Lucas Lietha (Uno por otro)


UNO POR OTRO


Aquel día todos estaban muy felices. Yo no entendía por qué, y quería enterarme, pero por más que quise, no me enteré de nada. Recuerdo que vinieron los abuelos, los tíos y los primos. Todos venían todo el rato a decirme cosas, pero yo no sabía qué me estaban diciendo.

 

Después de aquel día, mi vida siguió con normalidad, pero pude notar que papá y mamá estaban especialmente emocionados, y yo, desde mi carrito, veía que mucha gente se acercaba a hablar con ellos, y veía que había gente que incluso les daban regalos.

 

Un día, estaba tranquilamente en mi cuna, jugando con mis coches, y vi que mis padres trajeron una cuna nueva a la habitación. A mi me encantaba mi cuna, y no entendía por qué traían una nueva. No me quedó otra opción que echar a llorar. En ese momento, mamá se acercó a mí, y puso mi mano en su barriga. En ese momento lo comprendí.

 

No me lo podía creer, iba a tener un hermanito con el que jugar y al que cuidar. Siempre había querido tener uno. Ahora entendía por qué mis padres estaban tan emocionados.

 

Pasó el tiempo, y poco a poco la barriga de mamá se hacía más y más grande. Sabíamos que iba a ser un niño, y nuestra habitación ya estaba preparada para cuando él viniera. Yo no sabía leer, pero mis padres habían colgado un cartel con su nombre, igual que el mío. Se iba a llamar Álvaro.

 

Nació un 13 de Julio, en pleno verano. Aquel día yo me quedé en casa con los abuelos, mientras mis padres estaban en el hospital. Me moría de ganas por ver a mi hermanito. Al día siguiente, papá vino a casa, pero dijo que mamá y Álvaro aún no podían salir del hospital.

 

En ese momento jamás lo habría entendido, pero el parto de Álvaro no salió según lo previsto. Nació con obstrucciones en las vías respiratorias. Al principio, los médicos no eran capaces de localizar el problema, y no le dieron toda la importancia necesaria. Álvaro pasó una semana en el hospital, pero no era capaz de respirar sin ayuda de los respiradores.

 

 

 

 

 

Por fin me llevaron al hospital a ver a Álvaro. No entendía por qué estaba rodeado de todas aquellas máquinas, pero estaba emocionado por al fin poder ver a mi hermanito.

 

Los médicos al fin descubrieron lo que estaba sucediendo. Localizaron un tumor en el pulmón derecho de Álvaro. Dijeron que era prácticamente imposible que sobreviviera, ya que tenían que extirparle ese pulmón, pero un bebé recién nacido, no tenía ninguna opción de sobrevivir con un solo pulmón.

 

Había una única esperanza, recibir un trasplante de pulmón. Según los médicos, Álvaro no aguantaría más de dos días sin un nuevo pulmón. Pero resultaba imposible encontrar un pulmón válido para Álvaro en tan poco tiempo.

 

Tras pensarlo mucho, y ver que era la única opción de que Álvaro sobreviviera, mis padres aceptaron. Yo sería quien donaría un pulmón a Álvaro. Yo ya tenía un año, y según los médicos, con un tratamiento específico, yo podría salir adelante con un único pulmón. Era la única opción para salvar a Álvaro.

 

Consiguieron extirparme el pulmón, y a pesar de estar más desarrollado que el de Álvaro, consiguieron hacer el trasplante. Parecía que Álvaro sobreviviría, y así fue. Pero no salió bien del todo. Al extirparme el pulmón, mi sistema cardiovascular no fue capaz de repartir oxígeno con un único pulmón.

 

Mis padres se arrepienten desde aquel día de la decisión que tomaron. Consiguieron salvar la vida de Álvaro, pero a cambio de la mía. Lo que ellos no saben es que yo sigo con ellos, aunque ellos no puedan verme, y me siento tan querido como si aún estuviera entre ellos.

 

 

 

Lucas Lietha Barriocanal 1ºA

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