer en el
horizonte, así que debíamos darnos prisa, se estaba acercando el momento de
escapar.
Nos fuimos todos hacia la orilla de la playa, con nuestras
respectivas mochilas, a presenciar la bonita puesta de sol. Yo rezaba en
silencio, para que mis hijos no se preocupasen, tenía miedo, miedo de que Ben
jamás apareciese por ahí, lo que significaría una muerte segura.
Llegaron las 20:30 de la noche, el sol ya había desaparecido
por completo y Ben no aparecía, había perdido toda esperanza, pero en ese
preciso instante, como si de la luz de un ángel se tratase, avistamos a lo
lejos un barco que venía en dirección a la playa desde el puerto, y si, era Ben,
en el barco pesquero de mi hermano. Tuvimos que nadar unos metros hacia el mar
para poder llegar al barco, cosa que hicimos con relativa facilidad gracias a
la luz que reflejaba la luna esa noche. Al subir todos, empezamos nuestra
travesía hacia América ,en paz, todos estábamos alegres de haber logrado
escapar con tanta facilidad.
Pero esos minutos de felicidad no tardaron en desaparecer,
de repente empezamos a divisar más luces de barcos que se dirigían hacia nuestra
dirección. ¿Acaso nos habían descubierto los alemanes? Pues no, la realidad
era, que, no solo nosotros habíamos tenido esa idea, sino que otra decena de
barcos habían tenido la misma idea que nosotros y se encontraban en la misma
situación de escape. En ese momento, mientras miraba los demás barcos a lo
lejos, lo presencié, un barco de ellos, explotó de la nada, se hundió con tanta
facilidad, que cualquiera habría pensado que se trataba de un barco de papel, y
así, fueron cayendo uno tras otro. Hundidos por los torpedos de un gran
submarino alemán de alta tecnología.
Todavía tengo gravado
ese momento, ese instante en el que nuestro barco era el último que quedaba en
pie, yo ya me estaba despidiendo de mis hermanos e hijos. Pero de repente, Ben
salió de la cabina saltando de alegría; al parecer, logró mandar un mensaje de
radio en alemán al submarino, en el que explicaba que se trataba de una misión
secreta y que llevaba a bordo a la familia alemana de un general del ejército,
el cual le había encomendado la misión.
Finalmente, llegamos a América, pero jamás olvidaré ese
recuerdo de aquellos barcos, esfumándose en la oscuridad uno a uno, así como
las vidas de todos los que se encontraban navegando en ellos aquella noche del
24 de Julio de 1941.
Carlos Galindo 1ºB; 08/02/23
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