874
KILÓMETROS POR HORA
874 kilómetros por hora, unas
milésimas de segundo, y vacío, un profundo vacío que se extendía por todo mi
cuerpo y en cuestión de segundos, todo se volvió oscuro, la tristeza invadía mi
cuerpo, y bajo un silencioso grito mudo acabó todo. Pero esta historia no
empieza aquí.
Me desperté cubierto de aquellas
húmedas y frías sábanas, oí el ruido de aquella vieja cafetera con la que nos
manteníamos despiertos, me levanté y haciendo crujir el suelo llegué a la
cocina, y allí vi a mi padre, trajeado y con una sonrisa que solo escondía el
hartazgo que su vida le provocaba.
-
Hoy
tenemos un mitin en el viejo matadero, me dijo, tenemos buscar los votos de
esos indecisos, y con suerte arrebatar a esos malditos …
El timbre sonó como una sirena de
policía en una calle desierta, algo que sabes has de atender, pero presientes
que no es algo bueno.
La pesada puerta de roble se abrió
sin antes dejar un chillido, como un grito desesperado sin esperanza.
Mi padre abrió, y tras un cruce de
miradas se acercó a mí con un semblante más serio que el que tuvo el día de la
muerte de mi madre.
-
Enciérrate
en tu habitación y oigas, lo que oigas no salgas hasta que te lo diga,
¿Entendido?
Yo asentí con la cabeza y como un
perro fiel a su pastor así hice.
Tras unas horas, la puerta de mi diminuta habitación se abrió
de un golpe.
-
¿Por
qué estás sangrando? Le pregunté
Él se sentó a mi lado con la mirada
perdida y sin, la habitación se quedó en silencio, le abracé, fue como abrazar
un muerto, frío, perdido y con algo que lo va pudriendo poco a poco.
-
Tenemos
que irnos
-
¿A
dónde? Le pregunté
-
Donde
sea que no nos puedan encontrar
Empezamos a recoger todo, mi padre
empezó a subir las cosas al remolque, pero mientras cerraba una caja con fotos,
me detuve a ver una foto de mi madre, esa mirada se clavó en mí, todo se quedó
en silencio, pero segundos después unos neumáticos y unas voces enfurecidas
rompieron ese silencio, corrí hacia la puerta buscando a mi padre, me asomé a
la valla a ver si lo divisaba, pero lo único que divisé fue el polvo del coche
que se lo llevaba.
Como un sentimiento negro que te
reconcome por dentro, quedé rendido ante aquella casa de color blanco, lo que
no sabía es que esta emoción no sería la última vez que la sentiría.
Pasaron los años y lo único que
cambió en mi entonces depresiva vida fue una noticia en el telediario, que,
como todas las noches, ya sin esperanza veía.
-
La
banda terrorista ETA, confirma la liberación de Unai Azurmendi Artola, y
otros miembros de la oposición del ayuntamiento de …
En aquel momento dejé de oír la
televisión y las lágrimas empezaron a cubrir mi cara. Por primera vez en años
me fui a la cama con una ilusión.
A la mañana siguiente mientras
miraba por la ventana, vi a un coche llegar, un miedo invadió mi cuerpo al
tratarse de uno con las tan temidas siglas pintadas de verde.
Con mis cansadas manos, me armé de
valor, giré el pomo de la puerta y vi bajarse del coche a la persona que tanto
busqué, en la que tanto pensé y eché de menos, mi padre.
La inmensa sensación de alegría y
sorpresa me dejaron paralizado delante de una temerosa persona que lentamente se
acercaba a la puerta.
Todo parecía una escena de
Hollywood hasta que una de las ventanillas se bajó y como la muerte que llama a
tu puerta a 874 kilómetros por hora, acabó todo.
Y por segunda vez en mi vida volví
a sentir ese sentimiento, como un virus que se propagó dentro de mí en cuestión
de segundos.
26 años después, me había
convertido en un esclavo de mi vida y lo único que me mantenía vivo era la ide
de que mi padre murió luchando y que sus asesinos se pudren en la cárcel.
Se acercaba la primavera del 2023 y
como, leones esperando sus presas, los partidos políticos lanzan sus propuestas
y listas para las elecciones. La gran sorpresa llegó cuando el partido de los
asesinos de mi padre propuso a exmiembros de ETA para el ayuntamiento, esa fue
la tercera y última vez que sentí ese sentimiento de vacío negro, Ese día no
solo se recordó la muerte de mi padre, sino que fue el día en el que empezaron
a recordar la mía.
Guillermo Amieva González, 4ºF,
mayo de 20223.
Comentarios
Publicar un comentario