UNO
POR OTRO
Aquel día todos estaban muy felices. Yo no entendía
por qué, y quería enterarme, pero por más que quise, no me enteré de nada.
Recuerdo que vinieron los abuelos, los tíos y los primos. Todos venían todo el
rato a decirme cosas, pero yo no sabía qué me estaban diciendo.
Después de aquel día, mi vida siguió con normalidad,
pero pude notar que papá y mamá estaban especialmente emocionados, y yo, desde
mi carrito, veía que mucha gente se acercaba a hablar con ellos, y veía que
había gente que incluso les daban regalos.
Un día, estaba tranquilamente en mi cuna, jugando con
mis coches, y vi que mis padres trajeron una cuna nueva a la habitación. A mi
me encantaba mi cuna, y no entendía por qué traían una nueva. No me quedó otra
opción que echar a llorar. En ese momento, mamá se acercó a mí, y puso mi mano
en su barriga. En ese momento lo comprendí.
No me lo podía creer, iba a tener un hermanito con el
que jugar y al que cuidar. Siempre había querido tener uno. Ahora entendía por
qué mis padres estaban tan emocionados.
Pasó el tiempo, y poco a poco la barriga de mamá se
hacía más y más grande. Sabíamos que iba a ser un niño, y nuestra habitación ya
estaba preparada para cuando él viniera. Yo no sabía leer, pero mis padres
habían colgado un cartel con su nombre, igual que el mío. Se iba a llamar
Álvaro.
Nació un 13 de Julio, en pleno verano. Aquel día yo me
quedé en casa con los abuelos, mientras mis padres estaban en el hospital. Me
moría de ganas por ver a mi hermanito. Al día siguiente, papá vino a casa, pero
dijo que mamá y Álvaro aún no podían salir del hospital.
En ese momento jamás lo habría entendido, pero el
parto de Álvaro no salió según lo previsto. Nació con obstrucciones en las vías
respiratorias. Al principio, los médicos no eran capaces de localizar el
problema, y no le dieron toda la importancia necesaria. Álvaro pasó una semana
en el hospital, pero no era capaz de respirar sin ayuda de los respiradores.
Por fin me llevaron al hospital a ver a Álvaro. No
entendía por qué estaba rodeado de todas aquellas máquinas, pero estaba
emocionado por al fin poder ver a mi hermanito.
Los médicos al fin descubrieron lo que estaba
sucediendo. Localizaron un tumor en el pulmón derecho de Álvaro. Dijeron que
era prácticamente imposible que sobreviviera, ya que tenían que extirparle ese
pulmón, pero un bebé recién nacido, no tenía ninguna opción de sobrevivir con
un solo pulmón.
Había una única esperanza, recibir un trasplante de
pulmón. Según los médicos, Álvaro no aguantaría más de dos días sin un nuevo
pulmón. Pero resultaba imposible encontrar un pulmón válido para Álvaro en tan
poco tiempo.
Tras pensarlo mucho, y
ver que era la única opción de que Álvaro sobreviviera, mis padres aceptaron.
Yo sería quien donaría un pulmón a Álvaro. Yo ya tenía un año, y según los
médicos, con un tratamiento específico, yo podría salir adelante con un único
pulmón. Era la única opción para salvar a Álvaro.
Consiguieron extirparme
el pulmón, y a pesar de estar más desarrollado que el de Álvaro, consiguieron
hacer el trasplante. Parecía que Álvaro sobreviviría, y así fue. Pero no salió
bien del todo. Al extirparme el pulmón, mi sistema cardiovascular no fue capaz
de repartir oxígeno con un único pulmón.
Mis padres se arrepienten
desde aquel día de la decisión que tomaron. Consiguieron salvar la vida de
Álvaro, pero a cambio de la mía. Lo que ellos no saben es que yo sigo con
ellos, aunque ellos no puedan verme, y me siento tan querido como si aún
estuviera entre ellos.
Lucas Lietha Barriocanal
1ºA
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