CATTUS
Salgo
del salón y me dirijo a la cocina a por un trago de leche. Me apetece jugar con
Marc pero mañana tiene examen de lengua, los recuerdo como un infierno, por
suerte ya no tengo exámenes. Aunque, aun así, echo de menos algunas cosas de
aquella vida que llevaba, ahora siempre tengo tiempo libre y es muy aburrido. Suelo
pasar mis días o durmiendo o haciendo el vago, y eso no me gusta, yo quiero ser
como antes, jugar con otros niños al fútbol y salir por ahí. Qué rápido puede
cambiar todo en cuestión de segundos, pasar de tener todo a no tener nada, pero
bueno, esa es otra historia aparte que contaré en unos minutos, por ahora voy a
seguir narrando mi día.
Cuando
acabo de beber leche vuelvo al salón y ahí veo a Iker, mi mejor amigo, llevo
con el casi toda mi vida y es probablemente la persona que más quiero, bueno
eso es mentira, hay muchísimas personas que echo de menos y ya no están, pero
como ya he dicho antes, eso lo contaré luego. Veo a Iker viendo la tele con
cara de concentración, justo están echando su serie favorita y no le quita el
ojo a la pantalla. Después de un rato decidimos salir fuera a jugar al balón un
rato, aunque me cuesta muchísimo jugar, desde aquel día nada ha sido igual. Han
pasado ya tres años y daría lo que fuese por estar con la gente de antes y que
mi vida fuese como era. Yo antes era un chaval muy alegre con un montón de
amigos y hasta incluso tenía novia, algo que para mí era todo un logro. Desde
aquel día no volví a saber nada más de ella, pero prometo que algún día la encontraré,
aunque no me reconozca. Todo era perfecto y daría lo que fuese por volver ahí.
Cuando todo pasó yo tenía 18 años, y un día, como cualquier viernes, me fui con
mis amigos de fiesta. Yo disfrutaba mucho saliendo de fiesta y era quizá mi momento
favorito de la semana, se me olvidaban todos los problemas y me centraba
simplemente en disfrutar. Ese día todo había empezado como siempre, habíamos
subido a casa de uno de los amigos de aquel momento, y como no estaba su padre,
nos habíamos servido un dedito de Macallan en nuestras copas. La idea era
tomarse la primera allí y luego irnos a la discoteca, y eso hicimos. Todo fue
genial y cuando acabó la fiesta, llamé a un taxi para volver a casa. Tardó unos
diez o quince minutos en llegar, lo conducía un hombre joven que no tendría más
de treinta años, se le notaba cansado, ´´pobre´´ pensé, pero bueno, al fin y al
cabo, ese era su trabajo y lo había elegido él. El trayecto iba a ser una media
hora más o menos. Yo iba en el asiento de atrás, dormido, yo también tenía
sueño, incluso más que él. Todo indica a que iba a ser un viernes más de
juerga, como otro cualquier, sin embargo, la situación cambió en un par de
segundos. En la autopista, el taxista había cerrado los ojos un momento a causa
del sueño, no vio la curva y cuando nos quisimos dar cuenta, el taxi estaba
empotrado contra la valla. El taxista murió instantáneamente y a mí me faltó
muy poco para hacerlo también. Las ambulancias no tardaron en llegar más de
cinco minutos, y eso fue lo que me iba a salvar la vida o eso pensaba yo. No
pasó mucho rato hasta que llegué al hospital, mi cuerpo estaba cubierto de
sangre y no tenía fuerzas ni siquiera para abrir los ojos.
Pasé
unos dos meses en el hospital sin poder moverme, aunque las primeras semanas no
podía ni siquiera hablar. Mis padres y mi hermana se turnaban para cuidarme
allí y de vez en cuando venía mi novia también. Un día esta vino otra vez, pero
con otra cara distinta a la que solía traer, no tardó en darme la noticia, ella
no quería seguir más conmigo ya que yo no le aportaba nada ahí tumbado en una
cama. Eso fue un mazazo, lo que me hizo entrar en una tristeza inmensa durante
mi estancia en el hospital. Un día, me levanté con más dolor del esperado, y
con la cama llena de sangre, se me había vuelto a abrir la herida que me habían
cosido unas semanas atrás. Empecé a marearme y a ver todo con mucha más
intensidad, como cuando ves en las películas que alguien ve la luz antes de
morir. Pues efectivamente, allí estaba yo sintiendo que me moría, pasaban los
minutos y en vez de ir a mejor, esto iba a peor. Vinieron por lo menos media
docena de enfermeros a asistirme, ya no los podía ver, pero por lo que oía,
estaban muy nerviosos. Notaba que me iba, algo me decía que ese era el final,
seguía en ese túnel de luz blanca y empezaba a ver el final. Ese final cada vez
estaba más cerca, efectivamente, me estaba muriendo, mi vida se iba a acabar a
los 18 años. Pasaron unos minutos y llegué al final de ese túnel.
De
repente estaba en una habitación completamente distinta, yo no entendía nada,
estaba en una sábana enorme y no estaba solo, había cinco como yo. No me podía
mover y en ese momento se me pasaron por la cabeza todos los momentos de mi vida
y me eché a llorar porque sabía que no iba a volver a vivirlos jamás. Después
de un rato, cuando por fin me pude incorporar, miré a mi alrededor, estaba como
en un dormitorio enorme, era normal y corriente, pero todo era más grande que
de costumbre, quizá era yo que ahora era mucho más pequeño que antes. Estuve
unas horas allí hasta que vino un hombre enorme. Nos metió a mí y a mis cinco
nuevos compañeros en una especie de jaula, yo no entendía absolutamente nada y
por la cara de mis compañeros diría que ellos tampoco, estaban más bien
asustados. Llegamos a un lugar enorme, donde entraban y salían muchas personas.
Pasé en ese sitio un total de cuatro días y cuatro noches hasta que vino un
niño de unos catorce años llamado Iker, creo que ya os he hablado de él antes.
Me llevó a la que ahora es mi casa, donde llevo ya tres años. Mi vida aquí es
bastante aburrida, solo salgo de vez en cuando a pasear y rara vez a un sitio
que mi familia llama veterinario, yo prefiero llamarles el infierno, allí lo
paso fatal. Todo es tan distinto en esta nueva vida, antes lo que más me
gustaba era la fiesta, ahora es beberme un cuenco de leche y jugar al balón con
Iker, aunque como he dicho antes, me cuesta muchísimo más que antes, es lo que
tiene tener cuatro patas en vez de dos y medir medio metro. Sin embargo, no me
voy a quejar tampoco, me podría haber tocado ser una hormiga, o peor aún, una
bacteria. Quizá en otra vida vuelva a ser feliz, aunque por ahora voy a tratar
de disfrutar esta.
Gonzalo
Nebot, 19, 1A mayo de 2023
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