SANGRE DE MI SANGRE
Se abren las puertas, solo se escucha a
gente gritar, pero no cualquier gente, mis compañeros, mi ejército, mi familia.
Este ruido no duró mucho ya que fue sustituido por miles, millones de balas que
iban en una única dirección, nuestros cuerpos, y con un único objetivo,
arrebatarnos la vida.
Pero antes de eso necesito explicaros
quien soy y como he llegado a esta situación, por lo que mi historia comienza
aquí.
Mi nombre es Jack, tengo 17 años, soy
estadounidense y mis padres son ambos militares, soldados que poco a poco
cogiendo experiencia han llegado a alcanzar durante su vida altos cargos del
ejército. Nos situamos en el año 1941, mis padres se encontraban en una
operación militar en una base estadounidense, Pearl Harbor, efectivamente, esa
misma base que fue derribada por la aviación japonesa el siete de diciembre de
ese mismo año, el día en el que mis padres fallecieron. Yo, un joven huérfano,
con un dolor interior y una rabia inhumana decidí emplear mi vida en un único objetivo, seguir el camino de mis
padres, luchar por mi nación de la misma forma que ellos lo hicieron, y eso
sería lo que me iba a hacer alistarme en el ejército.
Era 1942, los primeros días que pase en el
cuartel fueron unos días en los que parecía otro, yo solía ser un niño alegre
con una sonrisa a todas horas, pero eso no pasó, supongo que es normal. Aunque
hubiese pasado tiempo desde ese día en el que mis padres me dejaron, volver al
lugar donde me sentía mas cercano a ellos me convirtió en un joven frio, que lo
único que quería era lograr su objetivo. En el cuartel las habitaciones eran de
dos personas, pero tuve la suerte de estar solo ya que fui el ultimo en
alistarme y no tenía compañero. Pasaron los días hasta que un día cualquiera me
desperté como de costumbre a las 7:00 de la mañana para realizar mi
entrenamiento físico mañanero antes de tener la sesión de armamento, pero ese
día me levante y no estaba solo, en la oscuridad debajo de mí, en la litera
había otro joven, supuse que había llegado la noche anterior por lo que no
quise despertarle y me fui a la ducha. Al salir lo vi incorporado sentado en la
cama, se le veía dolido y poco a poco se le fueron cayendo unas frágiles
lagrimas que se deslizaban lentamente por su cara, si fuese cualquier persona
del cuartel igual no habría dicho nada, pero ese joven iba a ser mi compañero
no durante un tiempo sino para toda la vida, hasta que la guerra nos separase.
Le pregunte que si estaba bien y
limpiándose las lagrimas con sus manos me respondió que sí. Hubo un silencio de
unos cinco segundos en el que los dos sabíamos que esa respuesta no era la
real, pero este silencio se rompió cuando me pregunto como me llamaba, empezamos
a hablar antes de salir y me dijo que se llamaba John, era estadounidense como
yo y tenía un pasado muy relacionado al mío. Un año antes su hermano mayor
había fallecido, exactamente el mismo día que mis padres y en Pearl Harbor
también.
Iban pasando los días, meses, años en los
que nuestra relación de amistad fue cada vez a más, en momentos en los que
estábamos mal nos apoyábamos el uno al otro y siempre salíamos con un
pensamiento en la cabeza, estamos aquí para lograr su sueño y seguir su camino.
Tras tanto tiempo en el cuartel llegó el
día en el que muchos de nosotros pasaríamos a la acción, nos trasladaríamos al
desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944, llegaría el día en el que
cumpliríamos nuestro objetivo. Unos días antes del acontecimiento, en la
travesía como de costumbre estaba con mi amigo John en una de nuestras charlas
filosóficas, los dos sabíamos que podría ser la última, pero en ningún momento
nos lamentamos por ello porque nuestro objetivo era darlo todo hasta el final.
Llego el momento, se abrieron las puertas, solo se escuchaba a gente gritar,
pero no cualquier gente, mis compañeros, mi ejército, mi familia. Este ruido no
duró mucho ya que fue sustituido por miles, millones de balas que iban en una
única dirección, nuestros cuerpos, y con un único objetivo, arrebatarnos la
vida. Avanzamos corriendo, siempre los dos juntos para no abandonarnos en
ningún momento.
Llegamos al objetivo, una trinchera
aliada, la mas cercana desde nuestro desembarco, nos preguntamos si estábamos
bien y al parecer todo iba como acordado, procedí a salir de la trinchera, me
prepare y salte. Nada mas salir note un fuerte impacto que me derribo
completamente, pero no sentí nada de dolor era como si todo se hubiese
paralizado, John me cogió como pudo y me trajo de vuelta a la trinchera, le
mire a la cara, le sonreí y me toque la zona del pecho con mi mano derecha, la
cual se mancho de sangre, esa misma sangre que mis padres vieron al morir tres
años antes, sangre de mi sangre.
Jaime Cosín de la
Peña-1ºA-09/02/2023
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