Sara Delmas (Una navidad fría)


 

UNA NAVIDAD FRÍA


Era una mañana helada. Se había levantado por el frío, y estaba aterido y sin ganas de salir de la cama, porque en el orfanato apenas encendían la calefacción. Al mirar por su pequeña ventana y ver todo nevado el frio se volvió un problema secundario. Era tan precioso…

 

Se apresuró a vestirse, cogió su gorro y abrigo y salió tan rápido como pudo afuera para jugar. Mientras estaba bajando pudo ver como todos los niños estaban igual de ilusionados que él. Además, pronto sería Navidad, su época del año favorita. Había nieve, algún dulce y las maestras estaban más contentas.

 

Además, siempre en esta época del año, había algún niño que se iba porque lo adoptaba una familia, como si fuera el regalo de Navidad de una pareja, un antojo, como una blusa, o un regalo. Alguna vez había pasado también que las familias volvían meses después a devolver a un niño porque se habían cansado de él. ¡Como si fuéramos de usar y tirar y no niños como el resto que había fuera del orfanato!

 

Al menos a él nunca le había pasado, puesto que nunca había sido elegido por nadie. Cada mes permitían visitas para que conocieran a los niños. Estos enseñaban sus habilidades, todo lo bueno que tenían y más, todo para conseguir el sí de la familia que vendría. Pero él, hiciera lo que hiciera, nunca era suficiente. Nunca le elegían. Al principio parecía gustar a las familias, pero también era consciente de que no solo elegían a los que mejor habilidades tenían, sino a los que mas agradables a la vista les parecían o mejor cumplían los estándares de belleza, altura, peso, etc.

 

Bueno, aunque Tomás sabía que no era precisamente un modelo, tampoco se le había considerado nunca como desagradable a la vista. Estaba convencido de que era el patito feo de aquel lugar. Ya tenía doce años y pronto, cuando creciera sólo un poco más, ya nadie lo querría al ser demasiado mayor. Eso le daba un miedo terrible, ¿y si nunca conseguía salir de allí?

 

Salió a jugar a la nieve con los niños y se empezaron a tirar bolas de nieve jugando hasta que ya no pudieron aguantar más el frío y tuvieron que regresar dentro. Eran estos momentos de correr, chillar y reír cuando todos se olvidaban de que no tenían a nadie fuera de este sitio, que desafortunadamente no tenían familia y que sus únicos amigos eran los demás niños del orfanato. Había algunos momentos en los que conseguía no pensarlo y olvidarse de todos esos miedos y preocupaciones.

 

Había llegado la Navidad y habían venido al orfanato nada más y nada menos que ¡cinco parejas!”. Normalmente solían ser una o dos como mucho al año, así que ese año estaban de suerte. Cómo se notaba el espíritu navideño, seríamos su pequeña obra de caridad, tratando así de sentirse mejor con ellos mismos o con el mundo. Pero que no te confundan, no les importas. No les importamos de verdad nada. Cuando vienen las parejas pueden ser lo más cariñoso que te puedas imaginar, pero luego llega el momento y… nada, se van sin ti. De verdad esperaba que esta vez fuera distinto, porque me moría de ganas de irme con una familia y empezar de cero, tener una vida como la del resto de los niños con padres, y a lo mejor hasta algún hermano…

 

La primera pareja llegó a primera hora de la mañana, así que la señorita Jackson nos levantó a todos como de costumbre, gritando. Me vestí rápido y me acicalé en el baño lo mejor que pude. Quería impresionar a las familias, sentía que hoy sería mi día.

 

Estaban en el comedor principal con la señorita Jackson, yo sería el último en ser visto. Cuando me dijo eso me desanimé un poco, porque siempre tienen más oportunidades los que van primero. Si eres el último puede que a la familia ya le hayan convencido los niños anteriores a ti, pero aun así no me desesperé. Tenía una buena sensación sobre esta familia, así que fui a por mí abrigo y salí a la calle a jugar con la nieve de nuevo o más bien a distraerme, hice un muñeco de nieve gigante imaginándome cómo seríamos mi familia y yo, cómo sería mi día a día: ¿me llevarían y recogerían de la escuela, me vestirían, me traerían galletas y leche a la cama? ¿Cuándo estuviera triste, me llevarían a ver un partido de futbol? Ya  casi podía oler el olor de las galletas recién hechas y los gritos del partido. Aunque nunca había ido a ninguno, sí que los había visto por la tele y se oía todo. Mi corazón ya estaba latiendo muy rápido y de repente oigo que la matrona grita mi nombre para entrar, era mi turno, una sola oportunidad. La siguiente familia no vendría hasta dentro de otro mes y no podía esperar tanto, así que me limpié quitándome toda la nieve de los pantalones y me fui corriendo hacia dentro.

 

 

Estaban ahí. La familia estaba ahí. Era perfecta, la chica tenía un pelo largo perfecto y llevaba un traje de color azul que resaltaban sus ojos, parecía tan dulce… y el hombre llevaba una barba frondosa y unas gafas que le hacían parecer un hombre en el que se podía confiar. Cuando entré a la habitación, la señorita Jackson les dio una corta explicación sobre mí, presentándome y contándoles mi historia. Esa solía ser la parte clave, tenían que sentir pena de nosotros y eso, la señorita Jackson lo sabía perfectamente, era crucial.

Yo les conté de forma atropellada todo lo que me gustaba, el futbol y ver los partido los findes en la tele con mis amigos o cómo me gustaba salir a jugar con la nieve, lo que me apetecía salir de aquel sitio (lo que tal vez no fue la idea mas sabia, la señorita Jackson siempre nos lo advertía, decía que era mejor no decir nada porque podía agobiar a los padres y pasar de dar pena a ser molestos), pero yo seguí de todas formas contándoles todo ,les hablé sobre como me gustaba escribir y que de mayor quería ser un escritor con mi propio libro. Cuando por fin me callé porque sentía que habían dejado de escuchar, sentí enseguida que algo iba mal.

 

La pareja por fin habló y me dieron las gracias por contarles todas esas cosas sobre mí y llamaron a la habitación a la señorita Jackson. Cuando le dijeron que no estaban seguros de a quien coger, que visitarían más sitios y le harían saber su respuesta, no lo aguanté, rompí a llorar, corrí hacia ellos y les empecé a contar de nuevo porque me deberían escoger a mí, porque seríamos una familia perfecta. Tenía que conseguirlo… Miré a la señorita Jackson desesperado y ella me entendíó perfectamente. Se fue a hablar con los padres a su despacho y yo me quedé ahí, llorando. De verdad pensé que esta vez lo lograría. Estaba cansado de las entrevistas, de tener que pasar por el estrés de ser elegido o no, así que me quedé ahí esperando a que salieran, aunque probablemente ya sabía lo que iban a decir.

 

Al salir se les veía decididos, no como antes. La señorita Jackson debía ser muy buena en esto de convencer porque no sé cómo lo hizo ni lo que les dijo ahí dentro, pero funcionó, la mujer se acercó a mí, me secó las lágrimas de la cara y me dijo que si tenía hambre porque nos íbamos a casa a comer. ¡No me lo creía! me habían elegido. No podía ni hablar. Me giré a ver al padre y no se le veía muy contento, me dio la impresión de que solo me había elegido por su mujer, pero ya eso ya no me importaba, ¡nos íbamos a casa!

 

Pasaron tres meses, ni un día más ni un día menos. Una mañana subí al coche de nuevo y no sabía a donde íbamos. Estábamos todos enfadados. Llevábamos así semanas. Al principio había sido como un cachorro, todo eran mimos y cuidados, pero con el paso del tiempo cada vez me ignoraban más y se irritaban con cualquier cosa que yo dijera o hiciera. Incluso la mujer me empezó a evitar, todo era muy raro y sin sentido. No me dijeron a dónde íbamos, pero enseguida lo pude ver por mí mismo. No lo podía creer, pero era el orfanato. Me estaban devolviendo, como si fuera una prenda de ropa que no les valiera porque se habían equivocado de talla, excepto que se habían equivocado conmigo, con una persona.

 

Me dejaron allí con todas mis cosas y avergonzados y sin despedirse ni siquiera de mi se marcharon.

Enseguida vinieron a verme todos los niños del lugar y las matronas, todos abrazándome. No sé por qué pero esta vez no lloré. Puede que fuera porque no sabía procesar lo que acababa de pasar, supongo que el ciclo empezaría de nuevo mañana por la mañana…. Iba a ser siempre asi.

 

Sara Delmas Álvarez Nº5 1ºB


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