Mateo Rodríguez Caballero (Un paso hacia la gloria)


 

UN PASO HACIA LA GLORIA

El rugido ensordecedor del estadio llenaba el aire mientras mis compañeros y yo nos alineábamos en el centro del campo. Era la final del Mundial de 2027, y España se enfrentaba a su eterno rival, Francia. Los corazones latían con fuerza bajo los uniformes rojos y amarillos, y los ojos se entrelazaban con determinación. Aquel era nuestro momento, nuestra oportunidad de dejar huella en la historia del fútbol.

 

 

El partido había sido una batalla sin tregua desde el primer minuto. Ambos equipos mostraban su mejor versión, dejándolo todo en el campo. El marcador se había mantenido en un tenso empate a lo largo de los noventa minutos reglamentarios y los posteriores treinta de tiempo extra. El tiempo se agotaba inexorablemente, y las esperanzas de nuestra nación se aferraban a cada latido de mi corazón.

Mi mente se centraba en el objetivo, el anhelo de una nación entera sobre mis hombros. El balón llegó a mis pies en el último minuto. La grada contuvo el aliento, y los latidos de mi corazón resonaron en mis oídos. Con cada zancada, dejaba atrás a los defensores franceses, acercándome cada vez más al arco rival. El mundo parecía ralentizarse mientras trazaba mi camino hacia la gloria.

 

 

El portero francés se interpuso en mi camino, un último obstáculo antes de la inmortalidad. En ese instante, recordé cada entrenamiento, cada sacrificio y cada sueño que había perseguido a lo largo de mi vida. Cerré los ojos por un segundo, me conecté con la esencia del juego y, con un regate preciso, lo dejé atrás. La redonda se estrelló contra las redes, desatando la euforia colectiva de millones de españoles en todo el mundo. La explosión de alegría fue ensordecedora, y mis compañeros se abalanzaron sobre mí en una cascada de abrazos y lágrimas de felicidad.

Ese momento perdurará para siempre en mi memoria, el gol que selló el destino y nos otorgó la gloria máxima. Fui elevado a los hombros de mis compañeros, y en aquel instante, sentí el peso de la historia y la gratitud de toda una nación. El fútbol tiene el poder de unir a las personas, de elevar los corazones y de forjar leyendas. En aquel último minuto, fui parte de algo más grande que yo mismo, y el mundo vibró con nuestra victoria.

 

 

Hoy, años después, sigo recordando aquel gol con una sonrisa en el rostro y un nudo en la garganta. La emoción de aquel momento sigue presente en cada partido, en cada paso que doy sobre el césped. La pasión por el fútbol nunca se desvanecerá en mí, y siempre llevaré en mi corazón el recuerdo de aquel día en que un joven llamado Mateo Rodríguez hizo realidad el sueño de toda una nación.

 

Mateo Rodríguez Caballero 1ºB

 


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