Víctor Flecha Polvorinos (De oreja a oreja)


 

DE OREJA A OREJA

Las palabras, en gramática son una unidad de significado simple y para la interpretación de cada uno, las palabras pueden ser eso, simples, pero algunas son mucho más que eso.

 

Todo iba bien, siempre había sido un niño sonriente y seguro de sí mismo, el típico niño gracioso de clase. Nada ni nadie me quitaban la sonrisa de encima, siempre estaba abierto a hablar con nueva gente sin importar el que iban a pensar de mí.

 

Tenía un grupo de amigos que se había ido formando desde infantil y que durante 6 años de primaria se había ido haciendo más y más cercano.

 

Sin ser de golpe, vi que los que eran mis amigos se iban interesando por cosas que a mi parecer eran de “mayores”, de un día para otro todas esas cosas que hacíamos juntos habían pasado a ser aburridas para ellos y ahora solo querían hacerse los mayores y gustarle a las chicas.

 

Yo no digo q nada de esto este mal, todo lo contrario, de hecho es necesario en la vida ir madurando, simplemente me parecía que lo querían hacer demasiado rápido.

 

Pese a eso, ellos seguían siendo mis amigos, pero no me sentía a gusto del todo dentro de ese grupo, por lo cual como una persona normal, empecé a buscar otros amigos más afines a mí y así sentirme más “como en casa”.

 

En este proceso de cambio, en el que un día iba en un grupo y al otro día iba al otro, aparecieron las dos palabras, las dos palabras que más me ha marcado. No me acuerdo exactamente de cómo fue la situación, pero estábamos discutiendo de cualquier tontería de niños pequeños con el primer grupo y alguien lo dijo: <<Puto gordo>>.

 

Según escuche eso, sentí como si me hubiera caído desde lo alto de un edificio. No reaccioné. Me quedé en shock. Durante todo el resto del día no abrí la boca.

 

Legue a casa del colegio y lo primero que hice fue mirarme en el espejo, y ahí lo vi, vi a un niño distinto al que siempre había visto, no tenía aquella sonrisa que le había caracterizado durante tanto tiempo, estaba triste y me fijé en algo, estaba gordito.

 

Al día siguiente, me levanté y al ir al baño lo volví a ver. Allí estaba mirándome fijamente con cara de decepción. Lo peor de todo era que cada día que me levantaba lo veía, lo veía y lo volvía a ver, así durante cuatro años de mi vida.

 

Durante estos cuatro años alguna que otra vez se repetían las palabras que para mí se convirtieron en tabú, a veces cambiaba el insulto de delante pero el de detrás siempre estaba presente. En el equipo de fútbol me lo solían decir cuando hacía algún fallo y eso llevo a que dejase de querer jugar al fútbol y practicar deporte.

 

La cuarentena en parte me ayudó, puesto que nadie me decía nada de mi físico, ya que al no salir de casa, no me veían. De nada me sirvió realmente el evadirme, porque al volver a tener que salir a la calle e ir a clase tenía más miedo que nunca.

 

Llevaba mucho tiempo sin escuchar las palabras prohibidas y tenía miedo de que alguien me lo volviese a decir, además era tercero de la eso y las clases cambiaban drásticamente. Sólo tenía un amigo ya hecho en esa clase y por malo que me pareciese, fue lo mejor.

 

Pude conocer al amigo que a día de hoy considero como mi familia que me ayudo bastante a dar los primeros pasos para poder cambiar ya que él ya había pasado por eso y había conseguido cambiar drásticamente. Es una persona que admiro mucho ya que seguramente ni sepa lo mucho que me ha ayudado porque nunca he hablado de esto.

 

Al año siguiente volvimos a cambiar de clases y conocí también a otro amigo que para mí es como mi hermano que me volvió a despertar el “amor” (por decirlo de alguna manera) hacia el deporte y me ha ayudado a volver a tener la confianza de aquel niño tan risueño que había desaparecido.

 

A día de hoy, hay veces que me levanto y vuelvo a ver a aquel niño gordito triste en el espejo, pero ahora yo le respondo con una sonrisa de oreja a oreja.

 

Víctor Flecha Polvorinos

1ºB  21/05/23

 

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