Lucas Lietha (Un amor imposible)


 

UN AMOR IMPOSIBLE

 

Aquel día ella no había venido al colegio. Tenía médico, una simple revisión. Pero recuerdo que me moría de ganas de verla. Aún no podía creerme que en tan solo una semana haríamos un año juntos. Sin duda, el año más feliz de mi vida. Ella lo era todo para mí, y puedo decir que ella pensaba lo mismo.

 

Al día siguiente, por suerte, sí pude verla. Aún llevaba la pulsera del hospital, donde pude leer: “Habitación 103”. Ella estaba tan guapa como siempre. Recuerdo perfectamente cada una de sus prendas. Estuvimos toda la tarde juntos. Pude notar algo distinto en ella, pero no supe el qué. Yo lo ignoré, porque yo era feliz, no necesitaba nada más.

 

Pasaron los días, ella estaba un poco distante, y yo me preguntaba si había hecho algo que la hubiese podido molestar. Yo me moría por ella, y no me imaginaba un futuro que no fuera a su lado.

 

Llegó nuestro primer aniversario, y tenía que hacer todo lo posible por hacerla feliz, que ella viera que yo la amaba de verdad. La llevé a su restaurante favorito, y después fuimos a un mirador precioso donde se podía ver el atardecer. Todo estaba siendo perfecto, volví a verla feliz. Su felicidad era la mía, y en ese momento, no pude pensar en otra cosa que en una vida a su lado. En ese momento, me atreví a preguntarla por su actitud, la pregunté que, si yo había hecho algo que la hubiese molestado, que por favor me lo dijera, porque me estaba haciendo daño el pensar que ella hubiese perdido la ilusión. Pero me dijo algo que jamás olvidé. Me dijo que ella moriría por mí, que sería capaz de darlo todo, y yo sabía que haría lo mismo. Algo en mí renació al escuchar aquellas palabras. En ese momento, se despejaron todas las dudas que tuve en algún momento, llegué a sentir de verdad que nada podría interponerse entre nosotros, y sentí una tranquilidad indescriptible.

 

Los lunes eran menos lunes a su lado, pero aquel lunes ella no vino a clase, y todo el mundo me preguntaba que dónde estaba ella, pero yo no lo sabía, no me había dicho nada. Estuve todo el día intranquilo, preguntándome qué habría sucedido, sólo podía pensar en verla al día siguiente y ver que todo estaba bien. Pero no fue así, al día siguiente tampoco pude verla. No comprendía nada, estaba muy preocupado. El miércoles por fin pude verla, pero algo sucedía. Ni siquiera pareció importarla mi preocupación. Me dijo que había estado un par de días mal del estómago, pero nada más. Durante el resto de la semana volvió a tener una actitud distante y fría conmigo. A mí me destrozaba, pero más lo hacía no saber el por qué. El domingo me dijo que debíamos vernos, que tenía algo que decirme. Sentí un alivio, pensé que me explicaría lo que había pasado, y que pronto todo volvería a ser como antes. Habría dado lo que fuera porque hubiera sido así, pero no lo fue. Me dijo que ya no podíamos estar juntos, y que, si lo hacíamos, me iba a hacer mucho daño.

No entendía nada. Así, de repente, pasamos de todo a nada. Habíamos sido tan felices, habíamos pasado tanto juntos, sin apenas discusiones. Y ella decidió acabar con todo aquello. Ese fue el día en el que realmente fallecí, dejé de estar vivo. Ella lo era todo para mí, no imaginaba una vida sin ella. Habría dado cualquier cosa por una última vez pudiendo recorrer su cuerpo con las yemas de mis dedos, por sentir aquel ella y yo, sin importar lo demás.

 

No pude reunir las fuerzas como para tan siquiera levantarme de la cama, por lo que no fui a clase en dos semanas, pero me asombré al no verla a la semana siguiente cuando volví al colegio. Pregunté disimuladamente, pero nadie sabía nada. Me dijeron que llevaba un par de semanas sin venir. Yo la seguía queriendo como el primer día, y sabía que jamás dejaría de hacerlo. Decidí pasar por delante de su casa, para ver si lograba descubrir algo, pero todas las luces estaban apagadas, y allí no había nadie. En ese momento lo recordé. La habitación 103. Me dirigí al hospital, y el momento en el que me asomé a la habitación, pude comprenderlo todo. Ahí estaba ella, rodeada de médicos y de familiares desolados. Esa fue la última vez que pude ver su cuerpo. No pude comprender por qué no me permitió luchar hasta el final, junto a ella.

 

Al día siguiente encontraron mi cuerpo. Mi alma ya se había ido antes, junto a ella. Me prometió que daría su vida por mí, y yo la prometí que también lo haría. Ahora tengo la tranquilidad de saber que estoy junto a ella, y que siempre lo estaré, como la prometí, porque dos almas son inseparables si se convierten en una sola.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lucas Lietha Barriocanal 1ºA                                                                      Febrero 2023

 

 

 

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