Margarita Guillén (De los barrotes a la gloria)


DE LOS BARROTES A LA GLORIA


Estamos a finales de mayo de 2023, y en un acto organizado por el Real Madrid, al que acuden jugadores y exjugadores, coincide Vinicius Jr. con Christian Karembeu, quien jugó en el Real Madrid a finales de los años 90.

 

Como Vinicius, Karembeu también es negro, y claro, fue inevitable que saliera en su conversación el tema del racismo que estaba sufriendo Vinicius en varios estadios españoles.

 

Karembeu le dice que le comprende perfectamente, y le anima a que no se rinda, a que siga luchando, a que siga señalando a los que le insultan llamándole negro o le hacen gestos de mono, o le imitan los sonidos de un mono. Vinicius se lo agradece, pero le dice a Karembeu que es fácil hablar cuando no se ha sufrido esa situación. Pero entonces Karembeu le dice, siéntate Vini, y escucha. Y comienza a contarle una historia.

 

- Mira, Vini, en verano de 1998 yo participaba en un desfile por las calles de París. Yo jugaba en la selección francesa y habíamos ganado el Mundial, machacando a Brasil por 3-0. La gente salió a las calles, completamente loca de alegría, miles y miles de personas abarrotaban las calles y casi no podíamos avanzar con el autobús. La gente coreaba nuestros nombres y claro, entre ellos, el mío.

 

Lógicamente, yo estaba muy contento, porque como futbolista es lo máximo que puedes alcanzar, y que coreen tu nombre miles de personas como si fueras un héroe (bueno, es que realmente ese día éramos héroes) siempre es agradable, pero mis sensaciones eran agridulces.

 

- ¿Agridulces, por qué? Preguntó Vini.

 

Durante unos segundos, Karembeu permaneció en silencio, y sus ojos se empañaron en lágrimas, y su mente, como en un flashback, se remontó a unos 70 años atrás, concretamente a 1931; y empezó a contarle una historia a Vini.

 

- Mi familia procede de Nueva Caledonia, un pequeño archipiélago en medio del Pacífico, a 1.200 kilómetros de Australia. Era una colonia francesa y de hecho todavía sigue sin independizarse totalmente.

 

En aquellos años, a los países que tenían imperios coloniales (como Inglaterra o Francia) les gustaba mucho organizar lo que se llamaban Exposiciones Coloniales en las capitales, como Londres o París. En ellas, la metrópoli mostraba a los habitantes de sus capitales las curiosidades de las colonias, que solían ser tierras muy lejanas, y lo mismo presentaban plantas, flores, animales que aquí en Europa eran exóticos, que exhibían también a los habitantes locales que, en ocasiones, eran aborígenes.

 

Así, en 1931 se celebró la Exposition Coloniale de París, y en ella los organizadores mostraron a la sociedad parisina, que entonces era la más elegante del mundo, las curiosidades de sus colonias, y entre ellas, las de Nueva Caledonia. La Exposición de París duró seis meses y asistieron a ella unos 30 millones de personas. El objetivo de esas Exposiciones, en realidad, era demostrar la superioridad de la metrópoli sobre las subdesarrolladas colonias. “Mirad que poderosos y avanzados somos”.


Pues bien, en ese “espectáculo” participó mi abuelo, Willy Karembeu.

 

Y te preguntarás que cómo participó. Pues prepárate para escuchar cosas terribles.

 

Mi abuelo, y la gente de su pueblo, fueron presentados como miembros de una tribu caníbal, que nunca habían visto a hombres blancos y que solo hablaban por señas o en un dialecto extraño. Pero nada de eso era verdad. Antes de viajar a Francia, mi abuelo y las demás personas de su pueblo, fueron golpeados, maltratados y les obligaron a aprender un dialecto inexistente formado con sonidos guturales y gestos, es decir, como si fueran animales.

 

Luego, ya en Paris, eran exhibidos por las calles en jaulas llevadas sobre carretas. Mi abuelo iba metido en una jaula. “Aquí tenemos a un ejemplar de Nueva Caledonia, que nunca ha visto al hombre blanco y que no sabe hablar y, lo peor de todo, que es caníbal”. Imagínate a la gente de la alta sociedad parisina viendo aquello, los chillidos de horror y de admiración que debían despertar, mientras mi abuelo, que les entendía perfectamente, que sabía hablar, y que, por supuesto, no era caníbal, tenía que comportarse como un animal literalmente enjaulado si no quería que lo maltratasen.

 

Y así, durante seis meses.

 

Cuando acabó, el abuelo Willy volvió a Nueva Caledonia, pero ya no volvió a ser el mismo: era una persona humillada y agresiva. En eso le habían convertido.

 

Vini escuchaba las palabras de Karembeu sobrecogido, sin saber qué decir.

 

- A pesar de ello, continúa Karembeu, mi abuelo consiguió formar una familia, con 11 hijos, y de uno de esos 11 hijos, en 1970, nací yo, entre 15 hermanos. Éramos muy pobres y de hecho tenía que correr 14 kilómetros cada día para llevar el pan a mi casa. Como te puedes imaginar, eso me dio una resistencia enorme que me sirvió mucho para el fútbol, porque desde muy pequeño, destaqué en este deporte.

 

Y así, a los 18 años, viajé a Francia para jugar profesionalmente. Luego jugué en otros equipos, entre ellos el Real Madrid, y llegué a la Selección, con la que jugué 53 partidos, incluida la final del Mundial de 1998.

 

Y ahora, Vini, entenderás mi sentimiento agridulce y mis lágrimas al recordar aquel desfile de 1998 en que fui aclamado como un héroe. Y es que solo 67 años antes de ese 1998, mi abuelo Willy también participó en un desfile, por las mismas calles, pero él maltratado, humillado y enjaulado durante 6 meses presentado como un caníbal; y entenderás también que, durante los partidos de la selección, nunca cantase el himno de Francia.

 

Se hizo un nuevo silencio, que se prolongó durante varios minutos, tras el cual Vini reaccionó.

 

- Muchas gracias, Christian. Me has enseñado que lo que me está pasando a mí es una tontería comparado con lo que tuvo que sufrir tu familia, tu abuelo, así que a partir de ahora tendré que cambiar mi forma de ver lo que me ocurre a mí.

 

- No Vini, no-respondió Karembeu-; todo lo contrario. Afortunadamente hoy no pasan esas cosas, pero entre lo que vivió mi abuelo y los gritos e insultos que tú recibes no hay diferencia: el racismo es el mismo, solo cambia la forma en que se manifiesta. Sigue luchando, sigue rebelándote, no te rindas, todos estamos contigo.

 

Se abrazaron, se separaron y Vinicius se fue a casa a contar a todos los suyos lo que acababa de conocer y a decirles que se sentía más fuerte que nunca para luchar contra el racismo.

 

Margarita Guillén 4ºD

Mayo de 2023

 

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