Isabel Porqueras (Quién soy)


 

¿QUIÉN SOY?

 

7 de julio de 2022, ese día, llorando perdida en medio del campo mientras me replanteaba si merecía la pena vivir la vida que estaba viviendo, fue cuando todo cambió. 

 

 

Supongo que todos vosotros tenéis muchos amigos a los que creéis conocer, pero ¿De verdad lo hacéis? O simplemente os sabéis la fecha de su cumple, el nombre de sus hermanos y los sitios en los que veranea. De la misma forma, os pensaréis que estáis para ellos, pero ¿Estáis, o creéis hacerlo? Porque si, estaréis para salir de fiesta y beberos unas copas entre risas y colegas. Pero, si ese amigo al que tanto creéis conocer cambia de la noche a la mañana sin entender por qué lo hace, ¿Estaríais ahí para recordarle lo mucho que vale aun estando así de perdido también? ¿O preferirías preguntarle un par de veces y seguir con vuestra vida? 

 

 

Vivimos en una sociedad un tanto hipócrita, en la que la mayoría de las personas solo miran hacia sí mismas. Hay algún problema, "no tengo nada que ver a sí que no me meto". Eso sí, el cotilleo para poder comentarlo, luego bien que suele interesar. Ves a alguien que no está bien; "para qué voy a preguntarle, ya tendrá la ayuda que necesite". Y como estos, infinidad de ejemplos. Pero después, cuando eres tú al que se le viene el mundo encima, todos deben estar para ti, porque según lo que crees, tú has estado por y para todos en todo momento. Es decir, ¿Actuamos porque nos sale del corazón, o lo hacemos esperando recibir algo, por no decir lo mismo, de vuelta?

 

 

Vivimos encerrados en una rutina, en la que nunca hay tiempo para lo importante. Te levantas, desayunas, vas al cole, comes, descansas un rato, meriendas, estudias algo, te vas a realizar cualquiera de tus hobbies, llegas a casa, te duchas, cenas y a la cama. Y así, todos los días. Es más, a veces, es tan monótona tu rutina que hasta lo que no encaja en ella te enfada. Cuando mamá o papá te piden un beso, "que pesados son"; y cuando un hermano te pide ayuda con algo, " ahora no puedo, tengo cosas que hacer". Nos olvidamos de cuidar a las personas que nos quieren y nos demuestran día a día que lo hacen. Y en este proceso, muchas veces nos perdemos a nosotros mismos. 

 

 

Porque qué pasa cuando estos dos factores, la sociedad y tu rutina, hacen que actúes en función a lo que encaja dentro de ellas. Qué pasa cuando ya no eres tú, sino lo que todos los demás esperan que seas. Todas estas cosas que os acabo de plantear son algunas de las que yo pensaba cuando todas ellas me tomaron factura. Porque dejé que me controlasen y debido a ello me perdí. 

 

 

Yo era la niña perfecta, la de las buenas notas y la responsable. Posiblemente a la que todos consideraban la mami del grupo o la hija perfecta. Yo debía estar por y para todas las personas de mi alrededor en todo momento, sin importar lo que me hubieran hecho o la importancia que tuviesen en mi vida. Yo debía cumplir con lo que todos esperaban de mí. "Isa, has fallado a esta persona; Isa, podrías haber sacado más nota; Isa, el giro no está perfecto, repítelo; Isa ayuda más en casa" Estos son algunos de los pensamientos que poco a poco se fueron haciendo conmigo y derivaron en dos estados, autoexigencia y perfeccionismo, mis dos mayores enemigos por el momento. Y no porque nadie me los hubiera inculcado, sino porque fui yo misma la que lo hice. Intentando controlar todo lo que podía ocurrir en mi vida y dando a los demás siempre lo mejor de mí, olvidándome de que Isa, también existía.

 

 

 

Dejé de ser yo, y poco a poco mi esencia se fue quedando atrás, fue desapareciendo. Ya no era la niña activa que hacía feliz a todo el mundo, la que siempre estaba sonriendo y haciendo reír a los demás. En casa ya no era la hermana o hija más cariñosa, la que siempre estaba dando besos y abrazos a todos. Cambié radicalmente, me hundía, eso sentía yo, que poco a poco todo mi mundo se iba oscureciendo.

Ya no salía con mis personas vitamina, en casa no salía del cuarto más que para lo justo y necesario y hasta alejé de mi lado a las personas que más quería para que no sufrieran el infierno que estaba empezando a vivir y que poco a poco se iba haciendo conmigo. 

 

 

Incomprensión, soledad, desesperación, esos, son algunos de los sentimientos con los que cargaba día a día, pero nunca compartía, porque algo de mi cabeza me seguía haciendo creer que no debía mostrar ese lado de mí. La única forma que tenía de sacarlos era escribiendo, pero dejó de funcionarme. Es más, era tal mi cansancio mental que la tinta del boli dejó de ser azul y pasó a ser roja, y la trazada del mismo dejaba marcas muy profundas en ese extraño papel. Esta, pasó a ser mi nueva extraña rutina, la única forma en la que todo mi dolor mental se convertía en algo físico. La única forma en la que no hacía daño a nadie más que a mí. 

 

 

No estaba sola, pero mi cabeza me hacía creer lo contrario. Aunque los “no estás sola" que de vez en cuando recibía eran un tanto idílicos. Porque nadie te entiende, solo tú lo haces y eso es lo complicado, tener que aceptar que te rodea gente, pero que ninguna de esas personas te va a entender mejor que tú. Que eres tú el único que puede sacarte de esta situación, de ese agujero en el que de forma indirecta tú mismo te has metido. 

 

 

Y estando así fue cuando realmente aprendí. Y os puedo asegurar que no es justo tener que hacerlo de esta forma tan injusta, pero duele tanto que lo que aprendes se te queda grabado para siempre. Aprendí que no todas las personas que te rodean son amigos, porque un amigo de verdad nunca te haría daño sabiendo que lo está haciendo y nunca te juzgaría por uno de los motivos de tu malestar. Aprendí que somos personas falsas y superficiales, personas que estamos dando siempre una imagen de nosotros mismos que no es cierta, y que eso no te lleva a ningún lado. Aprendí que lo más importante es la familia, porque es de verdad la única que nunca te va a dejar solo ni que te apagues del todo. Y lo más importante, aprendí a ver mi valor, cuando yo misma fui la que se lo quitó del todo y gracias a esto super ver que no todo el mundo merece a una persona como yo en sus vidas y que no debía retener a nadie que no quisiera tenerme en la suya.

 

 

Debido a todos estos aprendizajes me di cuenta de muchas cosas de las que antes yo era plenamente inconsciente. Me di cuenta de que consideramos amigos a personas que suben una historia poniendo un “te quiero mucho”, “siempre contigo” o simplemente nos escriben de vez en cuando para meterles en alguna casa. Y que eso no son amigos, son compañeros de vida, y a su paso, ellos se van con ella. Porque la vida son etapas y de la misma forma, las personas que forman parte de ella. Me di cuenta de que no todo el mundo para el que tu has estado va a estar para ti de la misma forma, y que, por este motivo, en la vida te define como persona la forma en la que tú actúas y en la que afrontas los problemas de esta. No los actos que las personas de tu alrededor tienen contigo. Me di cuenta de la importancia que tienen nuestras palabras o comentarios hacia algunas personas, y de la importancia de pensar antes que hablar, porque nunca sabes por lo que puede estar pasando alguien y la forma en la que le puede afectar tu comentario.

 

 

Me di cuenta de que los hechos valen más que mil palabras y que perdonar para que te vuelvan a fallar hace que tú mismo pierdas valor como persona. Me di cuenta de que quien te quiere de verdad te dice la verdad, lo que debes escuchar y no lo que quieres escuchar.

Me di cuenta de que todas las personas que me habían criticado y de alguna forma habían influido en mi mal estar, simplemente me envidiaban. Porque quien critica algo de la forma de ser o vida de alguien lo envidia, y es eso lo que le define como persona, a sí misma, no a ti.

Y me di cuenta de muchas cosas más que solo se aprenden cuando te toca sufrirlas. Por eso mismo quería compartirlas, para que las tengáis en cuenta en vuestra vida sin tener que pasar por lo que yo pasé, porque es algo que no le deseo a nadie.

 

 

Llegados a este punto me encantaría que reflexionaseis sobre sobre vuestra vida y vuestra persona. Sobre lo que habéis sido y lo que queréis llegar a ser. Sobre los famosos prejuicios que a estas edades son tan famosos. Si veis a una persona mal, poneros en su lugar, dejad vuestro ego aparte y preguntarla. Porque nunca sabes si ese “que tal estas” puede ser su salvavidas. Pensad si la gente que os rodea os hace ser lo que sois, y sino tomad una decisión para que eso cambie. Porque si de algo me di cuenta cuando yo misma no sabía que hacer con mi propia vida es de que dura dos días. De que no estamos para fingir algo que no somos, ni para ser lo que los demás esperan que seamos. Y, sobre todo, de que lo más importante en tu vida eres tu mismo.

 

 

Que esta bien no estar bien de vez en cuando, pero que hay que saber como controlarlo. Que no esta mal pedir ayuda si la necesitas y que eso, te haga crecer como persona. Que eres tú el único que se va a tener para siempre y por eso debes cuidarte como a nadie. Establece tus límites, si te duele algo, dilo y no lo permitas.

 

 

Me ha costado mucho entender que mi forma de ver la vida es muy diferente a la de la mayoría de las personas de mi edad precisamente por lo que mi vida, que es única, me ha hecho vivir. Y, sobre todo, aprender a aceptar que no debes esperar nada de nadie, mucho menos, que actúen como tú lo harías. Vive tu vida como sientas que debes hacerlo, no como tu cabeza te haga creer que debes. Corazón caliente y mente fría como se suele decir, es esta la única forma de afrontar la vida con coherencia. Priorízate sin dejar de estar para los demás y los que de verdad te hacen ser lo que eres.

 

 

A día de hoy, no estoy perfectamente curada, pero mi manera de pensar cada vez va estando más definida y eso me hace valer muchísimo. Ahora sé que claro que me merece la pena vivir la vida, y doy gracias a esa noche de julio en la que me lo replanteé, porque fue ahí cuando asumí que tenía un problema y que debía afrontarlo. Pasar lo que he pasado no ha sido nada fácil, pero soy lo que soy gracias a ello, a si que en el fondo hasta es de agradecer. Y puede que vosotros que me estáis escuchando, no tuvierais ni idea de esta parte de mí, pero ocultarla solo sería negarme a mí misma una parte de mi propia realidad, y la última vez que lo hice, me jugó muy mala pasada. Este puede serviros de claro ejemplo de que nunca sabemos por lo que esta pasando alguien, lo mucho que le puede costar sacar esa sonrisa con la que entra a clase por las mañanas o si a pesar de subir una foto con diez personas, se siente sola. 

 

 

Por último, quiero deciros que a pesar de todo siempre se sale adelante, que pidaís ayuda si la necesitáis y os apoyéis en vuestra familia. Todos y cada uno de nosotros valemos mucho como para desperdiciar nuestra vida. El tiempo corre y la vida se va con él, a si que aprovecharla al máximo, pero tener siempre mucha empatía, que es algo muy necesario. Porque nunca sabes si algún día vas a ser tú el que necesite que alguien la tenga contigo.

 

Isabel Porqueras Lozano 1A, Diciembre 2023.


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